Un partido digital y una derrota real

José Cardozo tiene unas patas de gallo que denuncian su veteranía y al hablar tuerce la boca como Dick Tracy. Cardozo, el paraguayo, es uno de esos futbolistas curtidos por cuya boca habla el espíritu heredado del juego. Cuando le preguntaron si había visto el vídeo de Irak, dos horas antes del partido, respondió, lacónico, que no. Cuando le insistieron si sabía cómo jugaba Irak, dejó de chupar el mate, dobló el gesto y dijo: "Claro que lo sé; con once jugadores y una pelota. Porque segurito que con dos pelotas no juegan. ¡En el fútbol está todo inventado, hermano!".

Durante el partido de hockey que España perdió ayer contra Alemania (4-3), con un gol de oro en la prórroga y la medalla de bronce en juego, ninguno de los 32 jugadores en la cancha de Helliniko se habría atrevido a decir de su deporte y de su rival lo que Cardozo dijo del fútbol y de los iraquíes. Al contrario que en el ambiente del fútbol, donde se prodigan los talentos aferrados a lo inefable, en el hockey el cálculo y el análisis de imágenes llega al paroxismo. Por imposición de los técnicos los estadios se construyen con una torre específica para grabar los partidos. Allí, en la cabecera de la cancha, se montan las cámaras de todos los equipos que participan, cada uno con un equipo técnico específico de grabación y codificación. Mientras filman, los técnicos editan y transmiten las imágenes a un ordenador en el banquillo, o las comunican mediante un sistema de walkie-talkies adherido a las orejas mediante auriculares. En función de la información que recibe de la torre, el entrenador imparte órdenes a los jugadores. Durante el preolímpico de Madrid, fue la propia organización la que grabó los partidos y los repartió a todos los técnicos en formato DVD.

En el hockey el cálculo y el análisis de imágenes llega al paroxismo. Todo se trata por ordenador

"Hay un software australiano y otro español, canario concretamente", explica el responsable técnico de la federación, José Antonio Gil. "Consiste en una cámara y un ordenador con un teclado en el que cada tecla representa un ítem que codifica el partido: salidas desde atrás, entradas al área, jugadores concretos, penaltis-córner... Se hace con una sola cámara que abarca la cancha a lo largo y se adelanta o se aleja con un potente zoom. Las imágenes de la televisión, tomadas desde el lateral, con mucho plano medio y corto, no nos sirven".

"Durante el partido un técnico graba y el otro codifica", prosigue Gil; "en este trabajo participan todos menos el médico. Guillermo Gil, responsable del servicio tecnológico de la federación, graba todos los partidos del torneo; Antom Figuls, el preparador físico, los codifica, muchas veces simultáneamente; Toon Sipman, el entrenador de penaltis-córner, se coloca en la torre y envía al banquillo la información que considera interesante; Dani Martín, el segundo entrenador, analiza las imágenes en el banquillo, a veces con un ordenador; y Maurits [Hendricks, el seleccionador], lo recibe todo a través del pinganillo que lleva en la oreja".

"Codificamos todos los partidos de los Juegos", comenta Gil; "y los ingresamos en una base de datos en la que guardamos información de competiciones anteriores. Así podemos sumar, por ejemplo, decenas de jugadas de penalti-córner de Pakistán. La información sobra y la tienen todos los equipos; lo que es decisivo es la selección que se hace. De esto se ocupa Hendricks y su equipo durante horas, con dos proyectores. La finalidad es elaborar compactados de 15 minutos para transmitir a los jugadores, en conjunto o por separado, antes de cada partido. Más de 15 minutos saturan".

Cardozo nunca pudo ni podría ser jugador de hockey. Pero en la semifinal olímpica de fútbol que jugó contra Irak, marcó dos goles en sendas jugadas que desnudaron la estrategia del rival. El fútbol es así. Ayer, a España, cuyos jugadores sabían de memoria cada aspecto del juego alemán, la condenó una jugada aislada, un despiste que propició el gol de oro de Michel en el minuto 20 de la prórroga, que tuvo mucho más de real que de digital y del que se sabe cómo y cuándo llegó, a la espera de que el vídeo dictamine por qué.