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Reportaje:A LA ESPERA DE LA REGULARIZACIÓN | LOS PROBLEMAS DE LOS INMIGRANTES

"Con papeles sería una joya"

Un obrero uruguayo tuvo que volver a su país tras dos años pese a los intentos de su jefe por conseguirle permiso de trabajo

Roberto Catau, un obrero de la construcción uruguayo, se ganó definitivamente a su jefe el día que volvió de su país para devolverle los 2.000 euros que le había prestado. Al morir súbitamente su padre, el empresario le pagó el pasaje a Montevideo. A las dos semanas regresó y después de trabajar en la obra el tiempo suficiente para cancelar la deuda, volvió a su país, harto de fracasar en sus intentos de regularizar su situación.

"Además de ser muy honesto es un grandísimo profesional", apunta José García -apellido bajo el que prefiere esconder su identidad real- el constructor para el que Catau trabajó desde finales de 2001 hasta principios de este año como soldador. Durante esos dos años largos no pudo obtener los papeles.

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Desde su regreso a Uruguay hablan a menudo. "Hace unas semanas le dije que le pagaba el pasaje de vuelta, le pedí que viniera, pero prefiere esperar a ver cómo van las cosas por el tema de los papeles; quizás a principios de año", aventura el constructor.

Catau, de 47 años, es uno de los dos centenares largos de inmigrantes -"alrededor de un 70% de ellos sin papeles"- que han pasado por las oficinas de la constructora en los últimos cinco años en busca de un empleo. El operario uruguayo consiguió trabajo y lo primero que hicieron desde la empresa fue tramitar la documentación para que obtuviera permiso de trabajo y residencia.

"Me interesa que mis trabajadores tengan papeles; es un riesgo tener a ilegales", apunta José García. De esta parcela se ocupa su secretaria que se ha convertido en toda una experta. "Prepara la documentación con los ojos cerrados; no sólo de trabajadores, sino de sus mujeres, hijos, primos, sobrinos. Habremos recibido en la empresa unas 50 respuestas, entre expedientes aceptados y denegados".

Con Catau, el constructor se tomó un especial interés. "Se lo consulté a la secretaria del Jefe Superior de Policía a ver si sabía algo de su expediente". Las oficinas de la empresa están cerca de la Jefatura y García coincide a menudo en un bar próximo con responsables de la policía, por lo que les pidió información sobre el caso. "Me dijeron que no había ninguna posibilidad". En un acto de desesperación incluso llegó a dirigir un escrito a la Delegación del Gobierno en Valencia para pedir su regularización, al margen del expediente ordinario remitido. "Les comuniqué que se trataba de una persona honesta, trabajadora; vamos, todo lo que se puede decir para hablar bien de alguien, pero no me contestaron".

García desgrana en cuanto se le presenta la ocasión las cualidades del trabajador. "Es muy bueno técnicamente, no tiene horas para trabajar, es honesto, muy profesional; con papeles sería una joya". Recuerda que Catau nunca había hecho el trabajo que desempeñó con él. Su empresa, que factura entre tres y cuatro millones de euros al año, se dedica a rehabilitar edificios del centro histórico de Valencia para venderlas como viviendas de lujo. Cuenta con unos 60 empleados, una docena de ellos inmigrantes. "En estos momentos, sólo uno sin papeles que llevamos tramitando desde hace dos años". Uno de los aspectos fundamentales de su trabajo es consolidar las estructuras de las viviendas, en general bastante maltrechas, para lo que se requiere un trabajo estructural muy específico centrado en reforzar las vigas de madera mediante cuñas o corsés de hierro para dan consistencia a los pilares antiguos. "Nunca lo había hecho, pero le expliqué cuál era su trabajo y ya no le tuve que decir nada más". Al acabar sus encargos, Catau le enseñaba esquemas dibujados de las estructuras que había hecho y un listado del material y el tiempo empleado. "Llevo años intentando que operarios de toda la vida me lo hagan y aún no lo he conseguido".

Pero por encima de la capacitación profesional, su mayor reconocimiento tuvo lugar cuando en lugar de quedarse en su país tras la muerte de su padre, volvió para devolverle el dinero del billete de avión. "Soy afectuoso con las personas que son fieles", comenta a modo de explicación de la relación especial que le une a su ex empleado.

"Volví porque era mi obligación", relata Catau telefónicamente desde la provincia de Rocha, a 300 kilómetros de Montevideo, desde donde trabaja actualmente. "Pepe me ayudó muchísimo no sólo laboralmente para conseguir papeles sino en el momento más difícil de mi vida con la muerte de mi padre; le debo muchísimo". El obrero uruguayo recuerda que la última vez que hizo el trayecto en dirección a España tuvo muchos problemas con la entrada en vigor de la reforma de la Ley de Extranjería, lo que le desanimó finalmente en sus deseos de quedarse.

El empresario prefiere no opinar de sus compañeros de profesión. "Yo sólo hablo de lo que hago. Siempre pago lo mismo al español que al extranjero". Además, comenta que a los irregulares que ha contratado, no sólo les paga lo mismo, sino que mientras intenta obtener su permiso, les sufraga un seguro médico privado.

La intención del Gobierno de regularizar a los extranjeros con relación laboral podría abrir las puertas definitivamente a Catau a un trabajo en condiciones. A García le faltaría tiempo para hacerle un contrato: "Si hace falta, lo firmo mañana mismo". Su ex empleado, también lo tiene claro: "Iría con mi hijo, ya me ha dicho Pepe que tiene sitio para los dos".

Un obrero uruguayo tuvo que volver a su país tras dos años pese a los intentos de su jefe por conseguirle permiso de trabajo
Un obrero uruguayo tuvo que volver a su país tras dos años pese a los intentos de su jefe por conseguirle permiso de trabajoTANIA CASTRO

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