Otros mundos
Hay otros mundos, pero están en éste. ¿Ya lo sabían? Pues no viene mal recordarlo. Si quieren adentrarse en ellos, lean ¡Vida Mostrenca!, de Jordi Costa, y verán cuántos están más cerca de lo que creemos. Verán que incluso ustedes, sin saberlo, forman parte de esos que a veces les horrorizan. Sean sinceros. Hay mundos en los que un grupo que reivindica algo no duda en utilizar como escudos humanos a escolares para conseguir sus fines. El fin justifica los medios, buenos alumnos de Maquiavelo.
Hay mundos en los que un individuo aficionado al cine (y quién sabe si al ciclismo) aprovecha el discurrir de la Vuelta por su pueblo para plasmar con su cámara su última idea hiperrealista. El argumento es digno de Tarantino. Un personaje primitivo y descerebrado (perdonen la redundancia) arroja una piedra de grandes dimensiones al paso de la carrera. Los ciclistas, actores secundarios e involuntarios de la performance, se ven sorprendidos por la acción mientras ruedan a gran velocidad. Unos caen sin consecuencias, otros se rompen huesos, otros se bañan en su sangre, otros vuelan unos metros antes de detenerse inconscientes sobre el asfalto e incluso (el momento sublime) son atropellados por los vehículos que les siguen. Mientras tanto, nuestro personaje no pierde detalle y registra cada una de las escenas dramáticas que suceden a continuación. Imágenes crueles y sonidos angustiosos. Realidad en estado puro, señores espectadores; no se sorprendan, la vida misma. Ocurre a diario en nuestras carreteras (se dirá en la presentación del filme). Imágenes dantescas que les atraparán y les perseguirán en sus sueños.
Los críticos postmodernos le alabarán, aplaudirán la valentía del artista, ese salirse de los caminos marcados que despierta los estados más ocultos de nuestra irritación; provocación (quizá éticamente reprochable) que no nos dejará indiferentes.
Menos mal que hay otros mundos en los ciclistas y tienen un sentido más que los habituales. Mundos en los que un ciclista ve una piedra en su trayectoria y, sin saber cómo, por instinto de supervivencia, va y la esquiva.
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