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Los gendarmes nadan muy rápido

La isla de Ré, situada en el Atlántico, a poco kilómetros del puerto de La Rochelle, es uno de los lugares de veraneo preferidos de políticos e intelectuales franceses. En verano llegan a reunirse en sus 8.532 hectáreas hasta 140.000 personas, pero el resto del año viven en la isla apenas 10.000, de entre las cuales 472 son prisioneros condenados a largas penas. Ése era el caso de Philippe Dufosse, de 22 años y con otros 19 en perspectiva a vivir entre las cuatro paredes de la cárcel de Saint Martin de Ré. Demasiados debió pensar porque hace dos días, aprovechando los útiles del taller donde aprendía a cortar la piedra, agujereó el techo de su celda, escaló el muro y se fugó. La isla, unida al continente por un puente de peaje de 3 kilómetros, pasó a estar bajo la vigilancia rigurosa de 100 gendarmes y un helicóptero. Los coches que abandonaban la isla eran registrados meticulosamente y los embotellamientos han sido históricos. Dufosse es un tipo peligroso, un atracador y asesino frustrado, y la policía repartió su foto entre todos los habitantes de la isla, quién sabe si incluso no se la dieron al propio Dufosse. El caso es que muy pronto los 32 kilómetros de longitud de la isla le resultaron muy pocos y unos bañistas sospecharon de él "por su extraño bronceado", sin duda con la marca de la camiseta, poco elegante en el contexto de distinción de la isla. Dufosse comprendió que pasearse por la playa con aspecto de ciclista que acaba de terminar el Tour era peligroso y se lanzó al agua, dispuesto a alcanzar el continente aprovechando la marea favorable. Los turistas, cuando vieron que se alejaba, sacaron los teléfonos móviles y llamaron a la policía. Los agentes, que llegaron de inmediato, requisaron una plancha de surf dotada de vela y, en traje de Adán, se lanzaron a la persecución del fugado. El viento y la maestría del gendarme pronto pudieron con el buen estilo y la resistencia de Dufosse, que, aún desnudo, había tenido la precaución de meterse en el agua con un arma de destrucción masiva en la mano: un cutter. El gendarme obligó a Dufosse a desviarse, ralentizó su progresión y fue así como sus compañeros, de uniforme y armados, en una modesta lancha Zodiac también requisada a un veraneante, llegaron hasta la altura de Dufosse. Éste, primero, les amenazó con pinchar la barca, pero luego, cuando vio los cañones de las pistolas salir de las cartucheras, optó por rendirse. La llegada a puerto de la Zodiac, con dos hombres desnudos, fue acogida por una multitud y centenares de cámaras, una versión dramática y tensa de los problemas cómicos de nudismo de otro gendarme célebre, el encarnado por Louis de Funés, en la serie que le hacía guardián de la moral de Saint Tropez.-

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