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Reportaje:

Servicios mínimos en el campo

La huelga de jornaleros en Sevilla ha retrasado la cosecha de la aceituna

"Yo voy a seguir trabajando y no estoy a favor ni en contra de la huelga aunque si vienen [los piquetes], me voy, lo que no voy a hacer es enfrentarme con mis compañeros". Manuel, jornalero sevillano, trabajaba el pasado viernes junto a otras 15 personas en la finca Orozco situada en Bollullos de la Mitación (Sevilla). Recogía aceitunas en un olivar cercano a la carretera y, ajeno al conflicto que ha enfrentado durante 17 días a las federaciones agroalimentarias de UGT y de Comisiones Obreras y la patronal agraria Asaja en la firma del convenio colectivo del campo, contaba que él ni tenía contrato y que ganaba según la cantidad de aceitunas que recogiese al final de cada día. La pelea por el convenio ni a él ni a sus compañeros les interesaba. Sí el dinero, su familia y el mes y medio escaso de "trabajo seguro" que tenían por delante para recoger aceitunas.

A su alrededor, el viernes en el olivar, nada parecía anormal y lo único que llamaba la atención era el poco número de jornaleros, 15, en un olivar de 10 hectáreas.

La huelga en el campo sevillano, que comenzó hace 17 días y que finalizó ayer a altas horas de la madrugada gracias a la aprobación de un acuerdo colectivo que se firmará mañana, ha enfrentado a los 8.000 afiliados de Asaja y cerca de 50.000 jornaleros dedicados al verdeo. Una pelea que ha provocado que en numerosas fincas sevillanas la cosecha se haya retrasado por la acción de los piquetes, según la agricultora Pepa Moreno, que el viernes tachaba a los trabajadores en huelga de "amenazadores y violentos". Ninguno apareció el viernes durante el paseo por su finca y los trabajadores, muy tranquilos, afirmaban que no habían recibido coacciones y que trabajaban por necesidad. "Yo tengo que alimentar a cinco hijos y el año pasado ya perdí cinco días de sueldo porque decidieron ponerse en huelga en la recogida del melocotón. Si consiguen algo para nosotros pues muy bien, porque a nadie le amarga un dulce,aunque yo lo único que sé es que sin trabajo, no comemos", contaba Ramona. Con la piel cuarteada por el sol, la jornalera señalaba que ella ganaba "por kilo de aceituna recogida". El precio, sin convenio colectivo, lo dictamina el propietario de la finca o el mercado. Junto a Manuel, Ramona esperaba poder terminar sin problemas la cosecha en la finca y después trasladarse a otras dos de los mismos propietarios. En una de ellas, según Moreno, los piquetes ya les habían amenazado volcando lo recogido y habían tenido que mandar a los trabajadores a otro lado. Moreno miraba el cielo para ver si la cosecha podía aguantar en el olivo hasta que todo volviese a la normalidad.

Una normalidad que vuelve este lunes, con más de 50.000 jornaleros trabajando en el campo en condiciones más dignas.

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