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Reportaje:

La madre de todas las lavadoras

El consejero de Sanidad, Manuel Lamela, elogia la lavandería central del Imsalud, que limpia la ropa de 12 hospitales

¿Por qué los uniformes de las enfermeras siempre están inmaculados? Un día detrás de otro. Mañana, tarde y noche. ¿Es que en los hospitales nadie se mancha, nada se ensucia? ¿Cómo puede ser que los pacientes puedan cambiarse cada día de pijama o de camisón? ¡Cada día! ¿Es que son infinitos? Y las batas de los médicos, ¿acaso llevan siempre las mismas? ¿Acaso no las lavan de vez en cuando? Las respuestas a todas estas preguntas se encuentran en el tambor de la madre de todas las lavadoras. Se trata de una superficie de 4.000 metros cuadrados localizada en Mejorada del Campo. Su nombre, lavandería central del Imsalud.

Hasta allí se desplazó ayer el consejero de Sanidad y Consumo, Manuel Lamela, para visitar las instalaciones y entregar el certificado de calidad ISO:9001, concedido por la Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR), en reconocimiento al cumplimiento de los criterios de calidad exigidos por la Comunidad.

El proceso está controlado por un programa informático de última generación
Esta instalación tiene una particularidad: en vez de centrifugar, prensa

Esta gigantesca lavandería, inaugurada en 1973, dispone de una central térmica, una depuradora, una central de frío y un centro de transformación. La planta de producción, donde se lleva a cabo el proceso de lavado, secado, planchado, plegado y empaquetado de todas las prendas, está dividida por una barrera sanitaria que separa la zona de ropa sucia de la de ropa limpia. Cuenta, además, con un sistema de aire acondicionado independiente para ambas partes, lo que garantiza la higiene de toda la ropa hospitalaria. Todas estas máquinas tienen una apariencia compleja y moderna y son, además, de lo más eficaces. Pero tienen un defecto: ronronean. Y su ronroneo genera un ruido constante y ensordecedor.

De las 388 personas que actualmente trabajan en el centro, 150 lo hacen en la planta de producción. Y de éstas, el 35% son hombres. A pesar de que desde 1997, año en el que fueron reformadas las instalaciones, fue informatizado todo el proceso de lavado, la presencia humana todavía sigue siendo necesaria. Con estos avances tecnológicos, según afirmó el consejero Lamela, "esta lavandería se ha convertido en la más moderna de España y en una de las más importantes de la Unión Europea". En el año 2003, con afán de mejorar la calidad del servicio, fue implantado un nuevo programa informático de última generación, gracias al cual este monstruo de la limpieza procesó un total de 11.500.000 kilos de ropa, 900.000 kilos más que en el ejercicio anterior. Para hacer posible semejante progreso, el Gobierno regional destinó nueve millones de euros.

Desde que una prenda se ensucia hasta que vuelve al lugar donde se manchó atraviesa por un complejo proceso. Nada más llegar a la lavandería, una decena de empleados se encarga de su clasificación. "Porque no es lo mismo lavar sábanas que toallas", explicó su director técnico, Manuel Touriño, "ni ropa blanca que de color verde". Puede que sea la madre de todas las lavadoras, pero sigue siendo eso, una simple lavadora. Cada día se clasifican cerca de 37.000 kilos de ropa, divididos en cubiletes gigantes, con capacidad para albergar 50 kilos cada uno.

Touriño, que conoce el proceso mejor que nadie, cuenta que, una vez clasificada, se envía a los cuatro túneles de lavado, que procesan 4.000 kilos de ropa cada hora. Allí se lava durante 15 minutos a una temperatura de 85 grados. "Lo hacemos para garantizar su absoluta desinfección", apuntó.

Esta lavadora de proporciones enormes tiene muchas particularidades, pero de todas ellas destaca por el hecho de que, en vez de centrifugar, prensa. Y después de ese prensado, los 50 kilos de ropa parecen una "torta gigante". De esa forma, como comentó Touriño, "se le quita un 55% de humedad". El paso siguiente, el del traslado hasta la máquina planchadora, parece un desfile aéreo. Cual rotativa de periódico, las prendas, colgadas en perchas, vuelan lenta pero paulatinamente hacia su destino.

Seguidamente, una máquina plancha la ropa a 178 grados. Sin dejar que se queme, se introduce en otra, donde se dobla y se apila. Después de todo este procedimiento, la ropa, de nuevo en perfectas condiciones, se traslada hacia la zona de empaquetado, desde donde iniciará su viaje de regreso a sus respectivos hospitales. Y éstos son 12, concretamente, el Ramón y Cajal, Getafe, 12 de Octubre, La Princesa, Príncipe de Asturias, Severo Ochoa, Puerta de Hierro, Santa Cristina, Niño Jesús, Virgen de la Torre, Carlos III y La Paz. De este último, precisamente, proviene un tercio del total de kilos que procesa la planta cada año.

La cabina de control, por su parte, se encarga de que, desde que se pone en marcha, este proceso siempre esté en funcionamiento. Una vez concluida la jornada, los 800 metros cúbicos de agua utilizada, procedentes del Canal de Isabel II, se depuran primero, para después verterlos al río Henares.

Y mañana, vuelta a empezar.

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