Rasputín
Emocionado por las bellas palabras que ayer dediqué a la injustamente vilipendiada clase periodística me llamó un colega de un periódico amigo (La Razón) para filtrarme una información que, dice, podría servirte en un momento dado para los chascarrillos de "tus espléndidas crónicas veraniegas". Lo pongo entre comillas para que sepan ustedes que a mí me pasa como a Juan Pablo II, que me quiere todo el mundo. Mi colega, con su mejor intención, me dijo que corre desde hace tiempo el rumor de que hay un político del ex equipo directivo del PP que tiene un miembro viril que en estado de reposo puede medir tirando por lo bajo unos treinta centímetros. Imagínate ese miembro en estado de máxima erección, me dijo mi colega. La verdad, me extrañó que me llamara para contarme una información que yo sé de primera mano desde hace muchos meses. Entendámonos, cuando digo "de primera mano" no quiero que se me malinterprete, que yo no voy por ahí midiendo los miembros de nadie, ni del anterior Gabinete ni del actual. Le pregunté a mi colega si Luis María (Anson) estaba al corriente del asunto y él me dijo que sí, pero que no publicaban semejante información para que no se pensara que estaban idealizando al anterior Gobierno aunque fuera en su potencial físico, y yo le dije que (por lo que yo sabía) la línea ideológica de mi periódico apuesta por no darle demasiada importancia al tamaño de los miembros (en general). Qué progres, me dijo con retintín. Y nos dijimos adiós, adiós. El caso es que la charla evocó en mí un recuerdo: me acordé de haber visto a dicho político superdotado en una boda en la que coincidimos volviendo de comulgar, y sabiendo yo ya la fama que tenía el bravucón, en un acto reflejo miré hacia sus partes íntimas y me pareció adivinar, a qué negarlo, una dimensión sobrenatural. De pronto me sentí culpable por estar en misa y repicando y me santigüé y recuerdo que mi santo me dijo: "¿A qué coño viene que te santigües ahora, hija mía? Fíjate un poquito en lo que hacen los demás". El caso es que allí mismo, ante la mirada vigilante del Señor, tuve malos pensamientos. Una vez que tienes un mal pensamiento te vienen veinte peores detrás. Y me acordé de Rasputín. No me refiero a la casa "Rasputín" que visitaron algunos políticos mallorquines en su excursión moscovita, sino al propio Rasputín. Tal vez me acordara de Rasputín porque Rasputín era monje o porque también Rasputín tenía un miembro que ha pasado a la historia, que le medía en reposo unos treinta centímetros. Y nunca mejor dicho "en reposo", porque Rasputín lleva un siglo bajo tierra, pero su miembro se expone intacto como el brazo incorrupto de la Santa, dado que cuando el malvado Rasputín murió el médico se quedó tan impresionado al ver semejante pene (por el tamaño sería más apropiado, según la RAE, denominarlo "polla") que le dio un tajo y actualmente lo tienen expuesto en un museo que no me acuerdo del nombre ahora mismo, pero vaya, que si algún Gobierno autónomo (sea el balear o cualquier otro) tiene previsto viajar a Rusia y está interesado, yo me informo. Como hay Dios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.