_
_
_
_
_
Reportaje:

Entre la normalidad y la memoria

San Sebastián, marcada durante años por el terrorismo, intenta ahora entre algún sobresalto vivir como una ciudad en paz

No es buena compañera la memoria para pasear por San Sebastián. Desprovistos de ella, unos turistas admiraban anteayer el escaparate de una tienda de vinos y licores en el corazón de la Parte Vieja. Ni falta les hacía saber que en ese mismo local estuvo instalada durante años la librería Lagun, y que si ya no está es porque el acoso continuo de los simpatizantes de ETA consiguió lo que ni Franco había logrado: echarla de allí, dejando tras de sí un rastro de libertad y libros quemados. Si no fuera por ella -por la memoria del terror que surge en demasiados rincones-, San Sebastián ya se parecería bastante a otra ciudad cualquiera. Un buen ejemplo es la Parte Vieja.

Nadie lo dice aquí sin tocar madera, pero lo cierto es que ya hace más de un año que ETA no mata. También es verdad que, de un tiempo a esta parte, la violencia callejera ha decaído hasta casi desaparecer. Y, por si fuera poco, las manifestaciones de apoyo implícito -o explícito- a la banda armada y a su entorno son cada vez menos frecuentes y menos concurridas. El descenso de la presión se nota en toda la ciudad, pero de forma muy especial en la Parte Vieja. Sus calles estrechas, que otrora fueron lugar de reunión, diversión y refugio de los jóvenes radicales, tienden a parecerse cada vez más a las del centro histórico de cualquier otra ciudad. Sólo la calle de Juan de Bilbao mantiene intacto su perfil de territorio comanche. Junto al bar Aurresku, un anagrama azul y blanco con el hacha y la serpiente de ETA. Sobre la barra del Herria, una galería de retratos de terroristas encarcelados. En el resto de las calles, sin embargo, han florecido en los últimos meses nuevos negocios, algunos de ellos regentados por inmigrantes chinos o suramericanos que venden chucherías o lo que se tercie a cualquier hora del día. Hay otro aspecto, no baladí, que amenaza con homologar San Sebastián al resto de las ciudades...

Hace ya casi 10 años, y justo unas horas después de que ETA matara al concejal del PP Gregorio Ordóñez mientras almorzaba -precisamente- en un bar de la Parte Vieja de San Sebastián, el entonces director del hotel más lujoso de la ciudad, el María Cristina, declaraba a este periódico: "Es imposible que alguien pueda entender esta ciudad sin conocerla. Aquí, al margen del problema terrorista -cuyos objetivos son selectivos-, el ciudadano puede pasear tranquilo por la calle. No hay tirones, ni excesivos problemas con la droga. Yo estoy más seguro si mi hija vuelve de madrugada aquí que en Madrid o en Barcelona".

Ya no es del todo así. Al tiempo que se libra de la violencia callejera, San Sebastián asiste con alarma a la llegada de otro tipo de delincuencia. María José Usandizaga, portavoz del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián, lo expresó con crudeza el pasado viernes: "Tenemos un problema grandísimo; se está terminando la kale borroka y están viniendo los marroquíes...".

De un tiempo a esta parte, grupos de delincuentes, tanto nacionales como extranjeros, están tomando la Parte Vieja, donde sólo en el mes de julio la policía municipal logró atrapar a 35 individuos acusados de robos, agresiones, venta de droga y una violación. Los vecinos del barrio se organizaron y convocaron manifestaciones y otros actos de protesta para denunciar la falta de seguridad. Un enfado ciudadano que el alcalde, el socialista Odón Elorza, observa con cierto grado de contrariedad. "En la Parte Vieja", explicó, "se han producido hechos infames, inmorales, cierres obligados de establecimientos, de alguna importante librería [Lagun], pintadas permanentes... y muy poca gente, muy pocas entidades de la Parte Vieja o de la política expresaron su grito de protesta más allá del PP o del Partido Socialista". Y es aquí, de nuevo, donde la memoria juega una mala pasada.

No es necesario bucear mucho en la hemeroteca para encontrar fotografías de la librería Lagun calcinada, de contenedores ardiendo y de cabinas de teléfono destrozadas. En el año 2000, el político nacionalista Iñaki Anasagasti describía así el ataque sufrido por el autobús en el que viajaba su madre: "Iba tan tranquila cuando un grupo de nazis encapuchados y con bates de béisbol destrozaron los cristales, echaron líquido inflamable y quemaron el autobús". Así que ahora, Odón Elorza se tienta la ropa antes de echar las campanas al vuelo. "San Sebastián", y señala la bahía de La Concha, "es muy atractiva, pero también es una ciudad que todavía esconde las miserias de la intolerancia, el fanatismo y la violencia. Esta ciudad es de una belleza traidora".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Desgraciadamente, no tuvieron que pasar demasiadas horas para que el alcalde se cargara de razón. La tarde del miércoles 11 de agosto, en plenas fiestas, un grupo de 30 encapuchados irrumpió en el Boulevard -la avenida que separa la Parte Vieja del resto de la ciudad- e hizo lo que antaño solía. Contenedores quemados, botellas incendiarias contra la policía... Varios transeúntes, entre ellos un niño de seis años, resultaron quemados. Su abuela, Antonia Verdasco, contó que al ataque la pilló de improviso. "Cuando mis hijos eran pequeños", recordó, "no nos acercábamos al Boulevard si se preveían altercados. Nunca pasábamos a la Parte Vieja si veíamos que en la zona se encontraba la Ertzaintza...".

Esas frases lo dicen todo. A fuerza de sufrir la presión del terrorismo, los donostiarras se acostumbraron a vivir con la violencia y a sortearla. No ir a ciertos bares, no pasear por el Boulevard a determinadas horas... En cambio, la relativa paz de los últimos meses les ha llevado a relajarse, a reconquistar calles que les fueron hurtadas durante demasiado tiempo. Por eso, el ataque del otro día fue como una pedrada en el estanque. Como una jugarreta de la memoria.

Aspecto del  puerto de San Sebastián. Al fondo, la isla de Santa Clara y el monte Igeldo. 

/ JESÚS URIARTE
Aspecto del puerto de San Sebastián. Al fondo, la isla de Santa Clara y el monte Igeldo. / JESÚS URIARTE
Ataque de la violencia callejera en San Sebastián el pasado 11 de agosto.
Ataque de la violencia callejera en San Sebastián el pasado 11 de agosto.JESÚS URIARTE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_