Navarro Baldeweg defiende lo cotidiano
El escultor, pintor y arquitecto dirige un 'Taller imaginario' en Santander, donde muestra las llaves que abren las puertas de su proceso creativo.
La pintura, la arquitectura y la escultura son los tres caballos que tiran incansablemente de las manos de Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939). Artista que dice no pretender más que "la celebración del cuerpo y la materia". Esta semana imparte en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo el Taller imaginario, un curso introspectivo en el que desvela cuáles de sus obras han abierto nuevos caminos en su propio proceso de creación: claves que abren puertas de habitaciones desconocidas.
"En este taller trato de mostrar el espacio mental en el que he ido trabajando. Un mundo que se ha ido creando a lo largo de los años, y que en mi caso ha sido recíprocamente fructífero", afirma el artista.Sus vacaciones consisten en cambiar de disciplina. "El trabajo artístico es un círculo vicioso de experiencias fundamentales", indica.
La gravedad, el equilibrio, la luz. De estas "experiencias fundamentales" brotan las ideas de las que se nutre cualquier disciplina artística, según Navarro Baldeweg. "Cómo sostener en pie una figura es uno de los grandes temas de la escultura, desde la Grecia clásica hasta las piezas de equilibrio de Richard Serra. No son experiencias científicas, sino artísticas, que producen emociones. Son grandes temas que nutren persistentemente las artes".
Navarro Baldeweg se desmarca de aquel arte de vanguardia que trataba de representar lo irrepresentable: el infinito, el bien, la libertad, el vacío... "No creo que nuestra tarea como artistas esté más allá de celebrar las cosas más elementales y físicas: el mundo de materia que nos rodea, y nuestro propio cuerpo. Tenemos que estar abiertos a las cosas que nos rodean, incluso las más cotidianas -las que pasaríamos por alto-, para poder anclar en ellas una estructura y una manera de pensar".
"Más pintor que nada"
Un empirismo estético que prefiere desarrollar en soledad. "Soy más pintor que nada", llegó a afirmar. "Es más cómodo ser pintor o escultor", explica; "la pintura y la escultura entran dentro del dominio de uno mismo. En la arquitectura interviene más gente, la economía, la política... Es más incómoda que las otras artes, menos divertida. Sin embargo, la emoción que produce la arquitectura es muy fuerte. Es un arte que te rodea, es profundamente físico y corporal. Se recorre. Solamente la arquitectura produce las grandes emociones del campo óptico y del horizonte que se abre, y desvela los panoramas de la materia".
Navarro Baldeweg promete rehacer Escalera, una pequeña escultura valorada en unos 6.000 euros y que en junio pasado fue robada de la galería Marlborough, en Madrid. "Es una pieza sencilla, pero tiene un cierto misterio". En septiembre llevará a la Bienal de Arquitectura de Venecia el palacio de la Música y las Artes Escénicas de Vitoria, el teatro del Canal en Madrid, la remodelación del molino de agua de Martos y el Parque del Balcón del Guadalquivir, en Córdoba. Al pabellón de España llevará dos ejemplos de su trayectoria: una obra antigua, la restauración de un molino de agua en Murcia y otra reciente, el Museo de Altamira, en Cantabria. El pabellón, explica, pretende presentar la arquitectura nacional "como un fenómeno de corredores de fondo".
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