Más caña
Quien no protesta, se la lleva puesta. Ésta debe ser la máxima del Gobierno de la CAM. Casco antiguo de Hortaleza: en 1,5 kilómetros de radio contamos con un centro de atención a toxicómanos, un centro de acogida de menores, otro de atención a inmigrantes, un centro de jóvenes con problemas... No pasa nada, los vecinos aceptamos: son centros de atención social muy necesarios (ojalá no lo fueran). Pues eso deben de pensar en la CAM: como éstos no protestan (no como en otros barrios), más caña.
Un centro más: un reformatorio para jóvenes con antecedentes. Situación del centro: previo acuerdo Iglesia-Comunidad de Madrid, se ubica en el antiguo edificio de los Padres Paúles. Éste tiene las celdas habitación de los chicos/as a escasos tres metros de las casas de los vecinos, ventanas frente a ventanas, separadas por dos estrechísimas calles muy concurridas; las broncas son frecuentes y violentas y los insultos de todo tipo a cualquiera que pase por allí, continuos. Llega un momento en que los vecinos no saben si viven en el reformatorio o son los chavales los que viven en sus casas.
Analicemos la operación. Beneficiados, curas y CAM. A los curas les arreglan el edificio -que por su estado no pasa, seguro, la ITE- y se soluciona su problema con Gerencia de Urbanismo. Y la CAM justifica el expediente habilitando más plazas de internamiento, eso sí, en ambos casos a costa de lo que sea. Perjudicados: chicos/chicas internos y vecinos. Los primeros porque igual que aislarlos supondría marginarlos, la extrema y, recalco, extrema cercanía no favorece ni el trabajo de los educadores ni la reinserción de los chicos, que por su actitud (broncas, insultos...) con los vecinos no se granjean precisamente ni su respeto ni su simpatía. Aunque no conviene olvidar que estos chavales son víctimas del sistema, proceden en su mayoría de familias desestructuradas, con carencias y falta de valores.
Y en cuanto a los vecinos, sin comentarios: sólo póngase en su lugar. Si por casualidad se les pasara por la cabeza a los responsables tanto de la Comunidad como del Arzobispado, la palabra solidaridad, les pediría precisamente eso, que demostraran su voluntad solidaria y se instalaran un reformatorio a escasos tres metros de sus casas, que una cosa es predicar como Cristo y otra vivir como Dios. (Aunque bien pensado... ¡pobres chavales!).
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