Tom Wolfe levanta una universidad imaginaria
Una becaria protagoniza 'Soy Charlotte Simmons', la tercera novela del maestro del nuevo periodismo. Una historia que ha desatado la polémica por su crudo lenguaje y que será la estrella editorial del próximo otoño en EE UU. En España se traducirá en 2005
Con su habitual falsa modestia, asegura Tom Wolfe que está mejorando en su oficio de novelista. Tras el impacto de La hoguera de las vanidades, tardó 11 años en completar Un hombre de verdad; Soy Charlotte Simmons le ha ocupado seis. Buena parte de ese tiempo estuvo dedicado a sumergirse en la vida estudiantil, para elaborar a conciencia la ficticia Universidad de Dupont, donde transcurre su nuevo libro. Dice que consiguió hacerse invisible tras unas semanas: "Para mí, ir de incógnito significa no llevar traje blanco. Llegó un momento en que aceptaron que resultaba bastante improbable que, con mis pintas, fuera un policía de paisano".
Como es tradicional, Rolling Stone ha adelantado el primer fragmento de Soy Charlotte Simmons, en su número de agosto. La revista de Jann Wenner está asociada a Wolfe desde sus inicios. Allí se comenzaron a publicar en 1973 los reportajes sobre la vida de pilotos y astronautas que se convertirían en Lo que hay que tener. Entre 1984 y 1985, Rolling Stone le concedió la fantasía de editar una novela por entregas, como Dickens, Balzac y demás autores decimonónicos que admira: era la primera versión de La hoguera de las vanidades, que sería drásticamente revisada hasta quedar encuadernada en tapa dura.
Soy Charlotte Simmons ofrece otro gran mural de la vida estadounidense, donde los honestos chocan con los poderosos. La protagonista es una becaria que está dispuesta a aprovechar al máximo su oportunidad: a primera vista, Dupont University es un paraíso comparado con su pueblecillo de Carolina del Norte, llamado Sparta. Pero Dupont no es la Atenas de sus sueños: la mayoría de sus compañeros, acostumbrados a los privilegios y protegidos por escudos invisibles, no tienen otro objetivo que disfrutar de esos años de sexo y borracheras épicas.
Frente a ella, un mal bicho, Hoyt Thorpe, hijo de un tiburón de las finanzas en paradero desconocido tras el colapso de su pirámide de inversiones, cuya reputación en el campus sube cuando descubre a un político en un momento comprometido y deja fuera de combate a su guardaespaldas. Siendo una novela de Wolfe, no faltan estocadas a sus viejos fantasmas. La universidad cuenta con su círculo de jóvenes intelectuales, imbuidos de una supuesta superioridad moral. Los estudiantes afroamericanos no se benefician de la experiencia educativa: están allí para mantener el prestigio del equipo de baloncesto.
Mantiene Wolfe su capacidad de observar el detalle clave: la librería victoriana de la fraternidad estudiantil es un mueble vacío de tomos, ahora reemplazados por latas de cerveza, cajas de pizza y una televisión eternamente conectada con un canal deportivo. Según el neoperiodista de los frenéticos años sesenta, la experimentación con las sustancias psicodélicas ha dejado paso al imperio de los videojuegos e Internet.
Para sorpresa de Wolfe, las primeras críticas a Soy Charlotte Simmons no han procedido del mundo académico, aunque es fácil identificar Dupont con Duke University, donde estudió su hija Alexandra. Por el contrario, se avecina una tormenta por el crudo lenguaje y ciertos episodios sexuales: algún ilustre periódico está negociando la prepublica-ción de capítulos... si Wolfe acepta que se censuren determinadas palabras. Hasta han surgido voces que discuten lo improbable de la inocencia de Charlotte: Sparta tiene tanto "sexo, drogas y rock and roll" como cualquier universidad. Anunciada por Farrar, Straus & Giroux a un precio de 28 dólares, Soy Charlotte Simmons es la estrella de los lanzamientos de otoño en Estados Unidos. En España, Ediciones B la publicará a principios de 2005.
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