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Columna
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La televisión en cautividad

Andaba Julio Camba en su club londinense cuando alguno de los socios le planteó su perplejidad al comprobar cómo después de tres generaciones importando cocineros franceses había sido imposible que la cocina francesa arraigara en Inglaterra. Entonces Camba deshizo el enigma aduciendo en conclusión que esos datos venían a indicar la imposibilidad de que los cocineros franceses se reprodujeran en cautividad. En Madrid, la situación heredada de RTVE es la contraria. Siempre en cautividad desde su creación en los años sesenta, siempre a las órdenes del poder político del momento, la nómina de TVE ha demostrado una capacidad espléndida de multiplicarse en la docilidad como mero servicio doméstico del Gobierno de turno cualquiera que fuera su coloración política. Esa misma línea disciplinada siguieron desde su nacimiento los terceros canales, los de las autonomías, con una ardiente vocación de obediencia plena al gobierno autonómico respectivo.

Ayer, en la entrevista concedida a Iñaki Gabilondo para el programa Hoy por hoy de la Cadena SER, el nuevo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, reafirmó su compromiso de dejar en libertad a los medios públicos. Indicó que "en estos momentos están gozando de una plena libertad y puedo asegurar que el Gobierno ni interfiere ni hace ninguna petición; estamos además empeñados en una reforma de los medios públicos, con la elección parlamentaria del director, la creación de un consejo audiovisual y en garantizar los contenidos infantiles". Hasta aquí apenas hay diferencias con las proclamas formuladas en los programas electorales del PSOE y del PP antes de que Felipe González y José María Aznar alcanzaran la presidencia del Gobierno en 1982 y en 1996 respectivamente.

Aceptemos que el primero, Felipe González, procedió a privatizar los llamados Medios de Comunicación del Estado procedentes de las redes de Prensa y Radio del Movimiento y en origen de FET y de las JONS. Reconozcamos también que fue un Gobierno socialista el que terminó con el monopolio estatal y abrió la televisión privada. Pero, sin embargo, en RTVE pervivió siempre la sumisión al mando. A diferencia de los canales públicos alemanes o de la BBC, siempre en conflicto con el Gobierno de los laboristas o de los conservadores, de Blair o de Thatcher, los problemas de RTVE fueron en cada caso de modo invariable con la oposición, nunca con el Gobierno que correspondía, obedecido con fervorosa disciplina.

Además, las declaraciones programáticas de terminar con el sectarismo y la propaganda gubernamental de RTVE cuando alcanzaran el poder venían desmentidas de antemano por el hecho de que las televisiones autonómicas que los dos primeros partidos controlaban desde sus taifas respectivos mientras estaban fuera de La Moncloa en absoluto adelantaban esos propósitos de neutralidad sino que daban y siguen dando a su escala las pruebas de partidismo que en teoría se proponían erradicar. Ahí está Canal Sur, Canal Nou o todavía más Televisión de Galicia para confirmarlo, por poner sólo algunos ejemplos relevantes. En cada oportunidad mensual, la Comisión de Control Parlamentario ha escuchado las quejas vehementes de quienes por turno han ocupado los escaños de la oposición, quejas a las que los sucesivos directores generales al servicio de quien les había nombrado hicieron de manera permanente oídos sordos.

Ahora se anuncia otro ciclo y Zapatero no debería fallar en su compromiso de dejar en libertad a los medios públicos. Se trata de hacer una suelta como se hace para repoblar la fauna de algunos montes o de algunos ríos. Veremos si después de tantos años de cautividad la cultura de la libertad se enraiza. Pero enseguida el Gobierno puede echar en falta el recurso a la RTVE como a un diente, por usar la expresión de Miquel Barceló en sus Cuadernos de África que acaba de editar con tanto cuidado Galaxia Gutenberg.

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