_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Leonor

"Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mí sagrada -allí me casé; allí perdí a mi esposa, a quien adoraba-, orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano". Cabe pensar que, si Machado no hubiera encontrado en Soria el amor, tal orientación no habría tenido lugar con la misma contundencia. Conoce a Leonor en septiembre de 1907, al poco tiempo de tomar posesión de su cátedra de francés en el Instituto. Tiene treinta y dos años, ella trece. Es la víspera del patrono, San Saturio, y la chiquilla ha venido desde su pueblo, Almenar de Soria, a pasar las fiestas en casa de unos tíos suyos, propietarios de la pensión donde se hospeda el poeta. Machado siempre dirá que aquella tarde hubo una luna llena amoratada sobre la sierra de Santana, que domina la ciudad desde la ribera derecha del Duero (y cuya cumbre está hoy brutalmente erizada de torretas de televisión y telefonía). Tres meses después los padres de Leonor -él es ex sargento de la Guardia Civil- se encargan de la pensión, y Machado tiene la oportunidad de charlar diariamente con quien dos años más tarde será su mujer.

Sobre Leonor sabemos poquísimo, casi nada. Las pocas fotos que de ella se han publicado confirman lo que siempre se ha dicho, que era menuda con ojos oscuros, y demuestran que tenía abundante cabellera negra, bonita cara ovalada y expresión simpática. ¿Y otros testimonios? No sólo no poseemos una apreciación pormenorizada del propio Machado sino apenas alusiones de familiares, amigos o compañeros suyos. Especialmente decepcionante resulta el silencio al respecto de Rubén Darío, ya que, en París, el nicaragüense y su compañera Francisca Sánchez veían a la pareja con cierta frecuencia (Francisca visitó a Leonor en la clínica, además, cuando se declararon los primeros síntomas de la fatal tuberculosis que la llevaría a la tumba en 1912).

En cuanto a correspondencia epistolar entre ellos, si existió en la época del noviazgo -y podemos suponerlo- no parece haber sobrevivido. Después es probable que nunca hubiera, ya que apenas se separaron un día. Desesperación para el curioso, pues, y una larga lista de preguntas sin respuesta. ¿Recibió Leonor alguna formación escolar? ¿Le gustaban los libros? ¿Machado se encargó, como Rubén con Francisca, de introducirla en el mundo de la literatura? ¿Cómo fue su relación sexual con ella, si es que hubo? En algunos de los comentarios hechos después en las cartas a Pilar de Valderrama, conservadas por milagro (aunque con algunas mutilaciones), el poeta da a entender que el matrimonio no tuvo tiempo para madurar. Es probable que así fuera.

Soria ha logrado conservar mejor de lo imaginable la curva de ballesta del Duero en torno a la ciudad (excepción hecha de Santana y un puente nuevo para facilitar el acceso de peatones a San Saturio desde la otra ribera). Aquí, a la vera del agua, los amantes siguen esculpiendo sus nombres en los troncos de los álamos, y surge a cada paso la evocación de las caminatas de Machado y Leonor, recordadas desde Baeza en versos que figuran entre los más tristes jamás escritos en español.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_