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Reportaje:

La larga marcha hasta la cumbre

China, segunda en el medallero olímpico con sólo tres oros menos, es ya la gran amenaza para Estados Unidos

China volvió en 1983, en la Universiada de Edmonton (Canadá), al circuito del deporte mundial tras largos años de aislamiento durante la etapa de Mao Zedong. Había decidido recuperar su retraso de contactos internacionales y al año siguiente también estuvo en los Juegos de Los Ángeles pese al boicoteo casi total de los países del Este. Ni Rumania ni ella hicieron caso a la revancha de la antigua Unión Soviética contra Estados Unidos por su ausencia y la de muchos países de su órbita en los de Moscú 80. Entonces demostró ya su independencia de criterios y poder. El gigante se despertaba y quería echar a andar. Como está sucediendo en la economía, su camino deportivo es imparable. Se colocó rápidamente entre los grandes en los medalleros olímpicos y en Atenas ya ha quedado el segundo. Ha ganado, cierto, muchos metales menos que Estados Unidos (63 por 103) e incluso que Rusia (92), pero sólo ha sumado tres oros menos que los norteamericanos (32 por 35) y ha totalizado cinco más que los rusos (27). Y todo, con un equipo joven que sólo aspiraba a 20 títulos porque 323 de sus 407 integrantes eran debutantes en unos Juegos. Pero, en definitiva, es el fruto de 20 años de remontada y de la incorporación, clave, de las mujeres, que han ganado casi el doble de medallas que los hombres. Sus perspectivas con vistas a sus propios Juegos, los de Pekín 2008, son inmejorables. El imperio estadounidense puede echarse a temblar.

En Atlanta y Sidney sólo consiguió metales en 12 modalidades. En Atenas los ha logrado en 20

El secreto chino es el trabajo y una inmensa cantera. Sólo un país de sus características políticas, socioeconómicas y personales puede permitirse métodos tan duros de selección y entrenamiento y ponerlos en práctica con una masa asombrosa. China ya era hace años una potencia mundial en su deporte nacional por excelencia, el tenis de mesa, así como en la gimnasia artística y los saltos de natación. Presentaba con ellos sus primeras credenciales para estar presente en los medalleros de los años 80. Sin el ping-pong, que no entró en el programa olímpico hasta Seúl 88, ya fue cuarta en Los Ángeles 84, tras Estados Unidos, Rumania y Alemania. Pero no estaban las ahora extintas URSS y República Democrática Alemana ni otros países del Este. Por eso en Corea del Sur, ya con todos, bajó al undécimo lugar y hasta fue superada por Francia e Italia. Pero desde ahí su subida ha sido constante. En Barcelona 92 fue la cuarta, tras la última URSS (la Comunidad de Estados Independientes), Estados Unidos y Alemania. Y repitió en Atlanta 96, con Estados Unidos ya por delante de Rusia. La nueva Alemania estaba en su punto de mira y la superó en Sidney 2000. Ya sólo tenía por encima a Estados Unidos y Rusia y la segunda ha caído.

La pujanza china se ha ido generalizando. Ya no se centra sólo en sus deportes, sino en muchos otros. En Grecia ha obtenido medallas en 20 de los 28, sólo en dos menos que Estados Unidos y en los mismos que en Rusia. En Sidney y Atlanta las logró en 12; en Barcelona, en 15; en Seúl, en 9, y en Los Ángeles, en 10. Aparte de en su clásico tenis de mesa, ha cogido el tren de los podios de primera clase en el badminton, el yudo, la esgrima y el taekwondo mientras que en el tiro y la halterofilia se ha puesto por delante del maquinista. Los fallos de sus gimnastas sólo se han debido a su juventud, lo mismo que los de los deportes colectivos, salvo el voleibol femenino.

Es fácil tener cantera con cinco millones de deportistas de competición, las puntas de los 300 millones de personas que practican algún deporte regularmente entre los 1.300 totales del país más poblado. De hecho, China ya se ha estrenado con su primer oro en el piragüismo mientras que en el ciclismo y el boxeo es cada vez más competitiva en la élite, lo mismo que en lucha o el tiro con arco. Hasta en el tenis ganó sorprendentemente el doble femenino a España. Como ésta en Barcelona 92, su mejoría también se ha debido al fichaje de técnicos extranjeros.

Sus grandes asignaturas pendientes, sin embargo, están todavía en los dos deportes básicos, el atletismo y la natación, en la que Estados Unidos suma más del 50% de sus medallas (25 y 28). Ha vuelto a pasar por ellos sólo de puntillas, aunque con excepciones espléndidas que en cuatro años pueden multiplicarse: el vallista Liu Xiang, que igualó el récord del mundo, y la fondista Xing Huina, que recuerdan explosiones del pasado con la factoría Ma Junren o las nadadoras que desaparecieron entre el misterio y el dopaje. Pero China no ha tenido en Atenas ni un solo positivo y parece limpia. Ha puesto en marcha el Proyecto 119, el número de medallas que reparten el atletismo, la natación y la vela, los deportes en que ha tenido los resultados más discretos.

El poderío chino es tan enorme que, por primera vez en la historia, el COI ha dicho a un comité organizador que no hace falta ir tan deprisa en los preparativos de unos Juegos, los suyos de 2008. La comparación con los recién terminados de Atenas, sobre los que planeó la amenaza de los retrasos hasta el último momento, es ya sonrojante. Pekín será diferente. Y quizá el final de la larga marcha china hacia la cumbre de las medallas.

Liu Xiang salta hacia el oro en la final de los 110 metros vallas, en los que igualó el récord mundial.
Liu Xiang salta hacia el oro en la final de los 110 metros vallas, en los que igualó el récord mundial.ASSOCIATED PRESS
Xing Huina, al ganar los 10.000 metros.
Xing Huina, al ganar los 10.000 metros.ASSOCIATED PRESS

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