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Milosevic acusa a Occidente de haberse confabulado para destruir Yugoslavia

El ex presidente serbio, acusado de genocidio y crímenes de guerra, comienza su defensa

Isabel Ferrer

El ex presidente yugoslavo Slobodan Milosevic compareció ayer como el abogado de su propia causa ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) y acusó a Estados Unidos, la Unión Europea y el Vaticano de haberse confabulado para destruir su país. Según su versión de las guerras de los Balcanes, la comunidad internacional brindó armas a terroristas, grupos islámicos radicales y neonazis para que aniquilaran a los serbios. Todo lo demás son "mentiras repugnantes" arrojadas sobre su pueblo. Acusado de genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad en el conflicto, Milosevic dispone de 150 días para demostrar que los cargos en su contra son falsos.

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Sereno, con buen aspecto y su eterna corbata con los colores de la bandera yugoslava anudada al cuello, Milosevic tomó ayer las riendas de su caso con mano firme. Los jueces del TPIY y la acusación estaban preparados para escuchar una calificación de los hechos transformada en soflama política, pero el procesado se superó a sí mismo.

Primero dijo que cuatro horas no eran suficientes para la presentación y pidió el mismo trato que la acusación, que dispuso de tres días hace dos años. La sala le otorgó 90 minutos más para que concluya hoy con su intervención preliminar. A las quejas siguieron las acusaciones. Abogado de profesión antes de convertirse en líder serbio, Milosevic es poco dado a la síntesis y se remontó a la historia de Serbia, y en especial a la Segunda Guerra Mundial. Una vez situado en dicho periodo, comparó el conflicto de los Balcanes con "el genocidio de los serbios a manos de croatas fascistas en 1941".

Siguió por ese camino hasta que Patrick Robinson, presidente de la sala, le amonestó por no abordar el pasado reciente: "La mayor parte de lo que ha dicho no sirve como prueba. Pueden darse algunas pinceladas históricas, pero conténgase. Sobre todo si pretende que consideremos su petición de concederle algún tiempo adicional para que termine su presentación".

Poco dispuesto a ser interrumpido de nuevo, Milosevic aceleró entonces el paso y desembocó en Croacia en 1991, al principio de las guerras de los Balcanes. "Miles de serbios fueron asesinados o expulsados de sus hogares en Croacia antes de que el Ejército yugoslavo actuara. Pero durante años se ha presentado al público internacional una imagen distorsionada y falsa de lo que pasó en Yugoslavia", afirmó. Una maniobra orquestada, en su opinión, por Alemania y el Vaticano, con ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea. Según esta teoría, los verdaderos conjurados contra su pueblo fueron el papa Juan Pablo II y dos antiguos ministros de Exteriores alemanes, Hans-Dietrich Genscher y Klaus Kinkel, "por razones geoestratégicas e históricas". El resultado no pudo ser más concreto: la aniquilación de los serbios de Croacia, Bosnia y Kosovo.

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Después de haber parafraseado con este argumento la limpieza étnica del resto de las etnias de la antigua Yugoslavia -crimen del que se le acusa- hasta convertirla en martirio de los serbios a manos del resto del mundo, Milosevic alabó el valor de su pueblo. "Mi país fue aislado y excluido de la ONU sólo porque no aceptó su propia destrucción", aseguró. Luego le llegaría el turno al TPIY, cuya autoridad sigue sin reconocer. "Esta Corte es la forma más grave de discriminación contra mi país. ¿Por qué no se ha creado una igual para todas las guerras?", preguntó. Según él, es una transgresión flagrante del Derecho Internacional que los jueces que le procesan puedan decidir sobre su propia legitimidad. Por eso pidió, una vez más, que el Tribunal Internacional de Justicia, también con sede en La Haya, se pronuncie sobre la validez jurídica del Tribunal para Yugoslavia.

Según sus asesores legales, un equipo que no aparece en la sala pero que está siempre a su lado, Milosevic quiere dejar bien claro en La Haya que fue el pacificador de los Balcanes, el hombre que trató de evitar la desaparición de Yugoslavia, "un país europeo y multicultural". Para apoyar esta tesis, el ex presidente serbio espera interrogar a partir de la próxima semana a más de un millar de personas, si bien la cifra definitiva no ha sido desvelada.

Una defensa tan personalizada e intensa puede agudizar aún más sus problemas de corazón, hecho que el TPIY analizará hoy. La posible presencia de un letrado que por lo menos le ayude a llevar el caso será también evaluada por la sala. Ambas cuestiones de procedimiento prolongarán esta fase procesal hasta mañana. El próximo martes se espera la aparición de los primeros testigos.

Slobodan Milosevic, ayer en la sala de juicios del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, con sede en La Haya.
Slobodan Milosevic, ayer en la sala de juicios del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, con sede en La Haya.AP

Una oficina en la cárcel

El más notorio de los procesados por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), Slobodan Milosevic, dispone de tres recintos en la cárcel de Naciones Unidas en Scheveningen, enclave marítimo del municipio de La Haya. Junto a su celda cuenta con un archivo y, desde que se defiende él solo, con una oficina.

Aunque el espacio que ocupa todo ello es reducido y el ordenador que utiliza carece de conexión a Internet y de correo electrónico, Milosevic recibe frecuentes visitas de sus tres asesores legales. Se trata de Zdenko Tomanovic, Dragan Krgovic y Dragoslav Ognjanovic, que le ayudan a recopilar información y documentos desde el inicio del juicio.

A pesar de que no reconoce la competencia del TPIY para juzgarle, y por eso rechaza que le represente otro letrado, Milosevic ha demostrado que sus leales siguen al pie de la letra sus indicaciones. De los testigos presentados por la acusación, ya fueran ciudadanos anónimos o políticos, conocía detalles privados que utilizó para desacreditarles.

Si los jueces le acaban imponiendo la presencia de un abogado, en interés de la justicia y para que no vuelva a ponerse enfermo, el elegido deberá ser algo más que un buen profesional. Deberá contar con la confianza de un procesado que ha demostrado no fiarse de nadie y que tiene lejos a los suyos.

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