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Reportaje:LECTURA

La formación del nuevo Gobierno

Luis R. Aizpeolea

La mañana del 16 de marzo, a los dos días del triunfo electoral del PSOE, la secretaria general del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, María Teresa Fernández de la Vega, recibe una llamada de Gertrud Alcázar, la secretaria de José Luis Rodríguez Zapatero, para que acuda al despacho de la secretaría general del PSOE, en la planta cuarta de la calle de Ferraz, 60. Fernández de la Vega (valenciana, de 54 años, jurista con amplia experiencia política, no afiliada al partido) está, cuando recibe la llamada, en su despacho del Congreso trabajando en la configuración de las mesas del Parlamento, ya que la elección de la presidencia y de sus altos cargos se producirá en los próximos días. Fernández de la Vega se lleva los papeles porque cree que Rodríguez Zapatero puede estar interesado en ese asunto, aunque la llamada la sorprende porque él siempre ha despachado los temas del grupo parlamentario con su portavoz y amigo, Jesús Caldera.

Luis R. Aizpeolea

"Ciudadano Zapatero', de la editorial Espejo de Tinta, de próxima publicación, es una crónica periodística que explica la trayectoria política del presidente del Gobierno en los últimos años; desde su nombramiento como candidato a la presidencia por su partido, el PSOE, hasta su triunfo electoral del 14-M y la formación de su Gobierno, por primera vez paritario, del que se publica un amplio extracto de ese capítulo.

Alonso, que paseaba por Valladolid cuando recibió la llamada, se quedó de piedra porque esperaba ser ministro de Justicia. Aceptó no sin protestar ante su amigo: "¡Menudo marrón!"
Al margen de Espinosa, Zapatero conoce, aunque de forma desigual, al Gobierno. No improvisó su equipo. Llevaba pensando en él desde navidades y durante la campaña del 14-M

No hace más que llegar a Ferraz y acomodarse en el despacho de Zapatero cuando, sin darle tiempo a preguntar el porqué de la convocatoria, le espetó: "Vas a ser vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de la Presidencia". Antes de que pudiera reaccionar, Zapatero argumentó: "Hace tiempo que decidí que ese cargo lo ocuparía una mujer. No ha ocurrido nunca en este país y es importante que lo hagamos ahora. Quiero que lancemos ese mensaje, que responde a una convicción democrática profunda. Y quiero que esa persona seas tú".

Fernández de la Vega se queda perpleja. No esperaba semejante nombramiento. Ni era de la ejecutiva federal del PSOE, ni formaba parte del comité de notables, ni tampoco había estado en el núcleo de apoyo que aupó a Zapatero a la secretaría general del PSOE, en julio de 2000. Puesta a esperar un cargo de peso, que tampoco lo esperaba, hubiera recibido con menos sorpresa el de presidenta del Congreso. Pero acepta el reto por cuestión de responsabilidad y porque cree en el proyecto. Zapatero le pidió que guardara silencio y le encargó que preparara la estructura del nuevo Gobierno. Le adelantó que tendría dos vicepresidencias, pero que habría un ministerio más con relación al último Gobierno de Aznar, el de Vivienda. Este aumento, insistió, tendría que compensarse con la reducción de secretarías de Estado. (...)

Cuando salió del despacho del secretario general, lo primero que hizo fue localizar a Caldera, que también se encontraba en la sede de Ferraz porque el presidente electo le acababa de recibir. Necesitaba hablar con Caldera, su jefe en el Parlamento durante los últimos cuatro años, amigo personal del presidente y al que todo el mundo daba por hecho que sería su vicepresidente político. Fue un encuentro emotivo en el que Fernández de la Vega expresó su reconocimiento personal a Caldera, que asumió con desazón interior, pero con deportividad, la decisión del presidente. (...)

El primer mal trago

Para Zapatero fue duro tener que comunicar a su amigo que no iba a ser vicepresidente. Le recibió el mismo martes 16 de marzo por la mañana, unos momentos antes de hacer lo propio con Fernández de la Vega. Le explicó que había decidido que Pedro Solbes iba a ser vicepresidente económico, y que para la otra vicepresidencia, la política, necesitaba a una mujer porque iba a cumplir su compromiso de paridad.

Dio a entender, no obstante, que lo que esta vez no era posible podría serlo más adelante. Entonces puso sobre la mesa la cartera de Fomento, de la que Caldera había sido portavoz en el Congreso. Pero también le dio la opción de elegir lo que más le gustase, algo lógico para quien había sido su número dos parlamentario en la legislatura que le había llevado a la victoria. Caldera se lo pensó, y antes de que Zapatero marchara a Lanzarote, el viernes 19 de marzo por la mañana, para descansar el primer fin de semana tras su victoria electoral, tuvo la respuesta: sería ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. (...)

El 16 de marzo también recibe en su despacho de Ferraz a otro de los principales dirigentes del PSOE, el responsable del área económica, Jordi Sevilla (valenciano, de 48 años), y le propone ser ministro de Administraciones Públicas. Zapatero cumple así el compromiso que había contraído con Sevilla en julio del año anterior. Entonces, Zapatero le convocó para notificarle que iba a encargarle a Miguel Sebastián, ex jefe del servicio de estudios del BBVA, la elaboración del programa económico del PSOE, pese a ser Sevilla el responsable de esa área en el partido. Pero le garantizó que si ganaba las elecciones de 2004 le nombraría ministro. (...)

El miércoles 17 de marzo por la noche, Zapatero se reunió con el desde 1983 presidente de Castilla-La Mancha (de 53 años de edad, y su principal rival por la secretaría general del PSOE en julio de 2000), José Bono. Ya había introducido al veterano político en el comité de notables que constituyó en enero. Antes de las elecciones le había comentado incluso que le gustaría contar con él como ministro del Interior. No hubo respuesta.

Pero el miércoles por la noche cambiaron los planes iniciales tanto para el presidente electo como para Bono. Tras el atentado del 11-M, Zapatero prefería tener al frente de Interior a una persona de su total confianza. Bono, un político para el que la representación es importante, tampoco estaba entusiasmado con un ministerio como Interior, y más después del 11-M, que requería un trabajo interno muy intenso. A su vez, a Zapatero le venía bien el perfil de Bono como ministro de Defensa, en un momento tan delicado como aquel en el que España estaba comprometida con el regreso de las tropas de Irak. (...)

El nombramiento como ministro de Defensa despejó la cartera de Interior, y Zapatero, como ya tenía pensado, se la propone a su amigo de la infancia leonesa José Antonio Alonso (de 44 años, juez y vocal del Consejo General del Poder Judicial, cargo del que había tenido que dimitir para presentarse como diputado en las listas del PSOE por León). Zapatero llamó por teléfono a su viejo compañero de correrías el 20 de marzo desde Lanzarote. Alonso, que paseaba por Valladolid cuando recibió la llamada, se quedó de piedra porque esperaba ser ministro de Justicia. Aceptó no sin protestar ante su amigo: "¡Menudo marrón!".

Zapatero le dice que para ese puesto tan complejo y difícil, en el que además del reto del terrorismo etarra se suma ahora el del islamista, necesita a una persona de su total confianza. Es decir, él. Para Zapatero, el Ministerio del Interior es clave no sólo por los retos que tiene que afrontar, sino por la memoria histórica. Está convencido de que el principal error de Felipe González como presidente fue la gestión de esa cartera al permitir que sus primeros responsables confiaran en altos cargos policiales de la etapa franquista, donde se cocieron los GAL como continuidad de la guerra sucia contra ETA iniciada en los tiempos de Carrero Blanco. (...)

Las dudas de López Aguilar

El presidente decidió que la vacante que dejó Alonso en Justicia la ocupase el canario Juan Fernando López Aguilar (de 42 años, responsable en la ejecutiva del PSOE del área de libertades y política autonómica y miembro de su núcleo duro, que en la primavera de 2000 le respaldó en su carrera por ganar la secretaría general). López Aguilar sabía desde la misma noche electoral que iba a estar en el Gobierno, aunque ignoraba en qué cartera, porque se lo dio a entender Zapatero en una llamada telefónica a Canarias. (...)

López Aguilar, a quien Zapatero citó a su regreso de Lanzarote en su despacho de Ferraz, no aceptó inmediatamente la oferta de ministro de Justicia. Presentó algunos obstáculos, como el conservadurismo de amplios sectores de la justicia que podían desaconsejar a un candidato como él, un hombre de marcada trayectoria de izquierda. López Aguilar preguntó por qué no era Alonso, cuyo nombre sonaba en los medios de comunicación. Zapatero le informó de que iba a Interior y que el hecho de que fuera juez de profesión le podía crear problemas con las instituciones judiciales. (...)

Miguel Ángel Moratinos, ministro de Exteriores (madrileño, de 52 años, diplomático de carrera), también fue citado por Zapatero en la primera semana posterior a su victoria electoral para ofrecerle lo que ya sabía. Le había introducido en el comité de notables en enero. Para el presidente resulta una figura inapreciable por su gran conocimiento de Oriente Próximo, donde fue mediador durante siete años como enviado especial de la Unión Europea para el proceso de paz. Moratinos, tras esa experiencia, mantiene una excelente interlocución con destacados representantes de Israel y la Autoridad Nacional Palestina. Las negociaciones para elaborar la Hoja de Ruta le permitieron abrir una relación personal con el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, que mantiene y resultará muy útil al Gobierno. Zapatero ve además en Moratinos una simpatía por la causa palestina con la que sintoniza desde que tiene uso de razón política. (...)

María Jesús Sansegundo, ministra de Educación, Ciencia y Tecnología (vallisoletana, de 44 años), fue también de las primeras en ser designadas por Zapatero, pues su nombramiento lo tenía claro desde antes de las elecciones, e incluso él se lo había notificado. La había incluido, en enero, en el comité de notables y le había ofrecido formar parte de la lista electoral por Madrid. Rechazó esta última oferta por razones de salud. (...)

También designó antes de irse a Lanzarote a la ministra de Cultura, Carmen Calvo (cordobesa, de 46 años), a través de una llamada telefónica por el móvil porque era un nombramiento cantado. La conoció en Málaga, con motivo de la visita que hizo en navidades al Museo Picasso, en la que hizo de anfitriona como consejera de Cultura de la Junta de Andalucía e impulsora del museo. Zapatero se sorprendió de la oratoria y locuacidad de Calvo y consultó al presidente de la Junta, Manuel Chaves, si no tenía inconveniente en que contara con ella como diputada y para el comité de notables, paso previo para entrar en el Gobierno. Chaves no puso obstáculos. (...)

La negativa de Sebastián

Zapatero, que había decidido mantener el esquema de doble vicepresidencia, política y económica, tenía pensado como plan ideal que el vicepresidente económico fuera Pedro Solbes, comisario europeo, y el titular de Economía, Miguel Sebastián, el ex jefe de servicios del BBVA al que había reclutado un año antes. Como tenía pocas esperanzas de que Solbes aceptase, el agitado 16 de marzo Zapatero se reunió con Sebastián, al que ofreció la cartera de Economía. Durante la campaña, Zapatero ya había anunciado, en una entrevista en Antena 3, que era su candidato como ministro de Economía, y Sebastián contestó: "Menos mal que no vas a ganar". Pero la noche electoral se encontraron en Ferraz, y Zapatero comentó: "Yo me voy a tener que ocupar a fondo del terrorismo, de la política exterior y la territorial. Así es que dejo la economía en tus manos". Sebastián se quedó muy preocupado. Se veía como asesor de Zapatero, pero no como ministro.

La posición inamovible de Sebastián alteró los planes y acumuló en Pedro Solbes la vicepresidencia económica y la cartera de Economía y Hacienda.

En enero, Zapatero incorporó a Solbes al Comité de notables y tras la victoria electoral ofreció al aún comisario todo el poder del área económica. Pero no fue nada fácil para Zapatero lograr la aceptación de Solbes. Se tuvo que emplear a fondo y contar con el concurso de Felipe González. Entre ambos le convencieron de que aceptara el miércoles 17 de marzo, tras una larga y confusa conversación en la que Solbes ni siquiera estaba seguro de que iba a ser, además de vicepresidente, ministro de Economía.

No era de extrañar porque Zapatero y Solbes apenas se conocían. Todo lo que habían hablado hasta ese momento sería unas dos horas. En aquella larga conversación, Solbes expuso sus preocupaciones. Tenía dudas de que pudiera acometerse una reforma fiscal, con bajada de impuestos, cuando no se presentaba un horizonte de vacas gordas. Solbes dijo a Zapatero que era irrepetible la coyuntura económica vivida en los últimos cinco años con una acumulación de fenómenos positivos como la entrada en el euro, la bajada de los tipos de interés, la reducción del precio de las materias primas y los ingresos derivados de las privatizaciones. (...)

Pero no fue Solbes, sino el propio Zapatero, quien eligió a los ministros del área económica, como lo hizo con todo el Gobierno. En el caso de Magdalena Álvarez (de 52 años), la combativa consejera de Hacienda de la Junta de Andalucía, no había ningún problema porque había trabajado con Solbes como directora general cuando fue ministro de Economía y Hacienda con González. Álvarez se hizo famosa en la política nacional porque en 1996 llevó el peso de las reclamaciones de la Junta de Andalucía en financiación autonómica, frente al Gobierno de Aznar, y dio la batalla en todos los terrenos. (...)

El primer secretario del PSC y miembro de la ejecutiva federal del PSOE, José Montilla (de 48 años), era otro nombramiento decidido por Zapatero antes de las elecciones y se lo había comunicado con antelación, aunque no le precisó de qué cartera. (...)

Al ser Montilla un buen gestor, Zapatero le propuso el nuevo ministerio refundido de Industria, Comercio y Turismo, que reflotó tras la desaparición de esta cartera en el Gobierno que inauguró Aznar en abril de 2000. Zapatero justificó a Montilla su cargo con el argumento de que España necesitaba volver a tener política industrial después de ocho años sin ella, y que en Cataluña se encuentra uno de los motores más activos de la industria nacional, amenazada además por la marcha de empresas. Montilla aceptó.

La creación del Ministerio de la Vivienda era otro compromiso electoral de Zapatero, cuyo objetivo era concentrar la preocupación de su Gobierno en uno de los problemas sociales más graves que se plantean a las jóvenes generaciones, según coinciden todas las encuestas: la carestía de la vivienda. Tras la victoria del 14-M, Zapatero desoyó alguna recomendación técnica del equipo de Solbes, que le aconsejaba no crear ese ministerio por las escasas competencias de que iba a disponer al estar la gestión de la vivienda traspasada a las comunidades autónomas. Era un compromiso electoral y lo iba a cumplir. Además ya tenía decidido con antelación quién lo iba a cubrir: María Antonia Trujillo (de 43 años), la consejera de Fomento de la Junta de Extremadura. Venía avalada por el presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que en las reuniones del comité electoral, del que formaba parte, había disertado innumerables veces acerca de las experiencias en política social de su Ejecutivo, y particularmente en la gestión de la vivienda.

Zapatero también tenía decidido con antelación que, si ganaba, Cristina Narbona (madrileña, de 52 años) sería ministra de Medio Ambiente. (...)

Pero Narbona se resistió. Quería limitar su actividad al Congreso, donde había sido elegida diputada, y se lo expuso a Zapatero. Hubo un tira y afloja, en el que Narbona ofreció otras alternativas para ese ministerio. Pero Zapatero estaba empeñado en que era la que mejor podía ejercerlo, por conocimiento y carácter.

Tuvo que emplearse a fondo. Le dijo que su tarea era muy complicada y que ella inspiraba seguridad y confianza para ejercer esa cartera. Narbona se vio tocada en su compromiso moral y al final cedió. La resistencia de Narbona llegó a oídos del Rey, que, en su toma de posesión en el palacio de la Zarzuela, bromeó con ella: "Ya sé que te resistías, pero yo le decía [a Zapatero]: '¡Aprieta, aprieta!".

Elena Salgado, ministra de Sanidad (orensana, de 55 años), fue el comodín del nuevo Gobierno. Zapatero la conocía de su etapa como secretaria general de Comunicaciones en el último Gobierno de Felipe González, y meses antes de las elecciones elaboró un informe sobre las telecomunicaciones en España para la dirección del PSOE que le impresionó. El día de las elecciones, Zapatero la vio en Ferraz y estuvo a punto de comunicarle que iba a ser ministra, pero al no tener decidida la cartera guardó silencio. Al tener capacidad para ser ministra de varias carteras -Medio Ambiente, Fomento, Industria...-, Zapatero la reservó para el final.

El último nombramiento fue el de la ministra de Agricultura, Elena Espinosa (gallega, de 43 años, ex presidenta del puerto de Vigo y posteriormente adjunta a la presidencia del astillero Rodman), a propuesta de José Blanco. Es la única ministra que no conocía Zapatero. (...)

Al margen de Espinosa, Zapatero conoce, aunque de forma desigual, al Gobierno. No improvisó su equipo. Llevaba pensando en él desde las navidades, y durante la campaña del 14-M se convirtió en una obsesión, de modo que por las noches, más que pensar en el mitin del día siguiente, trataba de componer su equipo de Gobierno. La noche electoral lo tenía diseñado en un 80%. Por eso, a las dos semanas de su victoria se conocía en su totalidad, en una información filtrada por goteo, que rompió con la costumbre de esperar al debate de investidura, que aún tardaría en celebrarse 15 días más, para anunciarlo. Quería terminar con el secretismo del que alardeaba Aznar, con su cuaderno azul como fetiche de la opacidad.

Zapatero empieza a pensar en la gestación de su Gobierno en diciembre. El escándalo en la Comunidad de Madrid, protagonizado por la deserción de los parlamentarios socialistas Tamayo y Sáez, en junio de 2003, había debilitado a la ejecutiva federal del PSOE, a lo que también contribuyeron los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, por debajo de las expectativas.

El comité de notables

Así es que, cuando inicia en septiembre el curso 2003-2004, se encuentra en uno de los momentos más bajos de su popularidad, a tan sólo seis meses de las elecciones generales. En ese momento empieza a rumiar la constitución del comité de notables. (...) El comité de notables, que será la principal cantera de su Gobierno, lo anuncia el 8 de enero de 2004 en un acto en el hotel Palace de Madrid, pero las gestiones para su formación las inicia en diciembre. Están al tanto de ellas su núcleo duro: Rubalcaba, Blanco y Caldera.

Zapatero compone un Gobierno en el que hay una mezcla de experiencia, procedente del comité de notables, y de renovación, extraída del partido y del grupo parlamentario, condicionado por la estricta paridad hombre-mujer, con el ingrediente territorial añadido, en el que hay una representación de las cuatro comunidades autónomas en las que más se manifiesta la fuerza del PSOE: Andalucía, Cataluña, Extremadura y Castilla-La Mancha.

Primera reunión del Consejo de Ministros presidido por José Luis Rodríguez Zapateroen el palacio de la Moncloa, en 19 de abril de 2004
Primera reunión del Consejo de Ministros presidido por José Luis Rodríguez Zapateroen el palacio de la Moncloa, en 19 de abril de 2004GORKA LEJARCEGI

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