Fondo de armario
Entrevistan a la presidenta Aguirre en un diario de Madrid, y la entrevistadora escribe en la entradilla que Esperanza "mantiene el estigma del poder". Ya se sabe que el poder marca a los que lo ejercen, pero desconocía, hasta hoy, que las marcas del poder fueran físicas y sus huellas tan visibles como para que la estigmatización fuera perceptible a simple vista. Los estigmas más conocidos son las huellas, por lo general sangrantes, de las llagas de Cristo que aparecen en los cuerpos de devotos y devotas privilegiados. No sabía que la acendrada religiosidad de la presidenta alcanzara tan místicas alturas, de la estigmatización a la levitación, o a la bilocación, ese fenómeno que tan gran servicio podría rendir a los políticos permitiéndoles estar en dos sitios a la vez, no hay más que un paso.
Quizás, pienso, traigan los diccionarios alguna acepción de la palabra que aclare la intención, claramente laudatoria, de la compañera, pero no encuentro ninguna aceptable. Seguro que la entrevistadora, al hablar de estigmas, no quería referirse a la marca que los propietarios de esclavos les grababan a fuego sobre la piel, ni a las huellas persistentes de una enfermedad, ni a los orificios en la tráquea que poseen insectos, arácnidos y miriápodos, ni mucho menos a los estigmas de la infamia y el deshonor, última acepción que recogen los diccionarios.
El discurso de Esperanza Aguirre, escribe la autora, es firme, claro y optimista. El de la reportera es firme y optimista, pero confuso; confunde, por ejemplo, el estigma con el carisma, y la supuesta claridad del mensaje presidencial se pierde a menudo en las contradicciones. "Se nos debe juzgar", dice la presidenta, "por lo que hacemos y decimos", pero, a lo largo de la entrevista, Esperanza juzga a sus rivales políticas no por lo que hacen o dicen, sino por lo que visten o vistieron las ministras del PSOE, por un día, para las polémicas poses del Vogue en la pasarela de La Moncloa, anécdota trivial que eleva a categoría cuando afirma: "Un Gobierno formado al 50% por modelos de ocasión no nos conviene". Cuando la entrevistadora le recuerda que ella y sus colegas Ana Botella y Luisa Fernanda Rudi también posaron para la misma revista, Esperanza marca las diferencias: "Sí, pero con mi ropa. No llevaba un chanel porque, por desgracia, no he podido permitirme nunca ese lujo. Yo iba vestida de Dolores y Teresa y con un body de Zara". Dolores y Teresa, supongo, deben de ser las modistas particulares de la presidenta; la tradicional costumbre de recurrir a las modistas debe de estar muy extendida entre las damas del PP, Ana Botella tenía la suya y la esposa de Álvarez del Manzano, más rancia todavía, contaba con los servicios de una costurera muy querida a la que el ex alcalde madrileño recompensó en alguna ocasión con fondos municipales. El caso de Pilar del Castillo es diferente: ella diseña sus propios modelos y no recurre a las revistas de moda, como otras, para sugerir a las modistas "mira, quiero que me hagas algo como esto". Las sugerencias de la ex ministra parten de sus propias ideas y fantasías, ideas y fantasías exclusivas que la distinguían de sus compañeras y del resto de las mortales y causaban el asombro, incluso la estupefacción, de las gentes sencillas. Pilar, hay que reconocerlo, viste como nadie, entre otras cosas, porque nadie osaría enfundarse los modelitos personalizados que salen de su privilegiado caletre.
El caso de la presidenta estigmatizada es diferente; ella no puede acceder, por desgracia, a esas "ropas de un millón de pesetas" que lucían las "modelos de ocasión" del Gobierno. Ellas tampoco, pues posaron con modelos prestados; todavía hay clases. Esperanza Aguirre necesita un chanel para cubrir sus llagas y los militantes del PP madrileño, a cuya disposición se pone a lo largo de la entrevista, deberían regalárselo por el día de su cumpleaños. No podemos tener en el Gobierno de Madrid a una presidenta con estigmas y sin Chanel; por eso me ofrezco a iniciar una suscripción -popular, por supuesto- para darle una alegría y tapar sus vergüenzas, que son las nuestras. Ahí va un euro de mi parte, no puedo poner más porque estoy ahorrando para comprarme un armani y quitarme ese aspecto de "progre trasnochado" que me delata frente a los "progresistas" auténticos como Fraga, Acebes o Zaplana.
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