Bagdad, 90 minutos en el limbo
No hay acontecimiento hoy día en Irak que suscite semejante grado de complicidad. Cuando juega la selección, Bagdad asciende al limbo. Es momentáneo. Hora y media. El arranque de los partidos disputados por el equipo impregna el ambiente de la capital de una calma extraña. Se puede confiar en que durante 90 minutos no va a haber sobresaltos. Y, de vencer, por una vez los disparos no sorprenden. No pasan ni dos segundos desde el pitido final. No falla. La enorme afición al fútbol, sumada a un fuerte sentimiento nacionalista entre las generaciones más jóvenes, provoca notorios cambios de carácter en muchos espectadores. Ni gritan, ni discuten, ni gesticulan en la medida en que dirimen cualquier disputa política, económica o cotidiana. Están absortos. Y muy tensos.
El Gobierno, abanderado persistente de los llamamientos a la unidad del país, trata de sacar provecho con un bombardeo de goles sin piedad. Y muchas banderas. En el canal estatal Al Iraqiya, dedicado a los Juegos, se ha podido ver en diferido más de media docena de veces, de cabo a rabo, cada triunfo iraquí. Pero ha resultado imposible disfrutar de una brazada de Michael Phelps. ¿Quién es Ian Thorpe? Ni una sola final de natación en directo. Tampoco en los resúmenes finales del día. Se ofrece un sinfín de minutos a una especialidad de la que nada se vuelve a saber. Es sólo fútbol. Y cosa de hombres. Las mujeres apenas se interesan por el evento. Están presentes en cualquier actividad social, pero en las celebraciones, en alguna plaza, no aparece ni una.
Restaban seis o siete jornadas de la Liga española y más de un forofo en las calles iraquíes o jordanas conocía de memoria el calendario que debían afrontar los cuatro equipos con opciones al título, sus diferencias de goles, los contratiempos de los lesionados, la calidad de los suplentes... Recitaban de carrerilla buena parte de las plantillas de conjuntos que no son punteros. Televisiones por satélite emiten en directo hasta cinco de los encuentros españoles de un fin de semana. Hay mercado. Aunque no sean de gran calidad, por poco más de 100 dólares se puede adquirir en las calles de Bagdad una antena para captar la señal de numerosos canales.
El primer triunfo, sobre Portugal, celebrado a balazos, como siempre, sólo sacó a los aficionados de su inicial pesimismo. Tras el segundo, ante Costa Rica, las sonrisas proliferaban, aunque tímidas. "Ganaremos a Australia", aseguraban la víspera del partido de los cuartos de final muchos bagdadíes. Ahora ya se lo creen. Se sienten capaces de todo.
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