_
_
_
_
VIAJE DE CERCANÍAS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La vuelta al origen

Avanzaba hacia el pueblo de Orba, entre bancales milenarios de piedra gris y tierra roja con algarrobos, olivos y almendros, e iba dejando atrás pueblos como cadáveres en la cuneta. Al salir de cada curva aparecía, en cambio, un nuevo y sorprendente conglomerado urbanístico, es decir, otro montón de casas apiladas como escombros en un vertedero municipal. De lejos no se distingue si se trata de un cementerio o de un almacén de turistas. La arquitectura es ecléctica, como la política, como las sustanciosas licencias municipales. Sólo es posible apartar la vista de esos grandes pegotes para evitar el horror, aunque trataba de verle el lado bueno. O sea, que la alianza de constructores y alcaldes de La Marina Alta garantiza el pleno empleo aunque a expensas de un desarrollo insostenible.

La alianza de constructores y alcaldes de La Marina Alta garantiza el pleno empleo aunque a expensas de un desarrollo insostenible

Los viejos pueblos de abajo comerán de los nuevos pueblos de arriba. Aunque una vez llenen todos el estómago el paisaje será lo mas parecido a un excremento.

Y acto seguido me puse a pensar en la Creación. En el Génesis. En el pasaje bíblico que refiere el origen del Universo: no había arbusto en el campo, ni germinaba la tierra por no haber todavía llovido, ni había hombre que la labrase, ni rueda que subiese el agua con que regarla. Así que Dios formó al hombre de polvo de la tierra barro y le inspiró aliento de vida.

Es decir: primero fue el barro y del barro, por obra de Dios, nació el alfarero.

Este de Orba se llama Vicente Prats Zaragoza. Tiene 56 años. Dos hijas y un hijo, nacidos todos como su padre y su abuelo de la misma arcilla.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Su abuelo se llamaba Salvador María Prats. Fue él quien empezó el negocio. Trabajó hasta independizarse en una de las seis alfarerías del pueblo, de las que hoy no quedan mas que una y media porque a la de Vicente (y que esto no vaya a molestarle) le faltan tramos de techumbre por la misma razón que le sobran muchos metros de fidelidad al oficio. Y de creatividad.

Lo que siempre se hizo a mano, o a lo sumo con moldes hechos a mano, seguirá haciéndose así, aunque el precio de perseverar en una de las tradiciones mas antigua de la humanidad sea el de tener una fábrica con apariencias de haber sido bombardeada por el progreso.

¿O no ha sido la mecanización un auténtico y demoledor bombardeo? La Teulera (que así se llamaba la alfarería en el pasado) está invadida por almacenes de materiales muchos de ellos importados para la construcción. Los ves desde la carretera. Son como monumentos al retrete de diseño, a los lavabos de doble seno, a los bidés vaginales. Pero has de prestar atención y allí donde crece una higuera y asoma la techumbre cavernaria, allí está la cuna de la alfarería. El arte en estado puro. El soplo de Dios en el polvo que da vida y alma a cada pieza. No hay dos iguales y, sin embargo, todo es muy igual. Una teja es sin duda una joya.

A Vicente Prats le ayuda su hijo Román, de 28 años. Si de Román depende, el negocio no se cerrará. Su bisabuelo ya era alfarero y él ama el oficio que, poco a poco, y aun careciendo de prestigio entre los jóvenes, presiente que acabará convirtiéndolo en arte. Son mas de 2.500 metros cuadrados con piso de tierra entre paredes inclinadas y boquetes que un Miquel Barceló sabría convertir en un templo africano. No, sus tres hornos no se apagarán.

Vicente se niega a ello. Recuerda cuando empezó a ayudar a su padre a los 14 años. Era un juego al principio. Su padre trabajaba día y noche. Se construyó el horno él solo y tal como manda la tradición, tal como él hace ahora los hornos cuando se lo encargan en algunas casas de lujo o sin lujo, clientes que aman la tradición y el gusto por el pan y las cocas de toda la vida. Y encima Vicente los hace mas baratos a mano, y del tamaño que le pidas, que si te vas a comprarlos prefabricados. Y no hay comparación. Esto nadie se lo discute.

Todo es por encargo. La nieta del mariscal Rommel es una de sus clientas locales. Vive en Dénia. Y le encargó todo el barro hecho a mano, y los azulejos, la chimenea y el horno de asar. Te enseña fotos muy orgulloso y tu exclamas, oh, oh, sin olvidar el rostro del zorro del desierto, la esvástica, los campos de exterminio nazi, pero estos cuartos de baño son de verdad acogedores, cálidos, luminosos. ¿Debo decirle a Vicente y a Román que Rommel, el abuelito de su clienta, tuvo en su haber no sólo victorias militares sino el hecho de haber conspirado contra Hitler? ¿Debo añadir que eso le costó la cicuta ya que sería obligado a suicidarse para dejar limpio el apellido y no ser juzgado y condenado por alta traición e intento de asesinar al Führer?

Pero la alfarería -ya estamos recorriendo una nave tenebrosa- sobrevive a las guerras y un alfarero no tiene necesidad de hacerse el harakiri ni siquiera en tiempos de crisis como la actual, cuando la competencia de los productos orientales (los chinos, por ejemplo) es imbatible. Pero el barro se adapta a los tiempos. Y así como en la posguerra fabricaban tuberías de desagüe, nada mas introducir el plástico volvieron a las tejas, las jarras los ladrillos y las baldosas.

Algunos ceramistas clásicos, como Eduardo Oliver Momparles, de Manises, ha frecuentado al taller de Prats después de jubilarse por el gusto de enseñar algo de lo mucho que sabe, y de matar de paso el gusanillo de la arcilla.

Un escultor holandés afincado en el vecino pueblo de Orbeta -Enrik- enseña a Román el arte del cincel y ahora hacen juntos algunas baldosa con relieve, y Román esmalta. Entre los escombros de la fábrica se recuperan viejos moldes. Hay que aprovecharlos. Los entusiastas de este oficio acuden con piezas antiguas y piden a Vicente y a Román que las reproduzcan, cuesten lo que cuesten.

¿Qué importa, bien visto, el tiempo o el dinero?

El barro es eterno y gratuito. Mas que del cielo es un don de la tierra. Las manos de estos hombres fueron moldeadas para este oficio que llevan dentro. Y aunque parte del techo se desplome, ellos volverán al mismo lugar para seguir haciendo exactamente lo que hacen.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_