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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Atronado 'motoso'

He cogido el título del chiste de Forges en EL PAÍS. Vivo en un barrio residencial de Majadahonda, que se distinguiría por su apacibilidad si no fuera por un grupito de moteros que se creen, como no pocos jóvenes de hoy, que la calle es suya y pueden hacer en ella lo que quieran.

Por ejemplo, utilizar las tranquilas calles de una urbanización, casi desiertas de tráfico, como pistas para correr a lomos de máquinas de ruido.

Los conceptos de solidaridad, de respeto a los demás, de convivencia en armonía, ni les suena, debe ser que nadie se los ha explicado.

Tengo serias dudas de que estos jóvenes disfruten corriendo; de hecho, las motos de los moteros de la calle de Las Praderas de Majadahonda a que me refiero no corren mucho, son pequeñas, pero son potentes en generar ruido.

Como sé que hay motos mucho más silenciosas, deduzco que lo que les gusta a estos chavales tan majetes, y a otros muchos, es hacer ruido, simple y llanamente. Y por eso, supongo, los fabricantes hacen motos ruidosas.

Quien haya visitado algún país del norte de Europa habrá visto calles, en centros urbanos y barrios periféricos, llenas de carriles-bici por los que circulan pausadamente ciudadanos de cualquier edad, incluso en días de tiempo desapacible. La calidad de vida allí es envidiable, la prisa, el ruido, brillan por su ausencia, incluso en ciudades de cierto tamaño, como Copenhague.

En Majadahonda no hay carriles-bicis, sino que las motos dominan sobre las bicis. Y, según el chiste de Forges, y las quejas de mucha gente, no es sólo Majadahonda. Y no sólo las motos. Un vecino de la calle de Argumosa se quejaba en EL PAÍS de las verbenas al pie de su casa.

Vivimos en una cultura en la que el ruido se hace dueño y señor, los miles de megavatios musicales en las fiestas, las motos terrestres o de agua, la música atronadora en los locales cerrados o al aire libre, la música obligatoria en espacios públicos, aeropuertos, aviones...

Decía Schopenhauer que la inteligencia de un pueblo es tanto menor cuanto más ruidoso es. ¿Vamos hacia una bárbara estupidez? ¿Por qué tanta insensibilidad de las autoridades?

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