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Reportaje:52º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Un atracón de películas

El departamento técnico visiona antes de su proyección los 205 filmes que se pasarán este año en el Zinemaldia

Mikel Ormazabal

El Festival de Cine de San Sebastián arranca en un sótano y no en el lujoso auditorio del Kursaal, en cuyo escenario comparecerá hoy Woody Allen. En verdad, se inicia en un cuartucho que siempre está en penumbra y queda muy alejado del glamour y el polvo de estrellas. Es una habitación donde ya se han visionado (hasta ayer mismo) 80 de las 205 películas que se van a proyectar en esta 52ª edición del Zinemaldia. Se conoce popularmente como La Moviola, está ubicada en el subsuelo del hotel María Cristina y tiene la misión de comprobar el estado físico y técnico de todas las copias que se pasan durante el certamen.

Para este departamento técnico, el certamen echó a andar a comienzos de septiembre. Entonces llegaron las primeras sacas de películas. Una por una, el equipo que coordina Daniel Pérez, archivero de la Filmoteca Nacional, comienza la revisión. Cuatro personas verifican "si las cintas están completas, si los rollos vienen en su orden y si la calidad del sonido y de la imagen son aceptables", explica Alejandro Villodas, miembro del equipo desde 1996: "Vemos una media de 50 películas por festival, aunque yo tengo el récord en 72", precisa.

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El Festival de Cine de San Sebastián proyecta desde hoy 205 películas

El trabajo se acumula en vísperas del certamen, lo que obliga a chequear sin descanso unas cinco películas al día por persona. "Esto es apto sólo para cinéfilos", afirma Javier García Mauriño, otro componente de La Moviola. Sentados frente a una mesa de edición, van anotando todos los defectos que encuentran en la cinta: "Puedes encontrarte rayas, empalmes en mal estado, perforaciones, la emulsión levantada o fallos en el sonido", dice. En ese caso, se hace saber al espectador que "la película no está en perfectas condiciones".

Redactado el informe, la saca llega al taller de montaje, donde tres personas empalman todos los rollos (cinco o seis, según la duración del filme) y enrollarlos en una gran bobina. Así queda lista para enviarla al proyeccionista. Este año, la cinta más larga, El Cid, de Anthony Mann, presentada en la retrospectiva dedicada a este director, mide 5.121 metros (una hora de proyección suponen 1.640 metros).

En la última década, en San Sebastián no ha sucedido ningún percance durante la proyección de los filmes, asegura Villodas. No ha ocurrido como en la reciente Mostra de Venecia, donde hubo que encender las luces de la sala y detener el pase oficial de una de las cintas porque los rollos no estaban montados en su orden, lo que derivó en un gran alboroto. En el Zinemaldia, el susto más serio ocurrió el año pasado, cuando se confundieron dos copias subtituladas en sendas salas del Principal. La solución fue muy sencilla: "Se paró la proyección unos minutos, hasta que los espectadores cambiaron de sala", recuerda Pérez.

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Para cuando el certamen luce sus galas, el equipo de La Moviola, recluido en su minúscula sala de edición, digiere mal que bien el empacho fílmico. "Lo que hemos pasado de la Sección Oficial, que ha sido bastante, es muy flojo. Este año no hay nada deslumbrante desde el punto de vista cinematográfico. Otras veces, a estas alturas ya habíamos visto alguna película destacable", coinciden Villodas y García Mauriño.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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