Comienzo sin chispa
España, en el estreno de Luis Aragonés, vence a una débil selección venezolana gracias a la puntería de Tamudo
Ensayo casi nulo. Al menos, si el propósito del partido era plasmar en el césped una idea novedosa y mejor de cómo debe jugar la selección. Si la idea era ensamblar once piezas para fabricar fútbol en cadena y rápido. En definitiva: si la intención de Luis Aragonés en su primer encuentro como seleccionador era engrasar un mecanismo oxidado, fracasó. Quizá, porque el problema no está en el seleccionador ni en sus dibujos o su pizarra. Tal vez, el problema sean los seleccionados. A Tamudo se le da muy bien meter goles; Reyes y Valerón juegan muy bien al fútbol. Ésas son las únicas conclusiones de la noche de ayer. Pero ya se sabían de antes.
España salió al césped paralizada. Nadie se movió. Tres líneas estáticas, entretenidas en mirarse los unos a los otros desde la lejanía. Con enormes dificultades para sacar el balón desde atrás ante la presión venezolana -así llegaron las mejores ocasiones del cuadro suramericano, como un disparo alto de Páez-. Con enormes dificultades para conectar los centrocampistas entre sí y con los delanteros -apenas dos combinaciones en el primer periodo-. En la segunda de ellas, la pelota llegó a Salgado y el recorte de éste se lo tragó un defensa. Levantó la cabeza el madridista y mandó la pelota al segundo palo, donde encontró al mejor socio, Morientes, quien, insipirado como está, la puso dentro.
ESPAÑA 3 - VENEZUELA 2
España: Cañizares; Salgado, Puyol, Helguera, Romero; Víctor, Albelda (X. Alonso, m. 63), Baraja (Valerón, m. 46), Vicente (Reyes, m. 46); Raúl (Torres, m. 46) y Morientes (Tamudo, m. 46).
Venezuela: Angelucci (Ponzo, m. 75); Vielma (D'Ornelas, m. 75), Rey, Cichero, Hernández (Rondón, m. 64); Rojas, Jiménez, Vera (González, m. 64), Urdaneta; Páez; y Margiotta (Castellín, m. 67).
Goles: 1-0. M. 41. Salgado centra bombeado y Morientes remata de cerca en el segundo palo.
1-1. M. 45. Rojas , desde fuera del área.
2-1. M. 57. Tamudo remata solo un córner.
3-1. M. 66. Tamudo, de cabezazo en plancha.
3-2. M. 90. Castellín, tras quebrar a Cañizares.
Árbitro: Rodomonti (Italia). Amonestó a Rey y Salgado.
Unos 28.000 espectadores en el estadio de Gran Canaria.
Por entonces Venezuela, fiel a la escuela más morosa de su continente, tocaba con gusto la pelota, pero con lentitud y con tendencia a morir en la orilla por su falta de capacidad para sorprender cerca del área. Aguerridos en la presión, echaron en falta un mecanismo de percusión, fuerza para descargar los golpes. Por eso Rojas decidió lanzarse en una misión individual, cruzar la trinchera que defendían Albelda y Puyol y disparar desde fuera para marcar el empate. Fue una manera de abreviar, de quitarse de encima el nudo final de la jugada, la parte que peor se le da a su selección. Además, se encontró con la pequeña colaboración de Cañizares, algo lento.
El equipo español decidió que el partido era una especie de desafío individual por turnos. Así, Víctor cogía la pelota y correteaba con ella por su banda. Los demás, le miraban sin ofrecerle un apoyo, ni un desmarque, ni siquiera un grito de advertencia. Luego le tocaba el turno a Vicente -menos veces- o a Baraja. Mientras tanto, Raúl bajaba muy atrás para intentar hacer de correo entre Morientes y el resto, pero tenía que retroceder demasiados metros como para que la estrategia cumpliese su función. En el segundo tiempo, la presencia de Valerón y Reyes en el campo supuso un ligero cambio de guión: España consiguió hacer más de dos pases seguidos en varias ocasiones.
Lo que no varió fue la producción desde el saque de esquina. Víctor se cansó de usar el muelle de su pierna derecha. En uno de esos lanzamientos, Tamudo volvió a adelantar a los de Luis por el simple procedimiento de emboscarse en el segundo palo y poner la cabeza en la trayectoria del balón. El pequeño delantero del Espanyol no desaprovechó su oportunidad y redondeó sus números con un segundo gol. Éste, mucho más espectacular. Reyes levantó la cabeza en la línea de tres cuartos, vio la entrada del ariete, puso la pelota con la fuerza justa y en el lugar exacto y Tamudo se lanzó en plancha para conectar un cabezazo rotundo.
Quedaban algo más de veinte minutos para el final y a Venezuela se le habían acabado los ánimos. Ya no les gustaba la pelota. Ya no hacían sino aguardar a que la goleada fuera piadosa. Pero ni aún así España jugó realmente bien. Tocó más, desde luego. Tuvo más la pelota y creó más ocasiones, algunas más. De hecho, tuvo casi todo el rato el dominio del balón. Pero tampoco descubrió muchas cosas interesantes que hacer con ese objeto redondo: algo de Valerón, detalles de Torres, la insistencia de Reyes, el oportunismo de Tamudo... Aunque casi todos los jugadores de España supieron aprovechar la ventaja de enfrentarse a un equipo agotado y mejoraron, aparentemente, a aquellos a quienes sustituían. Pero sin excesos, nada de filigranas.
En su descargo, recordar que la Liga aún no ha empezado y los jugadores agotan los estertores finales de la pretemporada. Que no están en forma. Que ni la cabeza ni las piernas les funcionan a pleno rendimiento. Pero Luis Aragonés, especialmente en el primer tiempo, no se cansó de hacer aspavientos de disgusto, de gritar órdenes que se perdían a la altura del banderín de córner, de mover las manos diseñando jugadas que nunca se plasmaron en el césped. En definitiva, ensayo casi nulo, estreno sin gracia. Sirvió para saber lo que ya se sabía y para confirmar que un equipo modesto pierde fuelle y resistencia en el segundo periodo, cuando ya ha agotado sus fuerzas. No es gran cosa, sólo otra muesca más en los dígitos victoriosos de la selección cuando no se trata de una competición oficial.
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