Hilo musical
En una de sus crónicas en el periódico Mundo Deportivo, la nadadora Gemma Mengual contaba que, en el comedor de la Villa Olímpica donde se reúnen los atletas, les ponen música por los altavoces. Todo transcurre sin incidentes hasta que suena el sirtaki. Entonces, los deportistas empiezan a darle a las palmas siguiendo el acelerado ritmo de la melodía y enseguida hay algún notas que, poseído por su natural melódico, se sube a una de las mesas a completar la escena con unos pasos del baile de ésos que, en 1964, popularizó la película Zorba el griego (interpretada, por cierto, por un mexicano). Luego, leí que el dúo Mengual-Tirados utilizó esta misma melodía para uno de sus excepcionales ejercicios subacuáticos. Lo del comedor no merece el adjetivo de sincronizado, aunque el ritmo sea lo que más unió a los atletas de aquella improvisada jam-joroña. El argumento que han dado para justificar la elección de la melodía griega es el clásico: un guiño de complicidad con el público. También es una estrategia deportiva de doble filo. Por un lado, ilustrar el ejercicio así generará una corriente de simpatía entre el público, que seguirá con palmas la actuación de las españolas. Eso podría presionar a los jueces y, de algún modo, beneficiar al equipo. Otra lectura, sin embargo, sería que los griegos considerasen este uso de una melodía propia como una manifestación de peloteo intolerable y que por el mero hecho de haber puesto sus sincronizadas manos sobre la música de Mikis Theodorakis les caiga un penalización de no te menees.
¿Cuál es la frontera entre el guiño simpático y el peloteo indigno? En los conciertos de rock, hubo un tiempo en el que la estrella de turno salía al escenario de, pongamos, Barcelona y siempre decía "Bona nit, Barcelona". El público se entusiasmaba y los más jóvenes incluso llegaban a creer que el detalle de su ídolo había sido espontáneo. Los más veteranos, en cambio, hartos de ver a rockeros repentinamente catalanoparlantes, ponían cara de eso-se-lo-dirás-a-todas y se olían una estrategia a la búsqueda de la simpatía fácil.
En el deporte, por suerte, el hilo musical sólo se extiende a algunas disciplinas. En el ejercicio de suelo que le valió la medalla de plata, la gimnasta rumana Nicoleta Sofronie utilizó unos toques de guitarra flamenca probablemente para mostrarse más apasionada de lo que es. Fue una decisión más conceptual que diplomática y le salió bien. Pero, con independencia de los resultados que obtengan y sin desmerecer su excepcional trabajo, creo que el dúo Mengual-Tirados debería haber acudido a Atenas con una banda sonora menos complaciente con los anfitriones y más representativa del patrimonio musical español, como una melodía universalmente española y cuya coreografía exige grandes dosis de sincronización: Aserejé.
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