Vuelta a casa
La vuelta es así. Bueno, esta Vuelta no, la otra vuelta; es decir, la vuelta a casa. Mejor dicho, al hotel, que para nosotros durante estos días viene a ser lo mismo. Los días que la etapa termina en alto como ayer -en esta vuelta unos cuantos-, toca volver al autobús en bici. Los autobuses no pueden acceder a meta esos días, por lo que la manera más rápida de llegar a ellos es con nuestra propia bicicleta evitando el inevitable atasco. Eso, por si no hubiésemos tenido ya ración suficiente de sillín.
Entonces toca lidiarse toda la bajada al puerto de meta con el aluvión de espectadores que vuelven también para sus casas. Eso de bajar los puertos como los toros en San Fermín es un deporte de alto riesgo. Tienes que evitar aficionados que bajan andando despistados, coches impacientes, cicloturistas con sentido del equilibrio precario, motos de la guardia civil que escoltan a los corredores descolgados, desmontadores de vallas, saqueadores de pancartas, recogedores profesionales de botellines, coleccionistas de gorras y un largo etcétera de gentes variopintas. Una peligrosa carrera de obstáculos de la que algunos no salen indemnes.
Por norma general la gente es correcta y muchos te animan igual cuando bajas que cuando pasaste minutos antes aún en carrera. A veces hay algunos que se molestan cuando les pedimos preferencia, pero tienen que entender que nuestras horas de descanso son escasas y que no hay manera de esquivar la etapa del día siguiente... y la siguiente, y la siguiente.
Pero la vuelta a casa sigue, no termina en el autobús. El autobús arranca y comienza a devorar porciones del mapa, porque ustedes piensan que nosotros damos la Vuelta a España en bici, pero les voy a decir la verdad aunque caiga el mito: hay veces que vamos en autobús. Pero así como en carrera todo es un camino de rosas -es un decir- con el tráfico cortado y con las fuerzas de seguridad del Estado -la policía para entendernos- escoltándonos, fuera de carrera nos encontramos con lo mismo que todo ciudadano, es decir, atasco en la general.
Y aquí estamos, atascados en la entrada a Alicante con un dolor de piernas más que ligero pero menos que insoportable y con unas ganas tremendas de llegar a casa. Y mañana más.
Pedro Horrillo es corredor del Quick Step.
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