Verano y ruido
Todos los veranos igual. Entre los días 15 y 20 de agosto no hay ley medioambiental contra ruidos que se respete, ni protección a la salud de los vecinos, ante las verbenas estivales que emiten decibelios sin control, ni de tiempo, ni de potencia, y son las causantes de no pegar un ojo por la noche.
Si partimos de que el respeto hacia los demás es un principio fundamental para un mundo más limpio y humano, eso de predicar con el ejemplo brilla por su ausencia: locales que deben de cumplir con la normativa de cierre y no la llevan a cabo por no estar dados de alta en el municipio como bar de copas, o porque no hay proyecto técnico alguno que los avale; verbenas que incumplen el horario por exigencias de vecinos egoístas (yo pago, yo mando) que sólo miran su disfrute personal con la música a todo volumen a la hora que sea, sin importarles si molesta o no al resto los vecinos, son muy corrientes, por desgracia.
Si existe la permisibilidad total ante un acontecimiento como el FIB, donde 12.000 almas en Benicàssim hacen lo que les viene en gana y nadie les protesta, ¿cómo puede el Ayuntamiento exigir lo que no exige durante el festival, el resto del verano? ¿Quién permite las verbenas horteras? ¿A quien se debe pedir responsabilidades por el deterioro de nuestra salud? ¿Hasta cuándo deberemos de sufrir el bombardeo de ruido nocturno en Benicàssim? No me opondré nunca a que la gente que lo busque disfrute de una noche de baile y diversión, pero con control.
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