Llanitos

Me entristece la carta de Álvaro Sainz de Vicuña. Se llama amigo de los llanitos, pero propone infligir en ellos unos tratos muy poco amistosos, y que justificarían una respuesta muy airada de la parte del señor Caruana, lo que en su vez provocaría otra carta del señor Sainz de Vicuña, y así ad infinitum. No puedo entender cómo una persona que sin duda habrá estudiado el tema durante mucho tiempo pueda imaginar que, tomando medidas agresivas contra sus supuestos amigos del Peñón, se podrá conseguir su devolución a España, sino al contrario, ayudarían a retrasarla hasta no sé cuándo. Ni que haya entendido que los llanitos, no siendo españoles, no podrán ser entregados a España por parte del ningún gobierno británico en contra de su voluntad. Una voluntad que, según los muchos foros internacionales donde España ha participado, todo pueblo tiene derecho de ejercer, por pequeño que sea. Como ya señalé en otra carta, la única vía para romper el círculo, y en algún momento progresar hacia la recuperación, es que España reconozca ese derecho, y deje de adoptar toda medida agresiva.

También se puede preguntar al señor Sainz de Vicuña si los gibraltareños que tienen casas en España no pagan el IBI, supongo que sí. Si viajan por las carreteras españolas, se supone que pagan el mismo precio para su gasolina que todo español, con gran porcentaje de impuesto incluido; si atracan sus yates en puertos españoles, pagan lo mismo que cualquier otro. Si fueran excluidos de España, faltaría el comercio que traen a las tiendas, a los hoteles, a los restaurantes, en fin, a todos los establecientos comerciales que actualmente frecuentan, y donde pagan su IVA como todo el mundo. ¿Cómo justificaría el señor Sainz de Vicuña unas medidas que discriminarían duramente a los gibraltareños, frente al trato que reciben todos los demás extranjeros que visitan España?

Por favor, basta de lenguaje emocional, lo que siempre ha resultado inútil, al menos en esta eterna cuestión.