De lo infinitamente próximo
Los escritos atribuidos al pensador Zhuang Zhou (365-285 antes de Cristo) constituyen una obra asombrosa por varias razones. Su arquitectura fragmentaria y descosida, el recurso a un lenguaje deslumbrante que desafía a menudo la lógica de la razón y de la gramática, su sentido del humor corrosivo, junto con la radical transmutación a la que somete los valores fundamentales de la sociedad china de la época, lo convierten en un texto único que ha eludido todos los intentos por someterlo a un patrón de lectura definitivo.
Occidente también ha sucumbido a los encantos y a los retos ofrecidos por este texto. No obstante, las principales líneas de investigación no han producido un resultado satisfactorio. En algunos casos, se ha tratado de proyectar en él problemáticas ajenas al texto, como cuestiones relativas a la teoría del conocimiento; en otros, se ha procurado minimizar la propuesta ideológica y disolver el contenido crítico del texto hasta convertirlo en una obra puramente estética; por último, otros han visto en los escritos de Zhuangzi la plasmación de arcaicas prácticas esotéricas, de complejas técnicas chamánicas al servicio de una inefabilidad mística. Pocos son los estudios que han logrado una interpretación que haya sabido rescatar todo el vigor y la actualidad de este escrito. En este sentido, el ensayo de Billeter es una feliz excepción. Sin embargo, su procedimiento es en apariencia de lo más simple y razonable. Consiste en tomar como fundamento de su acción hermenéutica una escrupulosa y cuidadosa traducción del original, esto es, en leer despacio. Además, en opinión de Billeter, Zhuangzi es ante todo un "filósofo", alguien que piensa por sí mismo y que vuelca su atención hacia la experiencia que tiene de sí mismo, de los demás y del mundo. Siguiendo la estela de Wittgenstein, para quien la descripción es el acto filosófico por excelencia, el análisis de Billeter considera que la obra de Zhuangzi reúne una multitud de descripciones, de observaciones casi fenomenológicas, sobre parte de nuestra experiencia. Al contrario de lo que ocurre en la tradición occidental, buena parte de la literatura filosófica china se centra en pensar el gesto, verdadero cimiento de nuestra actividad consciente; en aprehender su irrupción y su evolución con el propósito de modificarlo y perfeccionarlo hasta alcanzar la acción espontánea, el gesto natural y necesario. La primera de las cuatro lecciones ofrecidas por Billeter, titulada El funcionamiento de las cosas, se ocupa de los pasajes del Zhuangzi que describen las etapas que componen el aprendizaje de cualquier práctica. Analiza las fases que se suceden en todo proceso de aprendizaje: desde la oposición y resistencia inicial entre el sujeto y el objeto hasta que, a fuerza de práctica y pericia, se produce una sinergia tan completa entre ambos que la actividad se transforma, se emancipa del control de la consciencia y no obedece más que a sí misma, pasando a un régimen superior. La segunda lección se titula precisamente Los regímenes de la actividad y, en ella, Billeter procura articular los diversos modos de transición entre los dos regímenes primordiales que distingue Zhuangzi: por un lado, el humano, propio de la actividad intencional y consciente; por otro lado, el del Cielo o natural, característico de la actividad necesaria y espontánea. No se trata tanto de eliminar la actividad intencional como de establecer una relación armoniosa entre ambas; evitar que la actividad consciente impida el acceso a otras formas de actividad más profundas y fecundas, que lo intencional destruya lo espontáneo. La tercera lección, Una apología de la confusión ahonda en los métodos que Zhuangzi propone para, a partir de un continuo proceso de vaciamiento y despojo, actuar acertadamente. Nociones tales como el olvido, la calma, la inmovilidad, el vacío, tan recurrentes en la obra de Zhuangzi y que, hasta ahora, no lograban más que enmarañar al lector, adquieren en los análisis de Billeter un sentido más concreto y auténtico. Por último, en la cuarta lección, titulada Un paradigma de la subjetividad, Billeter recapitula los principales temas abordados en las lecciones anteriores y los amplía a partir de tres ejes de reflexión: el cuerpo, el retorno a uno mismo y el valor de la estética, de la música en concreto, como elemento catalizador e integrador de todas las fuerzas del cuerpo, desde las más elementales hasta las más evolucionadas.
CUATRO LECTURAS SOBRE ZHUANGZI
Jean-François Billeter
Traducción de Anne-Hélène Suárez
Siruela. Madrid, 2004
186 páginas. 11,50 euros
Este breve ensayo logra operar una suerte de paradójico prodigio: convertir la obra de uno de los pensadores más alejados de nuestra cultura en un ágil y fascinante viaje a través de una experiencia universal que, por ser tan cercana y común, tan infinitamente próxima, ha sido desdeñada por nuestra cultura filosófica. La universalidad de esa experiencia le permite a Billeter convocar y debatir las revelaciones de autores tan heteróclitos como Spinoza, Montaigne, Kleist, Valéry o Michaux, con el propósito de mostrar sus diferencias y flaquezas respecto a la propuesta de Zhuangzi. Somos conscientes de que la representación del sujeto y de la subjetividad, del dualismo de la mente y el cuerpo, proporcionada por nuestras tradiciones religiosas y filosóficas se tambalea desde hace tiempo pero seguimos presos de ella a falta de una alternativa. La lectura polifónica que Billeter realiza de Zhuangzi nos permite experimentar la disolución y la redefinición de esas categorías desde una óptica original y coherente.
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