La más veloz, la más potente
La bielorrusa Yuliya Nesterenko gana los 100 metros, la prueba maldita por el estigma del dopaje
La bielorrusa Yuliya Nesterenko, la más alta y potente, ganó los 100 metros, la carrera maldita, la que perdió la estadounidense Marion Jones en los laboratorios Balco, con su ex marido, el gordo Hunter, o con el nuevo, el también sospechoso Tim Montgomery. O la que pudo ganar la griega Ekaterini Thanou, plata en Sidney 2000, tras Jones, y que se ha ido de los Juegos por la puerta de atrás porque ni llegó a entrar. O la que también pudo ganar la norteamericana Torri Edwards, campeona del mundo de 2003 tras la descalificación de su compatriota Kelli White, y a la que también ha abrazado la larga mano del dopaje. Jones no se clasificó en sus selecciones nacionales, pero tenía la novena mejor marca del año: 11,04s. Edwards, la séptima, con 11,00s. Pero, si eso ya deprimía, aún lo aumentaba recordar en finales así que en estos tiempos en que las atletas bajan esa barrera de los 11s por poco, el récord mundial sigue en manos de la estadounidense Florence Griffith, con 10,49s y el olímpico, también en Seúl 88, con 10,62s. ¿Qué motor tenía hace ya 16 años? Nunca se comprobó. Ni a su muerte. Pero la oscuridad seguirá siempre.
Nesterenko, con su 1,73 metros y su fuerza, vino desde atrás, a partir de los 40 metros, a cazar a la pequeña Lauryn Williams, la mejor de las devaluadas estadounidenses, con sus 1,57. De las tres jamaicanas, la más baja todavía, Verónica Campbell, le quitó al final el bronce a la búlgara Ivet Lalova. Ésta, con la mejor marca del año, unos sorprendentes 10,77s hechos en su país, en Plovdiv, el 19 de junio, pareció luchar codo con codo con Williams. Pero cedió al final.
Ganadora con 10,93s, Nesterenko ha mostrado una regularidad asombrosa. Llegó con la segunda mejor marca de la temporada, 10,92s, y casi la clavó para ganar la primera semifinal. En ella, Campbell, con 10,93s, ya anunció sus aspiraciones al podio. Williams, la estudiante de la Universidad de Miami, ganó la otra, con 11,01s.
En la final estuvieron siete de las diez mejores marcas del año y sólo se coló Debbie Ferguson, la veterana de Bahamas, de 28 años, como Latasha Colander. Y, quizá porque estaba maldita, la carrera que debió haber supuesto la mayor atracción de la jornada, también dejó una esquirla de lujo por el camino. La francesa Christine Arron, una de las seis atletas que habían bajado este curso de los 11s, la cuarta mejor del año, con 10,95s, se quedó en una lamentable semifinal, como en Sidney. Los Juegos son su gran cruz. La atleta, que en teoría ofrece una angelical limpieza -en el país de la mayor cruzada antidopaje-, perdió el equilibrio en la salida y ya no se recuperó.
Quizá la prueba de que no corren buenos tiempos para la velocidad fue que aún sobrevivió hasta semifinales, y quedó al borde de la final, la incombustible Marlene Ottey, antes jamaicana y ahora eslovena, a sus 44 años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.