El pentacampeón anónimo
Manuel Busto reina en el maratón de piragua, una especialidad que pasa inadvertida al no ser olímpica
¿Cabe imaginarse al atleta keniano Paul Tergat, plusmarquista de maratón, ganando dos carreras por el título mundial en apenas 24 horas? Pues eso, más o menos, es lo que ha hecho días atrás Manuel Busto, que se ha convertido en el primer piragüista de la historia en conseguir el doblete, en el K-1 y el K-2, en la misma edición de los Campeonatos del Mundo de larga distancia: cada prueba consta de 37 kilómetros.
Con los dos logrados hace una semana en la ciudad noruega de Bergen, Busto (31 de julio de 1975; Villaviciosa, Asturias) ya suma cinco títulos en una especialidad condenada al anonimato al no formar parte del programa olímpico. En su momento, fue reserva de equipo español que acudió a los Juegos de Atlanta 1996 y también intentó estar en los de Sidney 2000. Pero, a estas alturas de su carrera, ya se ha mentalizado de que lo suyo es el maratón.
En cambio, no opina así su médico, Manuel Rodríguez, que lo define como "un velocista que gana maratones". El problema de los palistas con pretensiones olímpicas es que están sometidos a un riguroso régimen de preparación, con largas concentraciones, la mayor parte del año en Sevilla. Y Busto sólo ha funcionado bien cuando se ha preparado en la ría de Villaviciosa, que se encuentra, más o menos, a unos diez metros de su vivienda.
El palmarés de Busto no ha parado de engordar desde 2000. Empezó por el Descenso del Sella y continuó con los primeros Mundiales de maratón, en Halifax (Canadá), pese a competir con la piragua de un júnior prestada por la federación británica. La suya no llegó a tiempo. Al año siguiente, ya con una embarcación propia, obtuvo su segundo oro en el Reino Unido.
A partir de 2002, Busto ha intentado alimentar su leyenda de superhombre doblando en todos los Mundiales, es decir compitiendo por el triunfo en el K-1 y el K-2. En Zamora rozó el objetivo al conseguir su tercer título individual y la medalla de bronce con Julio Martínez. El año pasado, en Valladolid, volvió a cruzar la meta del K-1 en el primer lugar, pero fue descalificado por pasar por fuera de la boya. Al día siguiente, la plata en el K-2 con Javier Hernanz apenas le sirvió de consuelo.
Busto se sintió despojado de su cuarto título y durante muchos meses le faltó motivación para entrenarse. La encontró a tiempo e incluso varió su planificación invernal, olvidándose de la pista. Eso le permitió presentarse en Bergen más bajo de peso que nunca -80 kilos para sus 182 centímetros de estatura- y ganar con relativa facilidad en el K-1 y, con algunos apuros más, al día siguiente en el K-2 con Oier Aizpurua.
Al cruzar primero la línea de meta en el K-1, Busto cerró el puño derecho y levantó el dedo corazón al cielo en un gesto inequívoco de rabia con dedicatoria anónima. "Para los que se den por aludidos", se limitó a decir, aunque está claro que todavía hoy sigue resentido con los jueces de Valladolid y alguien más. En el otro lado de la balanza pone a su familia y a su grupo de trabajo: el doctor Rodríguez, el entrenador Xabi Torrallardona y el masajista Toni Mallo.
A Busto no le gusta hablar de la polémica provocada por los palistas Emilio Merchán y Julio Martínez, que acusaron al presidente de la federación española, Santiago Sanmamed, de "incitación al dopaje". Según Busto, "la gente debería pasar los controles de EPO cuando les toca y no andar quejándose en los medios de comunicación": "Este año me han hecho más de diez. Llevo muchísimos años remando en los equipos nacionales y nunca oí a ningún presidente incitar al dopaje".
Por eso a Busto le dolió especialmente su derrota de anteayer en su casa, en el Sella, ante Martínez y Merchán. Sobre todo, por la forma, ya que sus rivales atajaron a pie en un recodo del río. "Lo que hicieron es legal, pero no es de caballeros", se quejó con amargura.
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