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Columna
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Y tan amarga

Remodelar un Gobierno en pleno mes de agosto no es que sea anticonstitucional, pero sin duda es de muy mal gusto. Algo a todas luces impropio de personas refinadas, que llevan la camisa bien planchada y saben sonreír con educación. Agosto es un mes que se amortiza en los otros y por eso en la historia contemporánea sólo cuenta a efectos de catástrofes naturales, golpes de estado y sucesos. Más allá del dolce far niente, nada civilizado tiene lugar en agosto. Hagan memoria y verán. En agosto de 1997 se mató la princesa Diana de Gales, en un túnel de París. Siete años antes, en agosto de 1990 el KGB y algunos generales protagonizaron un fracasado golpe de Estado contra Mijail Gorbachov que aceleró el final de la Unión Soviética. Diana de Gales se divertía a orillas del Sena. Gorbachov descansaba en su dacha de Crimea. Ambos estaban de vacaciones y fueron noticia muy a pesar suyo, por culpa de un cochero borracho en un caso y de unos generales ebrios de nostalgia en el otro.

Aquí, ante toda España y parte de Europa, los valencianos hemos dado el lamentable espectáculo de una remodelación de Gobierno en pleno mes de agosto, algo que va en contra de cualquier uso dempocrático ¿Pero en qué país vivimos? El presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, ha tenido la ocurrencia de remodelar su Gobierno en pleno mes de agosto, cuando el periódico se llena de recetas de cocina y las noticias sólo tienen protagonistas en el tercer mundo. Un buen gobernante, Clinton es el último ejemplo, es un gobernante feliz y relajado ¿Cómo se va a fiar uno de un presidente del Consell que es incapaz de descansar en el mes de agosto?

¡Qué bochorno! Cuando todos los políticos salen en paños menores con el mar en la cintura éste ha tenido que salir con traje y corbata para intentar demostrar que no estaba con el agua al cuello, víctima de la marejada interna que vive el PP. Y vaya favor que le hace al turismo valenciano. Pero, hombre de Dios, dedíquese usted a promocionar Cullera con la familia y déjese de agobios internos y de remodelaciones de república bananera.

Pero sin duda lo más interesante es saber ¿para qué se ha hecho la remodelación? ¿para acabar con la especulación y el caos urbanístico? ¿para intentar controlar el poder de las mafias establecidas en el sur de la Comunidad Valenciana? ¿para propiciar la renovación industrial o un pacto que garantice recursos hídricos? ¿para mejorar los deteriorados servicios públicos? Calle, calle ¿Alguien en su sano juicio tiene esas cosas en la cabeza en el mes de agosto? Para nada. Camps ha demostrado que lo único que tenía en magín durante el mes de agosto era la incertidumbre sobre su propia cabeza, amenazada por su querido enemigo Eduardo Zaplana, quien con el plante de diputados del pasado mes de julio le tomó algo más que la horma del zapato.

Camps ha intentado frenar la crisis a base de untar a sus adversarios internos ampliando el número de consellerias hasta transformar su Gobierno en la Prodigalidad Valenciana. Se ha equivocado porque Zaplana, ahora que le ha tomado bien la medida, va a intentar darle la vuelta a su administración como si fuera un calcetín usado. La crisis no ha hecho más que empezar. El presidente se va a poder bañar todo el año en Aguamarga. Y tan amarga, algo huele a podrido y no precisamente en Dinamarca.

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