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Reportaje:

La ciudad de los inmigrantes

Las calles de Madrid se llenan en verano de trabajadores extranjeros sin dinero para poder hacer viajes de vacaciones

Si hay un momento y un lugar en que se hace patente lo que ha cambiado España en los últimos años, la ciudad es Madrid y el momento es agosto.

Cuando los hoteles de la costa se llenan hasta la bandera y los telediarios no dejan de hablar sobre los muertos de la Operación Salida, las noches de Madrid se llenan de gente como Junior Edwin, Milton Mendieta, Vladimir Troyán y Germán Morales, muchos de ellos con sus parejas, sus cuñados, sus hermanas, sus hijos... Inmigrantes que llevan todo el año trabajando en Madrid y no quieren o no pueden gastar dinero en hoteles.

Las calles se pueblan de gente como el boliviano Vladimir, de 27 años, y su esposa Álix, colombiana, de 30, que pasean con su bebé de cinco meses a la una de la mañana y sacan una película en el cajero de un videoclub. Se casaron hace tres años y trabajan en una discoteca. Los dos comparten piso con dos compañeros peruanos. El único lujo que se permiten al cabo del año es no hacer nada durante el mes de agosto. Levantarse a la hora que les apetece y dormir cuando les viene en gana.

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"Y no nos aburrimos. Porque en invierno y a la familia apenas la ves", explica Vladimir. "Uno va de la casa al trabajo y del trabajo a casa. Pero estos días son preciosos. De pronto viene mi hermana, la que tengo en el pueblo de Coslada o viene a casa un familiar de mi esposa... A nosotros nos gusta ver a la tía, a la madre, al sobrino. Juntarnos todos y salir para el Retiro o a la Casa de Campo".

"Hay muchos compañeros que también aprovechan este mes para ganar más dinero, porque en verano el trabajo no falta. Pero a nosotros nos gusta disfrutar del verano", cuenta Álix.

A ambos les fascina la despreocupación con que se viste en la ciudad en verano. "En Bolivia", explica Vladimir, "nunca subes a un autobús así, como voy yo ahora, con sandalias y pantalones hasta la rodilla. Acá, te vistas como te vistas, nadie te va a mirar mal, es una delicia ir con pantalones cortos todo el día".

"Y eso de las terrazas en Madrid nos encanta a los dos", explica Álix. "Hay noches de mucho calor en que salimos a andar para que el niño se duerma y a veces nos dan hasta las dos de la madrugada. Cuando nos parece, nos sentamos en una terraza y nos tomamos una caña".

Ambos aseguran que en sus respectivos países la gente no acostumbra a beber todos los días. "En nuestra tierra", explica la colombiana Álix, "se bebe los fines de semana y mucho. Pero no antes del viernes. Allá en Colombia, por la parte de Bucaramanga, nos ponemos en la puerta con las canastas (cajas) de cerveza, y si pasa un vecino, de pronto se sienta, hacen un asado y se lo comen charlando. Es algo muy bonito. Pero no sucede a diario, sólo los fines de semana. Y esa costumbre que tienen acá de tomarse una caña o dos y no emborracharse es bien linda".

Sentarse en cualquier calle viendo pasar la gente y las horas. Eso es lo que más le atrae a muchos de la ciudad. Y, como decían Vladimir y Álix, la costumbre de beber algo durante la semana. "Aquí quedas con los compañeros de trabajo para tomar unas cervezas un día normal entre semana", afirma el dominicano Junior Edwin, "y te dan la una de la mañana y no pasa nada. Al día siguiente vas a trabajar y ya está".

Las terrazas, los parques, la piscina y... las rebajas. "En Colombia no se da eso de que tengas 15 días con los precios más baratos, y a mí se me pasan las horas viendo tiendas", explica Álix. Las terrazas, los parques, las rebajas y... los ríos. La eterna tradición española de juntar a la familia o a un grupo de amigos y echar el día con neveras y niños a la orilla de la rivera más cercana ha sido retomada con brío por los inmigrantes como el ecuatoriano Germán Morales, de 27 años, y su esposa Elisabeth, de 28. Morales trabaja en una empresa de carpintería y ella limpiando casas. Llevan unos cinco años en España. Y, hasta el momento, nunca han salido de Madrid en vacaciones. De la casa al parque, con los niños, y del parque a casa. De vez en cuando a la piscina. Y los fines de semana, al río.

Cuando se juntan con los hermanos y sobrinos de Elisabeth suman más de diez en la familia. Y entonces toman el autobús muy de mañana y se van cargados de comida a Colmenar, Aldea del Fresno o a cualquier pueblo de Madrid que tenga río o pantano, con el aire festivo de esas jornadas de verano que los niños recordarán durante el resto de sus vidas.

En España hay un millón de inmigrantes regularizados. Y al menos otro millón sin papeles, según la estimación de varios expertos del Ministerio del Interior. Entre tantos cientos de miles de trabajadores siempre hay muchas familias como los Morales, que se quedan en casa, pero también hay gente como el ecuatoriano Vladimir Troyán, albañil de 25 años.

Troyán cree que este verano no le van a conceder vacaciones en su obra. Pero si se las dieran tiene claro que se iría a la playa. "Tengo amigos de Ecuador que se han ido a Barcelona, a Valencia, a Murcia. Y otros han pedido dos meses de días acumulados y se han ido a Ecuador".

Hay muchas familias como los Morales, gente como los Troyán y también quienes ni tienen papeles en regla ni pueden permitirse el lujo de descansar un mes en casa. Ése es el caso de Milton Mendieta.

"Para mí tampoco supone un esfuerzo muy grande no tener vacaciones", explica Mendieta, ecuatoriano de 21 años, repartidor de publicidad, casado y con dos hijos. En Ecuador no nos dan nunca vacaciones de 15 días. Si acaso, un día en Navidad y otro a comienzo y fin de año".

"La primera vez que me pagaron un mes de vacaciones yo no me lo creía. Fue hace 10 años y no me lo creía", comenta Junior Edwin, albañil dominicano de 27 años, en España desde hace 13. "Fue hace 10 años. Yo trabajaba en la frutería de un pueblo y, cuando me dijeron que me iban a pagar por quedarme en casa, creía que me estaban tomando el pelo".

En Madrid se puede ver empleadas de hogar internas que llevan lustros sin unas vacaciones de verano. Maribel, por ejemplo, es una dominicana interna que trabaja como empleada en una casa particular de Madrid desde hace siete años. Cada año, por estas fechas, la familia para la que trabaja se iba a un pueblo de Asturias. Y Maribel se iba con ellos a trabajar. Cobraba lo mismo que si trabajara en Madrid. "Pero estaba allí en el pueblo, sin mi gente y sin saber qué hacer".

Este año, la familia para la que trabaja se fue a México de vacaciones y ella se quedó en Madrid. Son sus primeras vacaciones de verano después de siete años. Los coches aún tardarán en volver. Las plazas se llenan con las historias de Maribel, de Junior Edwin, Milton Mendieta, Vladimir Troyán, Germán Morales y los suyos. Y la ciudad parece más humana.

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