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Un Ejército de 10.000 hombres dispuestos al martirio

Las exigencias irrenunciables del primer ministro iraquí, Ayad Alaui, son el desarme del Ejército del Mahdi, la milicia de Múqtada al Sáder, y su compromiso público y por escrito de que no retomará las armas en el futuro. Para ello le ofrecen un puente de plata hacia las vías políticas incluso en los momentos en que las amenazas son más contundentes. Sin embargo, en el eventual supuesto de que el líder del alzamiento chií aceptara esta rendición, ¿habría algún modo de controlar ese abandono de las armas? Casi imposible en un país en el que abundan los fusiles automáticos, los lanzagranadas y los morteros y obuses. No hay más que comprobar cómo infinidad de civiles celebran a tiros en las ciudades iraquíes los acontecimientos que despiertan su entusiasmo.

En el mausoleo de Alí, en la ciudad santa de Nayaf, se han refugiado durante días alrededor de 800 leales al clérigo radical, y unos pocos miles más llegaron desde cualquier rincón del sur para sumarse a la insurrección. El Ejército del Mahdi está compuesto por unos 10.000 hombres aproximadamente, que se declaran tan convencidos de la victoria sobre los norteamericanos como prestos al martirio. Podrían entregar su armamento y abandonar el santuario unos cuantos centenares de fieles a Al Sáder. Pero los ataques en las últimas dos semanas en Basora, Nasiriya, Amara, Kut, Diwaniya y Kerbala, las más importantes ciudades sureñas de Irak, han sido continuos. El desarme de una milicia irregular -basta con que los insurrectos chiíes se quiten la cinta verde de la cabeza y pongan sus Kaláshnikov a buen recaudo para convertirse en civiles- se antoja una tarea ardua, por no decir utópica.

Grupos paramilitares

Alaui ha reiterado hasta la saciedad que no permitirá la presencia de grupos armados al margen de las fuerzas de seguridad iraquíes. Pero, ¿qué sucederá entonces con la milicia Badr, un cuerpo paramilitar bajo las órdenes de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (ASRII), partido que forma parte del actual Gobierno y que tuvo un papel preponderante en las revueltas chiíes contra el régimen de Sadam Husein? Y ¿cuál será el destino de los peshmergas kurdos? Miembros de los dos principales partidos de Kurdistán también integran el Gobierno. En este caso, además, se da la circunstancia de que la Ley Administrativa Transitoria, por la que se rige el actual Ejecutivo tras el traspaso de poderes el pasado 28 de junio, permite explícitamente que los guerrilleros kurdos continúen armados. Ni una mención se ha escuchado estos días sobre este callejón sin salida.

No se puede descartar que para el jefe del Ejecutivo sean más relevantes unas imágenes de televisión en las que Al Sáder apareciera renunciando a la violencia ante todo el país que una entrega de armas, que no dejaría de ser un acto simbólico.

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