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Reportaje:

El equipo de la reconciliación

El técnico bosnio, Blaz Sliskovic, intenta cerrar las heridas bélicas seleccionando también a jugadores de origen croata y serbio

Cuando la selección española jugó en Sarajevo en septiembre de 2000, el fútbol bosnio estaba atascado en un profundo cisma. Aún ardían demasiado la memoria bélica y el viejo rencor que inflamaron los Balcanes en la primera mitad de los años 90. A finales de ese decenio, Bosnia albergaba tres campeonatos separados y autárquicos: bosnios, en su inmensa mayoría musulmanes; croatas y serbios, los principales grupos del país, que se habían enfrentado en la guerra, disputaban Ligas independientes. Pero el deporte no sólo reafirma una identidad. También es un factor de integración y en el caso bosnio se ha revelado como edificante para la normalización tras unos tiempos terribles.

Los bosnios y los croatas abrieron en 2000 vías de entendimiento formando un torneo común al que se unieron los serbios en 2002. El fútbol recuperaba así una coexistencia multicultural que siempre ha estado presente en todos los matices del espíritu bosnio. Un síntoma de que algo se mueve en la mente de unas comunidades que, de todas formas, siguen eligiendo opciones políticas nacionalistas y difícilmente convergentes a la hora de votar en las urnas a sus representantes políticos.

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El deporte, en definitiva, continúa emitiendo señales de apaciguamiento, aunque no exentas de tensiones puntuales. Por ejemplo, en agosto de 2000 se produjeron graves incidentes entre el público de un encuentro disputado en Mostar por el Zrinjski, con jugadores de origen croata, y los bosnios del Velez, el primero que, tras el conflicto militar, enfrentaba a equipos de las dos comunidades mayoritarias en la ciudad. Y la violencia también apareció en 2002, cuando, por primera vez, la selección de Serbia y Montenegro, todavía con el nombre de Yugoslavia, se opuso en un partido amistoso a Bosnia, en Sarajevo, y la ganó. En aquella ocasión, eso sí, la batalla campal entre los aficionados radicales contrastó con la actitud de los futbolistas, que salieron juntos esa noche para celebrar el reencuentro.

Todo el fútbol balcánico ha dado pasos muy importantes en el camino de la reconciliación. Así, en la selección de Bosnia-Herzegovina, plagada de jugadores que actúan fuera del país, hay defensas de origen croata, como Papac, o centrocampistas cuya madre es musulmana, como Salihamidzic. Y también, algo impensable hace pocos años, serbios como Misimovic, Bajic o Grujic, el primero que se decidió a dar un paso tan significativo como elegir la camiseta de Bosnia pudiendo haber optado por la de Serbia. Incluso ya es aceptado con normalidad que futbolistas bosnios actúen en las Ligas de Serbia y Croacia, y viceversa, en un flujo que ha llegado a los conjuntos nacionales.

Uno de los grandes defensores de esa fusión es el técnico bosnio, Blaz Sliskovic. Nacido en Mostar, cuyo famoso puente sobre el río Neretva fue volado en la guerra y reconstruido como símbolo del nuevo entendimiento, fue un magnífico delantero que vivió sus mejores días en el Hajduk Split, croata, durante los años 80. Tenía un espíritu bohemio, era poco amigo del esfuerzo físico y acostumbraba a fumarse un cigarrillo en los descansos, pero poseía mucha visión del juego y ejecutaba con maestría los golpes francos. Internacional con la antigua selección yugoslava en 26 ocasiones, militó en la Liga francesa y en la italiana. En esta última, en dos etapas, ya que el Pescara le contrató por segunda vez en 1992, a sus 33 años, para rescatarle precisamente de un país enloquecido en el que los obuses ganaban el partido a los balones.

Sliskovic, que antes de la guerra era toda una celebridad nacional y, además, formaba la pareja de moda con una famosa jugadora de baloncesto, se dio el gusto, ya con casi 40 años, de jugar una sola vez para Bosnia. Y desde 2002 dirige a la selección invitando a todo jugador con orígenes bosnios a formar parte de su proyecto, que estuvo cerca de llevar al equipo a la reciente Eurocopa de Portugal.

Bosnios, serbios o croatas... Todos son bienvenidos. Pero también hay quien rechaza la propuesta: el centrocampista Krupnikovic rehusó en enero la llamada de Sliskovic cuando supo que Bosnia se enfrentaría en la fase de clasificación para la Copa del Mundo a Serbia, su país de origen. Argumentó que no podía jugar contra su gente.

Pero Sliskovic persevera en su idea y predica con el ejemplo: hace dos semanas aceptó convertirse en el nuevo entrenador del Hajduk, de la Liga croata, con la condición de seguir siendo el máximo responsable del combinado bosnio. En su tierra, la idea no ha sentado bien, pero no por un prejuicio racial o ideológico. Los aficionados bosnios le quieren ver únicamente al servicio del cuadro que ahora trata de representarlos a todos, cualquiera que sea su condición.

Salihamidzic en un partido con el Bayern Múnich.
Salihamidzic en un partido con el Bayern Múnich.ASSOCIATED PRESS

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