Pagar la factura
Si yo estuviera en la piel del presidente Camps -Dios no lo quiera, y menos en los actuales momentos- no se me ocurriría atribuirme la paternidad de la Ciudad de la Luz, como él ha hecho recientemente. En esta obra aún no se ha escrito la palabra fin, y habrá que ver qué sucede cuando los estudios abran sus puertas algún día. Llegado ese momento, como los nuevos directivos no sean capaces de convencer a una docena de productoras para que acudan a rodar, la Ciudad de la Luz tendrá dificultades. El gasto de estas empresas es considerable si uno quiere dar los servicios necesarios, y para afrontarlo se necesitan muchos rodajes. Quizá resulten demasiados para los tiempos que corren. Claro está que siempre se puede vender el terreno de los alrededores para construir apartamentos, como se ha pretendido en Terra Mítica. Tal vez se oculte aquí la clave de un negocio que a tantas personas nos resulta, hoy por hoy, inexplicable.
A la vista de las informaciones publicadas por la prensa, los socialistas se han apresurado a pedir una auditoria para conocer las cuentas de la empresa. No hace falta ninguna auditoria para saber que la Ciudad de la Luz es un pozo sin fondo. Eso ya lo conocen sobradamente los ciudadanos. En todo caso, lo que nos gustaría saber son los nombres y apellidos de quienes se han lucrado durante estos años, y eso no nos lo iban a decir los auditores. ¿Creen ustedes que sabremos algún día cuanto nos han costado los excelentes consejos del señor García Berlanga? De ningún modo. Por lo demás, me parece de mal gusto recordar continuamente cómo se ha malgastado nuestro dinero.
Tampoco es necesario el plan de viabilidad para el proyecto que demanda el diputado José Camarasa. Puede hacerse, qué duda cabe, pero presiento que será un documento inútil, como inútiles han sido los estudios y las prospectivas que se han realizado hasta ahora. Para lo único que han servido tales trabajos es para beneficiar a unas empresas de consultoria, que han pasado unas minutas fabulosas por los informes. En cuanto a éstos, y a la vista de lo publicado, lo mejor que se puede decir de ellos es que han abierto una nueva línea en la literatura fantástica: el negocio ficción. Si todo cuanto pretenden los socialistas con estas demandas es el desgaste político del Partido Popular, no deben preocuparse: el tiempo se encargará de ello sin que sean precisos nuevos planes de viabilidad o auditorias.
A la vista de lo sucedido, lo que está claro es que la Ciudad de la Luz responde a una forma de hacer política que encandiló a la Comunidad Valenciana durante los pasados años. Vistos con cierta perspectiva, asombra que proyectos como Terra Mítica o la propia Ciudad de la Luz suscitaran un entusiasmo tan irreflexivo en su momento. Repasar hoy los periódicos de aquellos días y leer los elogios que se vertieron sobre estas empresas causa desazón. Se diría que durante aquel periodo, los valencianos vivimos en la inopia. Así nos retratan ahora las estadísticas. Pero no nos engañemos: lo que primó en aquel tiempo, realmente, fue un modo de ejercer la política donde los avispados se situaron por encima de las leyes para su propio beneficio. Y ahora, tenemos que pagar la factura.
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