_
_
_
_
Reportaje:Atenas 2004 | CICLISMO

Buen ensayo para Somarriba

La australiana Carrigan sorprende y se adjudica la victoria tras una fuga con la alemana Arndt

Carlos Arribas

Las mujeres del equipo español, y medio mundo con ellas, se hicieron una ligera idea de lo que les esperaba ayer en las calles de Atenas la noche anterior, mediada la cena, cuando en la mesa de al lado oyeron un estruendo. Se giraron para verlo -todo el comedor de la Villa Olímpica con ellas- y se encontraron con el tímido Iván Gutiérrez caído en el suelo. No era la primera vez que se mareaba, se desvanecía, el bravo cántabro que había corrido casi 200 kilómetros con el cuerpo herido, magullado, despellejado. En el hospital donde le curaron las heridas también se cayó redondo. Y más tarde, también en la cama. "Se juntaron el calor con que no comió para que tuviera problemas", dice Jesús Hoyos, el médico de su equipo; "la glucosa no le llegaba bien al cerebro y se caía, pero en cuanto le levantaban un poco las piernas y la sangre le circulaba bien se recuperaba". En la cama se quedó ayer Gutiérrez mientras sus compañeras se dirigían al matadero, a lo que se temían sería un nuevo horno, al centro de Atenas, que debería de arder.

La australiana Carrigan sorprende a las favoritas y se adjudica la victoria tras una fuga con Arndt

Así, ardiente a las tres de la tarde, una caldera, esperaba encontrárselo, anhelaba encontrárselo, la galesa Nicole Cooke, la gran favorita, la niña prodigio del ciclismo, que llevaba meses aclimatándose para calores inhumanos, que estrenaba un maillot ligerísimo y superhumectante, de una textura similar a la de las bolsas del té, finísima.

Así no se lo encontró nadie. A las tres soplaba el viento. El cielo estaba cubierto. La temperatura andaba por debajo de los 30 grados. Aquello era jauja. En la salida les llegaban noticias de que los arqueros estaban que trinaban porque el viento se llevaba sus flechas lejos del blanco, que los del voley-playa habían acabados ciegos de arena en sus ojos, que los remeros navegaban en medio de un temporal... Todos los desastres olímpicos a ellas -a todas menos a la mohína Cooke- les sabían a gloria. Se iban a librar de pedalear en el infierno. Joane Somarriba resplandecía. Radiante estaba Eneritz Iturriaga.

A Somarriba no le gustaban ni el calor ni el circuito. Ni siquiera le gustaba cómo se sentía ella misma. Estaba preparada para un día de nones, lo que tampoco, en teoría, era tan importante: su objetivo, su vida, su sueño, su trabajo están preparados para el miércoles en la contrarreloj. Lo de ayer iba a ser una puesta a punto sin mayores ambiciones. Hasta que el viento, la ausencia de calor, le despertó el apetito. Hasta que vio cómo su amiga Iturriaga, de 23 años, debutante, se daba el lujo de escaparse un par de vueltas, de poner al pelotón en fila india, de mostrarle que algunas de las favoritas sufrían, que ella podría tener sus oportunidades. Se animó Somarriba, dejó de ser una presencia anónima. Y con ello cambió la carrera.

Fue en la penúltima vuelta. En la subida de Licabetós, en el mismo lugar en que Bettini se había ido la víspera con Paulinho. Allí se puso en cabeza Somarriba, allí tensó la carrera, allí intentó irse y no pudo: "Me creí Bettini, pero no soy Bettini", dijo; "no tuve sus fuerzas". Allí se hizo la gran selección. Ocho kilómetros más tarde, un grupo de ocho mujeres, entre ellas Somarriba, atravesaba destacada el último paso por meta. Entre ellas, más otras dos que se les unieron poco después, se jugarían la victoria.

Un par de kilómetros después, subiendo por Alexandras, frente al parque, atacó la australiana Sara Carrigan. Doscientos metros más tarde también se fue la alemana Judith Arndt. Somarriba miró a los lados, pidió árnica, relevos, ayuda. Nadie se movió. Las dos de delante se fueron. Ellas se jugarían la victoria. Ganó la australiana -Carrigan: 23 años, 1,68 metros, 60 kilos, ninguna victoria de relevancia en su palmarés salvo una prueba de la Copa del Mundo en su país. En la última recta atacó a Ardnt cuando ésta se volvió a mirar hacia atrás. Las ocho de detrás se jugarían el bronce. Somarriba, agotada, aguantó. Fue la séptima. Décima llegó Jeannie Longo, que podría ser la madre de Carrigan. La francesa, campeona en Sidney 2000, tiene 45 años. Los de Atenas son sus sextos Juegos.

Judith Arndt, medalla de plata, dedica un gesto despectivo a Carrigan.
Judith Arndt, medalla de plata, dedica un gesto despectivo a Carrigan.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_