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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Soy padre separado

Y sólo veo a mi hijo nueve días al mes. El Gobierno plantea, en el anteproyecto de ley del divorcio que aprobó el viernes el Consejo de Ministros, el hecho de la custodia compartida y ya han saltado las alarmas de varias asociaciones. Éste es un tema que quema.

La señora Ana Mª Pérez, de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas, se muestra "enfadada ideológicamente" por esta medida y la señora Ángela Alemany, de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, arguye que no es conveniente.

Pues bien, en primer lugar e intentando hacer reflexionar a las personas que piensan como la señora Pérez, los que, hasta ahora, estábamos verdaderamente enfadados ideológicamente éramos los padres que sentimos esto de la paternidad desde la redefinición de nuestra masculinidad. Los que llevamos un largo historial de lucha por el feminismo real (no el de salón) y que hemos visto cómo la justicia no se repartía por igual: existía una discriminación por género. Como si nosotros, los padres, no fuéramos un referente modélico para los niños; ¡hasta ahí podríamos llegar!

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En segundo lugar, la señora Alemany no tiene mucha idea de lo que quiere decir ser hijo de padres separados. Quiere decir que, aunque tus padres no tengan la custodia compartida, has de ir de un lado para otro, tienes dos casas, tienes dos habitaciones; todo esto por una sencilla razón: tus padres no viven juntos, están separados. Y no por ello se siente ningún tipo de inseguridad; a no ser que, con quien convive mayoritariamente el niño, es decir, quien tiene la custodia exclusiva (el 90% son mujeres) le transmita esa inseguridad.

Creo que todas las críticas hacia este progresista anteproyecto de ley, ocultan algo que no se atreven a decir. Ocultan el miedo a la pérdida de un falso marchamo de "persona responsable" de las mujeres, ocultan el miedo a la pérdida de un statu quo que les era muy beneficioso, tanto crematística como emocionalmente, y, además, oculta el reconocimiento de que algunos hombres hemos evolucionado y ya no somos el Homo erectus, que en algunos medios y anuncios televisivos se empeñan en perpetuar. Nosotros hemos madurado. Ahora os toca a vosotras asumirlo.

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