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Entrevista:MANUEL FRAGA | PRESIDENTE DE LA XUNTA DE GALICIA | ENTREVISTA

"Los buenos toreros mueren en la plaza"

Siempre está firmando o leyendo algo. No desiste del saludo cortés con la mano extendida y la exclamación: "¡Qué hay, paisana!".

Pregunta. Vamos a por la quinta, don Manuel... Se salta usted todas las barreras de la lógica política y hasta las leyes de la naturaleza. Me temo que lo que le pasa es que le gusta la idea de morir con las botas puestas.

Respuesta. Yo estoy de acuerdo con la idea de que los buenos toreros mueren en la plaza. La verdad es que cuando uno llega a la política con la vocación que he llegado yo, no ha sido para ver si uno llegaba a ministro o pretender cualquier otro tipo de ambiciones, sino para ver si uno consigue dejar algo hecho, algo arreglado. Lo que nadie me puede discutir es que ahora se vive mejor y más tiempo y que yo tengo muy buena cabeza.

"No es el momento de plantear en el interior de mi partido una lucha que algún día será inevitable, porque una sucesión como la mía nunca será fácil"
"El perfil de mi sucesor será el de alguien que una el partido. En cuanto a nombres, los que considero apropiados los voy a poner sobre la mesa, pero sólo eso"

P. O sea, que lo de que usted piensa morir con las botas puestas no es una especulación sin fundamento.

R. Pero quienes lo dicen son los mismos que mantienen la peregrina teoría de que Galicia necesita un cambio. Yo pregunto: ¿un cambio? ¿Hacia dónde? Mire... aquí la gente hace tiempo que vota lo que vota porque sabe que aquí se han hecho cosas importantes. Cambio, cambio, ¿por qué? ¿Para qué? Ésa es la cuestion... Yo sé que se dice eso tan fácil de que yo estoy agarrado al sillón, aferrado al poder,cuando lo cierto es que mi poder es muy limitado; además, y esto es lo más importante, sólo lo puede dar el pueblo. Por tanto, ese argumento es un argumento necio que sólo lo utilizan los que me desafían diciendo: ¡Queremos que se presente! ¡Hay que demostrarle que lo machacamos! Ahora resulta que me presento y parece que mi presentación les gusta menos. ¡Je, je!

P. ¿No le produce siquiera alguna repugnancia volver a faltar a su palabra de que no volvería a presentarse?

R. No, porque las circunstancias han cambiado radicalmente el mundo. Además, yo no he faltado a mi palabra, yo no adopté ningún compromiso formal. Lo que yo dije fue que llegaría un momento en el que probablemente habría que dejarlo, cosa que es obvia, pero yo no soy de los que tiran la toalla. ¿Es que hace unos años sucedían cosas como la de la escuela rusa? ¿Había un muro en Palestina? ¿Existía Bin Laden? Y, por supuesto, que muy distinta sería la situación si hubiera continuado el Gobierno anterior, que era un Gobierno comprometido con la situación de Galicia, mientras que ahora, por ejemplo, la señora ministra de Fomento quiere desconocer compromisos de Estado firmados. En estas circunstancias, lo que yo entiendo es que lo que realmente sería faltar a mi palabra y a mi compromiso sería no ponerme a disposición de Galicia. ¡Eso sí que sería faltar a mi compromiso y a mi palabra!

P. Yo no le veo por encima de las limitaciones de la condición humana, como pregonan sus aduladores, y me temo que cualquier día estoupe (reviente) inaugurando algo.

R. ¡Yo no he dicho que me vaya a seguir presentando indefinidamente! Pero que en este momento, dentro de un año, es mi obligación moral, política e incluso histórica (¡pronunciando esta palabra con modestia!) el presentarme; no tengo la menor duda. Es claro que uno no se puede perpetuar en el poder, pero hay gente joven que muere mucho antes. Con arreglo a ese argumento,estaríamos todos en un monasterio.

P. A mí me parece bastante patética la situación en la que realmente está usted sentado en esa olla a presión que es la división interna de su partido...

R. Pues yo le digo que esa división interna no existe, pero si existiera alguien que quisiera intentarla, mi presencia es precisamente lo que la evitaría. Eso ya se está viendo. Además sería una irresponsabilidad inadmisible por mi parte que en estos momentos en los que el Gobierno está sometido a presiones de grupos radicales, que ya han denunciado al alcalde de A Coruña y a Rodríguez Ibarra, yo no estuviera donde estoy para evitar que se ponga en peligro la división de España.

P. Reconozca que su liderazgo carismático hace muy difícil,por no decir imposible, su sucesión.

R. ¡Pues yo opino que mi liderazgo no hace imposible mi sucesión! Lo que es evidente es que habrá que hacerla en un momento o en otro. Pero lo que también está claro es que mi sucesión habrá que dejarla lo más preparada posible y que no se produzca en un momento que no sea el apropiado. Y éste, le aseguro que sería un momento claramente inapropiado; sería uno de los peores momentos para mi sucesión.

P. No se me ocurre por qué.

R. Está claro que se frotarían las manos los contrarios, los que llevan derrotados tanto tiempo y que en este momento pues, efectivamente, en cuanto salió mi nombre se han apresurado a utilizar argumentos pintorescos, que revelan que ellos se dan cuenta de que hay una probabilidad muy seria de que, cuando se produzcan las elecciones, no tendrán las ventajas que ellos calculaban tener.

P. Me imagino que es consciente de que usted actúa de tapón de las ambiciones de muchos de dentro de su partido. Algunos, privadamente, claro, afirman que no hay democracia en el PP de Galicia y que...

R. ¡Eso que dice usted que dicen es una falsedad! Nunca ha habido tantos órganos de participación como ahora. Ya hay listas paralelas, y en Ferrol hubo un caso, ya, en el que no ganó la lista discrepante. En cuanto a lo del tapón, ¡yo tapo lo que tengo que tapar! ¡Y si tengo que hacer de taparrabos, pues hago de taparrabos; pero le aseguro a usted que no tapo lo que no debo tapar. Ése es el papel de un líder político.

P. Lo cierto es que hubo un tiempo en el que usted pensó seriamente en la sucesión. Incluso permitió que algunos albergaran secretas esperanzas. Me gustaría saber por qué las cosas se le han complicado tanto.

R. No, no, no. Las esperanzas de algunos nunca fueron secretas, sino que, al contrario, fueron muy conocidas. Y yo siempre he entendido perfectamente que pudiera haber gentes que aspiren, gente que esté preparada. Lo único que ocurre es que ahora no es el momento. Yo no tengo la culpa de que exista el señor Bin Laden, ni de que hayan caído las Torres Gemelas, ni de que en Madrid haya habido lo que ha habido. Le aseguro que éste no es el momento para plantear en el interior de mi partido una lucha que un día será inevitable. Y no es que las cosas estén más difíciles que hace unos años, porque una sucesión como la mía nunca sera fácil.

P. Realmente, su candidatura contra toda lógica, contra todo pronóstico, habla por sí sola.

R. Contra todo pronóstico no sé. Pero le puedo asegurar que mi candidatura, mi quinta candidatura, está llena de lógica política. La lógica política es la que me lleva a evitar en estos momentos un choque, cuando es esencial que Galicia mantenga su dirección básica y no se hable de cambios.

P. Su candidatura puede que le solucione muchos problemas en el interior de su partido, don Manuel, pero en cuanto a la sucesión no hace más que aplazarlos, ¿no le parece?

R. Pero las cosas, le reitero a usted, y yo nunca la he engañado,que éste es el peor momento para plantear mi sucesión y no le voy a decir nada más al respecto.

P. Lo cual quiere decir que tiene claro que si usted no se presentara, las cosas no estarían tan seguras para seguir gobernando Galicia, ¿no?

R. Digámoslo al revés: creo que yo contribuyo a evitar un cambio en Galicia.

P. ¿Ha calculado cuánto contribuye usted a evitar la derrota del PP en Galicia?

R. Bueno... no quiero caer en la inmodestia. Eso ya lo dirá el resultado de la votación. Si se conforma, le diré que algo, algo contribuyo a evitar que las cosas no se malogren.

P. Pues si me lo permite, le voy a dar un consejo, don Manuel: que no haga usted más promesas de no volver a presentarse. ¡No vaya a ser el diablo! ¿O es usted capaz de prometerle al apóstol que se va a buscar, de verdad, un sucesor?

R. ¡Yo no hago promesa ninguna! Yo le prometo al apóstol Santiago servirle humildemente y pedirle ayuda para Galicia, que es lo que he hecho siempre. Pero es absolutamente obvio que llegará un momento en que... Lo que ocurre es que las cosas no dependen de uno. Yo siempre estaré al servicio de Galicia y de España y de las ideas que yo he defendido, que no son de luchas de clases ni de desintegración territorial, sino de servicio al bien común y a la unidad de nuestro país.

P. Pero dígame al menos si tiene en la cabeza un perfil de quien puede ser su sucesor, si hay nombres que pueden, en su opinión, comenzar la carrera.

R. El perfil será el de alguien que una el partido, que haga la síntesis de todos los valores que nos unen, que esté aquí a las siete de la mañana a trabajar como un negro y que sea, lógicamente,una persona íntegra; por lo demás, el partido deberá expresarse como siempre lo ha hecho. En cuanto a nombres... los que yo ahora considero más apropiados los voy a poner sobre la mesa... pero solamente sobre la mesa. Y voy a darles una oportunidad al menos. Luego el tiempo irá aclarando las cosas.

P. Hubo un tiempo duro para usted en el que daba la impresión de que Aznar no le miraba con buenos ojos. Porque usted insistía demasiado con aquello de la presencia de Galicia en Europa. Sus propuestas eran sospechosas y fueron a parar al cajón de las cuestiones incómodas.

R. Sin embargo, aquellas propuestas mías están siendo recogidas por el Gobierno de Zapatero, lo cual no deja de ser curioso, ¿verdad? Pero, bueno, la política es una cosa muy compleja. Es cierto que unas cosas me han gustado más y otras menos, pero yo tengo que decir que Aznar fue un buen gobernante. A mí me parece que Zapatero podría tener en cuenta propuestas más concretas, como lo es el Plan Galicia; en cualquier caso, yo siempre he dicho que soy canovista y, por tanto, creo en la conveniencia de un turno pacífico, de un gran partido de centro-derecha, como lo es el nuestro, y un partido socialista que no tenga que apoyarse en grupos radicales. Yo tengo que decir que mis entrevistas con Zapatero han sido hasta ahora muy gratas y que, como es natural, le deseo todo el éxito, porque él es el Gobierno de España en este momento y celebro que en muchas cosas coincidamos, aunque lógicamente preferiría que estuviera Rajoy en el Gobierno.

P. ¿Le aconsejaría usted a Rajoy que soltara lastre, que se librara de la sombra de Aznar?

R. ¡Si es que ya no hay sombra de Aznar! Él ha hecho lo que yo le enseñé a hacer en aquel congreso de Sevilla. Ahora a Rajoy lo apoyamos todos y creo que Aznar el primero.

P. Usted llevó a cabo con Aznar una sucesión generosa. Pero él mantuvo luego con usted una relación fría y distante...

R. Efectivamente, yo dije aquello de "ni tutelas ni tu tía", cuando él quería mantener una cierta dependencia, ayuda... Y creo que ahora él debe hacer lo mismo. La apreciación que usted hace, pues es suya, claro. Lo cierto es que yo intenté mantener una buena relación con él,aunque nunca quise forzarla. No coincidíamos, efectivamente, en el ritmo de algunas cosas, pero yo en los momentos difíciles le apoyé siempre. Soy una persona leal y consciente de que toda división es mala.

P. Su lealtad llegó a poner en crisis su liderazgo como presidente de la Xunta, sometiéndose a los dictados de Madrid en el asunto del Prestige.

R. ¡Eso no es verdad! Pero si hubiera sido así, tampoco me hubiera importado. Porque yo creo que un partido que se desune es un partido que pierde siempre; en ese momento y después.

P. Oiga, ¿y qué fue de aquella relación política, tan intensa como fugaz, con aquel Beiras líder del Bloque, rostro amable del nacionalismo gallego?

R. ¡Hombre, eso de rostro amable! ¡No es que se le haya visto especialmente amable en estos días con las cosas que ha dicho intentando agredirme! Pero ésa no es la cuestión. La cuestión es que, después de la cuarta mayoría absoluta, yo intenté tender una mano a todos los grupos para hacer una política que no fuera todos los días de alta tensión. Y Beiras lo aceptó. Pero luego, cuando llegó lo del Prestige, algunos le engañaron creyendo que aquello iba a ser mi final. Y luego, ya lo ha visto usted, que lo han defenestrado los viejos coroneles de la UPGA; los mismos que se negaron a jurar la Constitución.

P. Le confieso que llegué a pensar que la relación entre su PP y aquel Bloque moderado de Beiras podía dar lugar a una alternativa singular para Galicia.

R. Sí, sí, aquello fue factible,pero no fuimos nosotros los que rompimos esa posibilidad. Aquel momento se perdió, no se aprovechó. Yo soy partidario de un buen partido galleguista, pero dentro de España, no con dudas al respecto.

P. No me negará que hubiera sido ciertamente singular una alianza entre el PP y el Bloque que pudiera gobernar Galicia, ¿no?

R. Pues sí, pero para eso hacía falta que rectificaran ciertas cosas, que se eliminaran ciertas cosas. Eso se perdió todo el día de las mociones de censura del Prestige. Ese día, Beiras quedó prisionero de los coroneles, y cuando pudieron lo desplazaron. El Prestige llevó todo aquello por delante; pero no a mí, como ellos pensaban, sino a ellos.

P. La verdad es que viendo el panorama político de Galicia, tiene que reconocer que es usted causa y efecto de todo, de la situación cerrada un tanto asfixiante, ¿no?

R. Yo tengo la obligación de impedir que aquí triunfen las posiciones de un nacionalismo extremo y excluyente. Y si el socialismo no ha avanzado más es porque aquí ha habido un Gobierno en el que estaban los socialistas y que hay que ver los resultados que dejó.

P. Su hiperliderazgo es un tapón, señor Fraga.

R. Lo ha dicho usted ya cuatro veces, y yo le digo que ¡no!

P. Yo le tengo que decir que hay mucha gente que piensa que veinte años en el poder e moito (es mucho) y que Galicia necesita una pasada por la izquierda,una liberación de la política clientelar de la que le acusan.

R. ¡Para política clientelar, la del tripartito que hubo aquí antes de que yo llegara al Gobierno! La realidad es que en Galicia el caciquismo se ha acabado hace mucho tiempo. El gallego se sabe dueño de su voto y lo demuestra.

P. Supongo que usted sabe de sobra que hay gente en su partido que pronostica su derrota,que existe una cierta necesidad de matar al padre, eso que viene en los manuales de psiquiatría.

R. De lo único que soy consciente es de que, efectivamente,debemos dejar en manos de psiquiatras a los pocos locos que pueda haber sueltos por ahí. Es cierto que hay algunas personas a las que les importa más su personalismo, pero son muy pocas.

P. Algunos de los suyos me dicen que es un clamor dentro del partido la idea de que usted no debería presentarse por quinta vez...

R. Si dicen eso, no serán tan míos, ¿verdad? Y además, ¿dónde está ese clamor? Yo tengo muy buen oído y no he escuchado nada de eso.

P. Entre los dirigentes de Madrid, el cálculo que hacen es más cínico: "Si gana Fraga, gana el PP; si pierde, pierde él". ¿Cuenta usted con esa actitud tan desleal?

R. ¡Eh! Bueno, puede que haya alguno que haga ese cálculo,ciertamente miserable. Pero no es, desde luego, el sentimiento colectivo del partido y de sus dirigentes porque además han sido ellos los que me han animado a dar este paso. En todo caso, lo más importante es lo que quiere la sociedad gallega, y en este momento yo creo que prefiere la seguridad y la continuidad.

P. Dígame, sinceramente, si entra en sus cálculos la posibilidad de perder y, sobre todo, cómo lo iba a digerir si los gallegos le dan la espalda...

R. Pues qué quiere que le diga; si perdiera, no me iba a gustar nada, pero lo aceptaría como lo he aceptado en varias ocasiones en mi vida.

P. Podría ocurrir que el fantasma del Prestige surgiera del fondo del mar o que la gente de Galicia le pasara factura de tantos años de autocracia y...

R. ¿Qué es eso de autocracia? ¡No le puedo aceptar esa palabra! Aquí lo que ha habido es un prudente liderazgo dentro de condiciones muy concretas, pero siempre dentro de las reglas del juego de la democracia.

P. La gente puede llegar a hartarse, le pueden decir que ya está bien. Me pregunto qué poderosas razones le impulsan a asumir el riesgo de perder, de salir por la puerta pequeña de la política.

R. Si la gente me dice que ya está bien, lo aceptaría con tristeza, pero lo aceptaría. Soy consciente de que tengo alguna posibilidad de perder, pero ése es un riesgo que acepto como un sacrificio, porque creo que cumplo con mi obligación y con mi conciencia. Usted me conoce bien y sabe que mi decisión no es interesada, sino que tiene que ver con mi idea de servicio a España y de evitar que las confrontaciones del pasado, que tanto daño han hecho a este país, no se vuelvan a repetir jamás.

P. Pero hay quien puede pensar que por encima de la épica patriótica que usted tiene hay otra razón más pequeña: evitar que su partido salte por los aires en mil pedazos.

R. Es que el partido no es para mí lo importante. Lo importante es que hasta ahora no ha habido en Galicia ningún otro que la haya servido mejor y, por tanto, tengo que defenderlo. Y su unidad también.

P. No me puedo olvidar, don Manuel, de aquellos días amargos del Prestige, cuando usted iba a Madrid a suplicar ayudas a su Gobierno, y de cuando regresaba a Santiago le gritaban aquello tan terrible: "¡Hay que ir morrendo [muriendo], Manolo; hay que ir morrendo!". No sé si aquello le afectó más que el que ahora le llamen viejo a la cara.

R. Como usted comprenderá, todo es relativo, porque tener hoy unos años no es lo mismo que tener esos años hace veinte y porque es Dios quien decide que uno sobreviva o no, hasta que él quiere, como es natural. Yo cuando oía aquello que me cantaban y que ciertamente era cruel, pues... me daba perfecta cuenta de que eran muy poquitos los que se atrevían a cantar aquello, y la verdad es que eran unos cantamañanas. El pueblo gallego nunca ha cantado eso. Conmigo han cantado el himno gallego, que es maravilloso, y que ahora me llamen viejo como único argumento político, después de tantos años de trabajo por Galicia, pues no me afecta en absoluto. Los años pasan para todos. Y yo le digo a usted que ya quisieran muchos estar con veinte años menos como yo estoy ahora.

Manuel Fraga, en su despacho de la Xunta de Galicia.
Manuel Fraga, en su despacho de la Xunta de Galicia.CARMEN VALIÑO

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