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El 'colegio del barrio', a 20 minutos en autobús

Los más de 200 alumnos de educación infantil y primaria del colegio Emilia Pardo Bazán de Lavapiés -con un 90% de alumnado inmigrante- no pudieron empezar el curso ayer como la mayoría de los escolares. Lo harán hoy, pero en un centro público de Aluche.

El motivo, el colegio, situado en el número 14 de la calle del Ventorrillo, está siendo reformado (están construyendo un ascensor, pintando, adecentando las tarimas...), de ahí la imposibilidad de que los niños desarrollen la actividad escolar con normalidad. "¿A Aluche?", preguntaba ayer poco antes de las 9.00 una madre ecuatoriana en la puerta del colegio. Acababa de leer una nota en la que se informaba del traslado provisional de los alumnos a otro centro, "por causa de las obras en el colegio". "Yo ni sabía que estaban de obras", comentaba sorprendida con otra madre.

Eso mismo le sucedió a los 16 profesores del centro cuando volvieron el primero de septiembre. Se han encontrado haciendo una mudanza de libros, material y mobiliario en cuestión de horas, puesto que hasta el jueves pasado desconocían dónde se iban a impartir las clases.

"Intentamos que nos colocaran en otros centros cercanos, pero es imposible porque están llenos", explicó el director, Antonio Cabañas, ayer en una junta informativa que se convocó el primer día de curso, ante la imposibilidad de contactar con todos los padres por teléfono.

Como solución, varios autobuses trasladarán a diario a los alumnos desde la ronda de Toledo para asistir a las clases después de un trayecto de 20 minutos, cuando la mayoría vive en el barrio. Esta situación, que se mantendrá hasta diciembre, según confirmó el director, fue motivo de críticas de muchos padres, que, preocupados, se quejaban de la falta de diligencia del Ayuntamiento, "por no planear las obras a tiempo para que comiencen las clases", y de la Consejería de Educación, "que lo que quiere es aburrir y que llevemos a los niños a los privados".

"Yo no le veo tanto problema, mientras que vayan seguros", decía Idania Vallecilla, ecuatoriana y madre de un crío de tres años, intentando apaciguar los ánimos. "Aunque vivimos aquí al lado, si tienen que ir a Aluche irán", asegura Quela Cevallos, cuyos hijos de ocho y nueve años, nuevos en el centro, ya sufrieron la misma situación el año pasado en el colegio Antonio Moreno Rosales.

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