Retorno
Para animar la rentrée y evitar, de paso, que se pierda el recuerdo de su imagen, el ex presidente Pujol irrumpe de nuevo en escena con el viejo tópico de la inmigración y la disolución de las esencias patrias. No es muy importante. Seguramente lo dijo de pasada y un poco al bies, como solía hacer cuando gobernaba y con una mezcla de desparpajo y cálculo gustaba de meter la pata para fingir campechanía y ausencia de doblez. Muchos le reían las gracias. Ahí está otra vez el abuelo Cebolleta meando fuera del tiesto. Ahora amaga el espantajo del mestizaje. Es sólo una batallita, claro está, pero para el que se muere, lo mismo da morirse en una escaramuza que en las Termópilas. Algunos políticos ya se han desmarcado a medias: no comparten la opinión del ex presidente, pero comprenden su inquietud, y así todos contentos.
Sin embargo, aunque haya quedado perdida en el trasiego del final de vacaciones, la gris omnipresencia de los Juegos Olímpicos y un panorama internacional que quita el hipo, la idea no es trivial, y la ocasión de exponerla no puede ser más adecuada. Durante la pausa veraniega la gente se desplaza sin parar, a juzgar por cómo van las carreteras, y tiene amplias oportunidades de reencontrarse con su país, y ver lo que podría perderse si no se toman medidas correctivas. Imagínense qué ocurriría si nos tocaran la ristra de rascacielos que han convertido nuestra costa en una versión cutre de la Gran Muralla, o las urbanizaciones que se extienden a golpe de recalificación como una mancha de grasa, o los campos dedicados al romántico cultivo de la subvención, los bosques calcinados, los ríos putrefactos, los purines, el turismo de borrachera, en fin, tantos y tantos logros acumulados con paciencia y tesón a lo largo de siglos y consolidados durante las últimas décadas, a la sombra del mismo que ahora nos asusta con la posibilidad de que vengan cuatro pelagatos y lo echen todo a rodar. La inmigración es un hecho inevitable del que se derivan innumerables problemas económicos, sociales y humanos. Hay que resolver los problemas, pero sobre todo hay que afrontar el hecho si queremos forjar un futuro viable. Por suerte, el ex presidente nos propone una buena solución: a las barricadas, a las barricadas.
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