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VISTO / OÍDO
Columna
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Infierno, clon, aborto

Habrá un tiempo en que se realicen clonaciones humanas. No estoy seguro de que no lo estén haciendo ya en alguna clandestinidad, incluso estatal o tolerada, en secreto. Cualquier Estado, cualquier ideología, se opone en principio a las innovaciones. Los Estados, o grupos de poderosos que dominan las naciones, no aceptan nada hasta que comprueban si está en la economía de quienes les designan. Para la clonación han tenido siempre sus métodos naturales: en España, la Guardia Civil, las niñas de las monjas, las monjas mismas, los seminaristas, los cuarteles, el Opus o el PP, todos ellos entre sí con sus mismas consignas eternas y su retórica cortita pero machacona: han clonado las voces y los medios de que se imbuyen. La negación de la diversidad, la busca de unión, que hacen a la fuerza y acudiendo a intereses supremos y al miedo, en ZP se reflejan por pactos. Se produjo en la España histórica la negación a lo nuevo: fuera la revolución, la creación de la industria, los grandes inventos. Una razón básica: ellos viven bien y morirán bien, encaminados hacia la parcela celestial que han conquistado y, por tanto, no hay que cambiar nada. La fe: todas las religiones creen que no se puede perfeccionar más, porque suya es la verdad única, aunque el número de verdades únicas sea enorme, y haya que defender cada una a bombazos. Todo está en el Libro, y el Libro dice que el poder viene de Dios. Ahora sí, una vez que comprueban que el invento no es del diablo, porque les da dinero, lo aceptan y piden perdón a Galileo.

Leo en el artículo de ayer del director de La Vanguardia que en España una de cada tres personas cree en el infierno, pero en EE UU cree el 75%. No me satisfacen las cifras, porque los tres incrédulos nuestros no están en el poder y pesa aquí más aún la monarquía de Washington. Aquí el ministro de Justicia anuncia dos años para el debate de la Ley del Aborto. No les corre prisa: las chicas ricas siguen yendo a Londres, por disimular -en España lo hace quien quiere-, y las pobres paren en el retrete, tiran el niño y van al infierno, pasando por las cárceles hacinadas y enviciadoras. Él no irá: puede dar tiempo a perder la legislatura; vuelva el Opus y se acabe el aborto.

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