Aventuras espontáneas

Un viaje inesperado es la quintaesencia del azar. Una puerta a la aventura. Escuchen a la actriz en su relato cubano, mientras ensaya la obra El método Gronholm, que la tendrá varada en un escenario los próximos meses.

Así que todo fue un "nos vamos a Cuba en tres días, ¿te apuntas?". Y usted, que sí.

Algo así. La idea era ir a Baracoa y retroceder hacia La Habana en esos coches de los años cincuenta de allá, que muchas veces se estropeaban por la carretera. Entonces el chófer nos dejaba en el camino y se iba en busca de una pieza mágica que pusiese el auto en marcha. Nos reíamos adivinando si el tipo volvería o nos abandonaría.

Eligieron coches de allá y alojamiento en familia de allá, nada de resort y lujo.

No. Es más, cuando conseguíamos una servilleta de papel, la guardábamos celosamente porque seguro que en el baño que entráramos no habría papel. En Camagüey dormimos en casa de una familia de un médico. Conversamos mucho sobre las diferencias de salarios con España y todo eso.

¿Bailó salsa, como es de rigor?

Claro. Con un chico cubano, en el Malecón. Casi me caigo al suelo, fue como un trance. Ellos bailan suavecito y te tienes que dejar llevar.

La música la llevó también a un garaje y allí pasó algo.

Fue en una calle de La Habana. Sonaban tambores y entramos. Bailaban y un señor de mirada profunda te decía cosas de tu vida. Me dijo: "Quien siembra en la arena no recoge frutos". Me quedé algo sobrecogida, pero no quise preguntar.

Volvió con jeroglífico...

Volví agradecida a los que me dijeron: "¿Nos acompañas?". Con esa sensación de libertad que sólo dan los viajes y con la convicción de que las cosas no programadas siempre salen bien. Ahora sueño con viajar a algún país nórdico. Veremos...