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Columna
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La tricefalia del PP

El sañudo recochineo de los dirigentes del PP -entonces en el Gobierno- con los apuros socialistas para cubrir el liderazgo de su partido, vacante tras la voluntaria renuncia de Felipe González en 1997 a la secretaría general del PSOE tras veinticinco años de mandato, se vuelve ahora en su contra; los aficionados al refranero podrían recordarles con humor que a cada cerdo le llega su San Martín. Si su unilateral decisión de presentarse por quinta vez a las elecciones gallegas vigoriza la continuidad de Fraga como presidente-fundador del PP, la creación del nuevo cargo de presidente de honor especialmente diseñado para Aznar condenará a Rajoy -que será nombrado dentro de un mes presidente a secas por el XV congreso popular- al incómodo trance de tener que disputar el espacio de ese prestigioso sustantivo con sus dos predecesores.

El hacinamiento de personalidades vigorosas en la cima de un partido plantea problemas inevitables de convivencia en formaciones políticas acostumbradas a ser identificadas y a identificarse con una figura solitaria. La travesía del desierto de los socialistas después de perder el poder en 1996 resultó especialmente bochornosa durante la etapa de bicefalia -de abril de 1998 a mayo de 1999- soportada por Almunia como secretario general y Borrell como candidato a la presidencia del Gobierno; sólo la victoria de Zapatero en el 35º Congreso del PSOE puso fin a ese interregno con la solidaria colaboración de las figuras más destacadas -Felipe González, Almunia y Chaves entre otros- de la anterior generación. No parece del todo seguro, sin embargo, que Rajoy pueda contar con esa benevolente disposición de ánimo en sus dos compañeros -a título honorífico o fundacional- de presidencia.

Una interpretación de la tricefalia del PP que tomara metafóricamente como modelo el misterio de la Santísima Trinidad reservaría a Fraga la figura del Padre y a Rajoy el papel del Hijo; Aznar ya se ha reservado las funciones del Espíritu Santo como presidente del think-tank Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES). La belicosa y bronca oposición manifestada por Aznar hace dos meses tanto al voto afirmativo del PP en el referéndum sobre la Constitución europea como a cualquier negociación con el Gobierno acerca de la reforma parcial de la Constitución Española augura una hosca convivencia con Rajoy, que se ha pronunciado previamente a favor de ambas opciones. El futuro presidente de honor del PP -todavía no ha aceptado el cargo- engalana esos profundos desacuerdos políticos con el vistoso ropaje doctrinario de las reflexiones teóricas de la FAES, una tarea para la que Aznar no parece especialmente dotado; ambas discrepancias, sin embargo, tienen un profundo calado y afectan a la línea de flotación de la estrategia popular.

La tricefalia también podría ser interpretada a la luz de los seres y monstruos con varias cabezas pobladores del universo mitológico: como el tricípete acompañante del dios egipcio Serapis o como Cerbero, el perro con tres cabezas y cola de serpiente, hijo de Tifón y Equidna que guarda las puertas del Hades. En El significado en las artes visuales (Alianza, 1979), Erwin Panofsky relaciona esa vieja tradición con un tardío cuadro de Tiziano, Alegoría de la Prudencia, en cuya parte superior campea un lema latino: "Instruido por la experiencia del pasado, obra con prudencia en el presente para no malograr el futuro".

El perfil de un anciano vuelto a la izquierda, el retrato frontal de un adulto en el centro y el perfil de un joven mirando hacia la derecha descansan -inextricablemente unidos- sobre las figuras correspondientes de un perro, un león y un lobo. Si las cabezas de los varones representan las tres edades del hombre, las testas de los animales simbolizan las tres facultades psicológicas de la prudencia, esto es, la memoria, la inteligencia y la providencia: el perro vive la esperanza del futuro, el león domina las realidades de presente y el lobo devora los recuerdos del pasado. De aceptar ese modelo para la tricefalia del PP, su presidente- fundador simbolizaría la voracidad del lobo con el pasado; más dificil sería la distribución de las otras dos cabezas de Tiziano entre el presidente de honor y el presidente a secas: todavía es pronto para saber si será Rajoy o Aznar el león encargado de enfrentarse a las realidades del presente.

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