Más de doce sabores suculentos
EL CAMPERO, en Barbate, revela los desbordantes secretos del mejor atún
Todas las primaveras, cuando los atunes de carnes rojas (blue finn) cruzan el Estrecho desde el Atlántico hasta el Mediterráneo en busca de aguas templadas, la última almadraba instalada en la bahía de Barbate (Cádiz) captura grandes ejemplares con un sistema de pesca m
ilenario. Pescados voluminosos (Thunnus thynnus) que antes de desovar poseen una elevada infiltración grasa y que, no sin razón, se han apodado los cerdos ibéricos del mar. Durante los dos meses en que tienen lugar las levantadas, José Melero, propietario de este bar / restaurante, almacena despieces que envasa al vacío, los ultracongela, los somete a salazón o ahúma según la parte de que se trate. Toda una ciencia en la que se comporta como un virtuoso gastrónomo / carnicero.
EL CAMPERO
Avenida de la Constitución 5. Barbate (Cádiz). Teléfono 956 43 23 00. Entre 35 y 45 euros. Menú de la casa, 30 euros. Butifarra de atún sobre gazpacho, 6. Mormo de atún cocido, 12. Atún en escabeche de naranja agria, 12. Espuma de arroz con leche sobre melocotón, 5,25.
Pan ... 5,5
Café ... 4
Bodega ... 6,5
Ambiente ... 6
Servicio ... 6
Aseos ... 6
'Contramormos' y 'galetes'
De la cabeza extrae cortes exquisitos, morrillos, mormos y contramormos, que recuerdan a pequeños solomillos. Y también las galetes, más finas que las mejores carrilleras de ternera. Un contingente de las ventrescas o ijares los somete a salazón antes de conservarlos en aceite de oliva, mientras que las huevas de grano y los lomos los deseca para obtener cotizados salazones (mojama). Del centro y de la cola obtiene el tarantelo, los denominados platos, la espineta, el solomillo, los descargamentos, el corazón y el hígado. En total, más de 12 sabores suculentos.
Con esta materia prima, las cocinas de El Campero intentan servir recetas simples pero refinadas. Algunas resultan acertadas. Otras se malogran por culpa de salsas inapropiadas. Lo mejor es pactar con el patrón una degustación y aguardar las sorpresas. Son deliciosos los cortes de ijar en salazón o en aceite. Es exquisito el mourmo hervido y sensacional el morrillo a la plancha en compañía de una salsa de zanahorias. Tan variadas son sus sugerencias que hasta se atreven con un shashimi nipón, que llega cortado pésimamente y se sirve en compañía de salsa de soja y pasta wasabi. Aun así, hay que aguardar a los últimos platos para enfrentarse a las emociones fuertes. Es una lástima que una salsa de hinojo demasiado intensa no realce nada la sublime galete. O que la ventresca a la plancha, excepcional, se estropee con una salsa de regaliz inadecuada. En conjunto, una gran experiencia que justifica con creces el desplazamiento.
EL ESPECTÁCULO DE LOS BESUGOS
LAS INSTALACIONES de El Campero se dividen en tres estancias diferentes. En el exterior, una terraza desenfadada, ideal para cenar o comer cuando las temperaturas lo permiten. Dentro, una vistosa barra a la que sigue un comedor convencional sin apenas refinamientos. Sea cual fuere el lugar, antes de componer el menú conviene dar un vistazo a su vitrina-frigorífico, que constituye un espectáculo marino. Según el día de que se trate, pueden contemplarse pargos y urtas de más de 11 kilos, rodaballos, cabrachos, lenguados, boquerones, salmonetes o pez san pedro casi coleando. Pescados que se capturan en aguas del Estrecho o en la bahía de Cádiz, y entre los que sobresalen sus espectaculares besugos, que se hacen al horno o a la plancha, los mejores de España y los últimos ahora que la especie ha desaparecido del Cantábrico. A pie de la misma barra, un inacabable surtido de tapas. Raciones de atún con tomate o encebollado, tacos de pescado (urtas, sargos) preparados a la roteña, buche de mero con garbanzos y grandes fuentes de pescado frito hacen las delicias de los adictos. Bocaditos que también se degustan en sus mesas. Las frituras de corvina, de pargo, de brótola y los calamares en aros constituyen otras especialidades recomendables. Donde la casa fracasa de manera estrepitosa es en los postres. Hasta el punto de que casi ninguno de sus dulces es de recibo. Otro punto negro es el café, amargo, quemado y con un fondo de torrefacción insoportable.
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