Chano Lobato expone su arte y sus "embustes" flamencos
"Madrid son tres décadas de mi vida, muchas fiestas y muchas borracheras. Por eso me da mucha responsabilidad cantar ahí". El cantaor Juan Miguel Ramírez Sarabia, Chano Lobato (Cadiz, 1927), vuelve esta noche a la que fue su casa para actuar en los jardines de Sabatini. No importan los años, 77, ni los achaques, su diabetes o el colesterol. "Si no canto, me muero. Si me quitan esto me quitan la vida", avisa mientras prepara para el viaje a su arte y sus "embustes", aun sabiendo lo inútil del esfuerzo. "El flamenco ha sido siempre inspiración, arte, sin que importe el lugar. El duende te encuentra cuando estás a gusto, en un cuarto de tu casa o en un teatro lleno".
Cuando el Chano habla, parece que cantar flamenco sea cosa fácil. "El cante está en la boca y en el corazón que le pongas. Ésa es la clave de la jondura. Hay que ser buen aficionado, escuchar y, sobre todo, tener vivencias. Es el tiriquitrán que te cantan, como lo bailas y lo acompañas desde chico lo que te hace aprender". Flamenco payo, muchas veces confundido con un gitano - "eso es un piropo"-, Chano amoldó su voz a los bailes de "Antonio y de los más grandes", hasta que se decidió a dar el salto y cantar alante. "Cantar atrás es muy difícil y muy sacrificado porque tras la bata de cola no te ve nadie, pero cantar alante da mucha responsabilidad". Pasan los años y las tablas, las galas y los premios, pero la voz y los nervios de Chano permanecen. "Lo que pasa es que cuando me subo a un escenario, como me dijo un día una chiquilla, me traspongo porque allí no hay edad".
Los nuevos tiempos
Desde la atalaya de más de 60 años de profesión - empezó a cantar con 12 años, cuando murió su padre -, Chano Lobato compara con el pasado y sonríe al presente. "El artista flamenco ha tomado una dignidad muy grande. Antes era deprimente, entrábamos por la puerta falsa y, ahora, por la principal, porque estamos muy reconocidos". El flamenco también ha cambiado, pero no tanto. "Antes teníamos los mismos argumentos que ahora. Lo que pasa es que se han agregado cosas nuevas y buenas". Su receta para que la mezcla no adultere el resultado es sencilla. "No hay que meter la pata separándose demasiado de lo clásico, aunque uno quiera adaptarse a los nuevos tiempos".
Lo clásico son las siguiriyas, las soleares o las malagueñas, pero siempre en su justa medida. "Hora y media de siguiriyas no las aguanta nadie, ni yo agarrado. Tienes que estar borracho. El flamenco es muy largo y muy bueno, muy bonito, pero de poquitos en poquitos". La ventaja de los nuevos tiempos es, sin embargo, "la juventud, que está muy preparada y lo entiende todo". Ese público, el más joven, es el que mejor comprende los cantes, bromas y "embustes" que Chano ofrece desde el escenario. Esta noche no estará solo. La voz de Antonio Pitingo y las guitarras de Paco Cortés y José Manuel León también resonarán en Madrid.
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