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Tinto de verano
Columna
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El perrillo

Elvira Lindo

Ustedes pueden pensar que los periodistas somos una casta despreciable. No seré yo quien lo desmienta. Pero qué quieren, me siento parte de este gremio. Tendremos defectos, como cualquiera, pero también estamos todo el día al pie del cañón para que la verdad prevalezca (el Watergate y toda la pesca). Hoy quiero contarles algo que no suele contarse, el famoso factor humano: los cronistas culturales somos una piña. Seamos del periódico que seamos. A veces cuidamos del bebé de otro compañero aunque escriba en La Razón, somos avales bancarios de una colega de Abc, o asistimos a los funerales del suegro de un compañero de El Mundo, y cuando alguno de nosotros fallece, murmuramos mordiéndonos los labios: "Era un hijo de puta, pero tenía su estilo". Éstas son las cosas que nunca se cuentan. Yo tengo un amigo que escribe en el Blanco y Negro que siempre me pasa las exclusivas que él no quiere. Es mi amigo Rodriguez Rivero. Mi amigo RR me llamó ayer para filtrarme una información que me erizó el vello: me dijo que una mujer de probada influencia en el mundo cultural tenía perrillo, y que eso le había abierto muchas puertas. ¿Qué es tener perrillo?, se preguntarán ustedes. Tener perrillo no es tener a Chiquitín, mi mítico yorkshire. Tener perrillo es poseer la cualidad de contraer los músculos vaginales de forma prodigiosa. Eso es perrillo. Hay mujeres que tienen perrillo de nacimiento. Hay culturas del Lejano Oriente en las que el perrillo se ejercita desde la niñez y ahí radica el misterio (nunca desvelado) de la mujer oriental. Nosotras, las occidentales, con el multiculturalismo nos estamos espabilando, y hoy en día, la que no tiene perrillo es porque no quiere. En la gimnasia de vanguardia, hay un momento cumbre en que la profesora nos enseña a ejercitar los músculos vaginales. Las profesoras nunca dicen "perrillo", son muy suyas. Las profesoras aconsejan (con sonrisa enigmática) ejercitar el músculo uterino (la de vueltas que dan por no decir perrillo) para evitar en la senectud esas molestas pérdidas de las que tan magistralmente habla Concha Velasco en su anuncio compresil. Lo de las pérdidas está muy bien, pensamos todas, pero todas sabemos al dedillo para lo que sirve un perrillo. Las entrenadoras dicen que dado que es una gimnasia que no se aprecia exteriormente una puede muscular su perrillo en cualquier momento: escribiendo un artículo (yo ahora mismo), hablando con el director del periódico sobre una hipotética subida de sueldo, o mientras le pides al frutero unos tomates de pera para hacer un salmorejo. Algunas veces, cuando estoy esperando a que se ponga verde un semáforo y a mi lado hay varias mujeres inmóviles como yo, pienso para mí misma: ¿estaremos ahora mismo todas, en plena calle, musculando nuestro perrillo? Queridos lectores: nunca saldrá de mi boca el nombre de esa mujer de la cultura que tiene un perrillo mordedor. Me iré con ese nombre a la tumba, y no porque considere que es una característica negativa, muy al contrario, sino porque podría entenderse que le niego yo a esa señora su valor intelectual y pongo todo el acento en su perrillo. Y eso tampoco es. Pero que el perrillo le ha ayudado a escalar puestos eso lo saben hasta los chinos de Rusia.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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