Antes el dedo que la Luna
¿Qué ocurre cuando una sociedad prefiere mirar al dedo que a la Luna? El 11 de marzo hubo un terrible atentado en España, con ciento noventa muertos. El más grave de su historia. Y, sin embargo, casi todos los libros que han aparecido sobre aquel acontecimiento -por lo menos, una docena- hablan principalmente de lo que pasó entre el 11 y el 14 de marzo. Las consecuencias merecen mayor atención que el acontecimiento -terrible- que las ha provocado. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque lo que ocurrió entre el 11 y el 14 es más fácil de analizar -y menos angustioso de afrontar- que lo que pasó aquel jueves trágico.
En realidad, los que han escrito estos libros no han hecho más que reflejar una reacción colectiva de la sociedad española. La proximidad de las elecciones actuó como catalizador de una reacción clásica: el desplazamiento de un problema hacia otro más fácil de resolver. El 11-M hubo una gran conmoción. A pesar de los precedentes, nadie esperaba este tipo de ataque. Los españoles tenían más o menos integrado en sus esquemas el terrorismo doméstico de ETA pero no estaban preparados para el ataque del terrorismo islamista (un terrorismo exterior aunque se incubara en los propios aledaños de Madrid). Ante el desconcierto apareció la oportunidad de desplazar el problema de la amenaza exterior al debate interior, del terrorismo de destrucción masiva a las manipulaciones del gobierno del PP. Este segundo problema tenía una gran ventaja: podía resolverse en tres días. Y así fue. Y los autores de estos libros de ocasión se sintieron atrapados por esta misma lógica.
De todos ellos, hay que destacar El 11-M, mentira de Estado, de Pepe Rodríguez, que con un minucioso relato de los hechos y del modo de explicarlos al país por parte de los portavoces del PP construye un durísimo retrato de la política comunicativa del Gobierno que soliviantó a la ciudadanía y le costó una cruel derrota electoral. La incompetencia y la voluntad de manipular compitieron en la actuación de un Gobierno desbordado y descolocado. La enésima demostración de arrogancia de Aznar -"quien pronuncie palabras miserables será responsable de estas palabras"- se convirtió en una premonición de su destino. La actuación de Mariano Rajoy, la noche del 13-M, culminó este juego de errores y mentiras con una aparición "que valía su peso en oro, para los socialistas".
Pablo Ordaz reconstruye con eficacia el proceso de distanciamiento de la ciudadanía del PP que a la postre le costó la derrota. El 11-M no hubiese provocado la respuesta ciudadana que se dio el 14 sin los precedentes de todos conocidos. Ordaz intenta responder a la gran pregunta: ¿Por qué Aznar lo arriesgó todo por la guerra? Y la respuesta tiene mucho que ver con la concepción del poder que tiene Aznar, expresada en una entrevista a Le Monde: "Los ciudadanos han votado por uno. Es una experiencia estrictamente personal que no se puede transferir". En este "yo" encontró Aznar su penitencia.
Tres libros llevan un mismo título: Pásalo, confirmando la consagración de la telefonía móvil y de Internet como arma política en estos intensos días. Carlos Cué introduce el punto de vista del ciudadano que desencadenó el proceso de envío de mensajes; Guillem Martínez ejerce de cronista fiel a su estilo que no abandona la ironía ni en los momentos difíciles, y un grupo de personas vinculados a movimientos sociales y alternativos ofrecen sus impresiones escritas en caliente, en las que resulta interesante ver el escaso apego a las teorías conspirativas que tienen estos grupos en España y cómo se va conformando la decisión de votar a la izquierda.
4 días de marzo, de Consue-
lo Álvarez de Toledo, es un relato de los hechos con todos los prejuicios favorables al PP. La autora cuenta la desolación en La Moncloa cuando el sábado por la noche Arriola advierte de que el PSOE va a ganar. Ana Botella llora y Aznar rabia: "Si hubiera tenido una semana más...". En casa de los Rajoy, Mariano reacciona de modo mucho más resignado: "Qué le vamos a hacer", dice a su mujer. Es el carácter. Fernando Benzo, en Héroes inesperados, retrata la explosión de solidaridad en una ciudad conmocionada.
Dejo para el final dos modestos libros que sí hablan del atentado y sus antecedentes. David Ugarte -"un niño electrónico prematuro", en palabras de Suso del Toro- lo hace a partir de la cultura de la red. Mercedes del Amo, Marcos García Rey y Rafael Ortega introducen la perspectiva del Otro. Una selección de artículos de la prensa árabe, todos ellos construidos a partir del rechazo al atentado. Estas dos excepciones no evitan la pregunta: ¿Y de Al Qaeda, qué? De libros hechos apresuradamente para aprovechar la ola comercial de los acontecimientos no se pueden esperar grandes aportaciones. Pero no deja de ser chocante -y, sin duda, representativo de una actitud colectiva- que los efectos hayan llamado mucho más la atención que el acontecimiento en sí.
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