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Columna
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Desde el Petit Palais

Pueden verse en el Museo de Bellas Artes de Bilbao 80 piezas de arte, cedidas por el Petit Palais de París, cerrado temporalmente por obras. Se trata de un espécimen surtido de estilos, gestados en las especialidades de pintura, escultura y el dibujo. La muestra lleva por título De Ingres a Cézanne. El siglo XIX en la colección del Petit Palais.

Tras unas cuantas visitas, nuestras preferencias optan por el óleo de Delacroix, La lucha del Infiel y del Pachá. Lienzo vigoroso, lleno de movimiento, donde caballos y combatientes entrecruzan convulsivas ferocidades. Próxima a esta obra, unas cuantas creaciones de Ingres (enemistado abiertamente en vida con Delacroix) acreditan su magisterio en la línea dibujística, al punto de dejarnos más complacidos con el dibujo de Monsieur Lavergne que en los dos pequeños óleos firmados por él. Aunque posean evidente solidez los tres lienzos de gran formato que aporta Courbet, entre ellos la espectacular escena lésbica El sueño, nos atrae más su autorretrato, realizado en su juventud, incluso con sus pasajes repletos de contracciones y dudas plásticas...

Es sumamente retrechero el grave y ensombrecido cuadro de Manet, Retrato de Théodore Duret. Advirtamos que no se puede pasar sin fijar la mirada en las esculturas de Camille Claudel y Rodin. Firme, macizo y denso el bronce de Camille, que es un busto de quien fuera su maestro y amante, Rodin; y con semejante firmeza, densidad y vigor vale atribuir a Rodin respecto a su escultura titulada Cabeza de Alphonse Legros. Con dispar pulso a estas dos esculturas, dado su carácter hiperrealista, merece una atención especial la escultura de Dalou, Busto de Albert Liouville. La contribución de Honoré Daumier, lo mismo en los óleos, como en la pequeña escultura y en la acuarela y carboncillo, pone de manifiesto trazos de cuño expresionista. Sucinto, austero, sugerente es el autorretrato de Jean-Louis Forain...

Después de pasar por un espacio demasiado profuso dedicado a obras de Eugéne Carrière y Fernand Pelez, nos encontramos con la extraordinaria escultura en bronce de Bourdelle, Penélope. Obra sólida, de intencionalidad abiertamente expresiva, donde se alterna la suma quietud y el permanente movimiento. Valoramos muy acertado el tratamiento de la emotiva materia que se enseñorea por los cuatro costados...

Y enfrente, se alza la obra Tres bañistas, de Paul Cézanne. De pronto, todo el ámbito de la exposición se llena de contemporaneidad. Obra maestra que rebosa luz y encendido color, a través de las sabias pinceladas ejecutadas con fulgor vigoroso y vivo. Esta pieza es tan rica en matices como puedan serlo únicamente un millar de los más escogidos crepúsculos de la madre naturaleza...

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