"El fin de la URSS era inevitable: demasiados pueblos forzados a unirse"
Desde lo alto de la colina donde vive Eduard Shevardnadze, uno de los protagonistas del siglo XX, contempla el paisaje sensual de Tbilisi castigada por el sol y examina el panorama político de los pueblos que estuvieron engarzados en la URSS hasta que este imperio se desmoronó en 1991. El ex ministro de Exteriores de la URSS y ex presidente de Georgia, de 76 años, comienza el día en una glorieta rodeada de rosales, vestido con un chandal gastado, que acentúa su aspecto de jubilado. El superviviente de varios atentados y regímenes escribe hoy sus memorias encerrado en esta villa oficial, donde el presidente Mijaíl Saakashvili, su sucesor, le permite seguir residiendo.
La escolta, numerosa, es estricta con los visitantes, como si el patriarca de la política georgiana dirigiera aún el destino del país. Pero la revolución de las rosas, que acabó con su largo mandato en noviembre pasado, interfiere en su vida. Su yerno, Gueorgi Dzhojtaberidze, jefe de una compañía de telecomunicaciones, fue encarcelado en la campaña contra la corrupción. Le soltaron cuando su esposa, Manana, pagó 15 millones de dólares. No obstante, Shevardnadze apoya a Saakashvili.
"Gorbachov y Yeltsin adelantaron cinco años la desintegración de la URSS"
Pregunta. ¿Cómo van sus memorias?
Respuesta. He escrito ya la mayor parte y creo que resultan muy interesantes, con detalles que nadie conoce o que nadie cuenta.
P. ¿Aportan claves a algún episodio poco conocido de la desintegración de la URSS?
R. Estoy en un serio dilema. Tengo que describir ese proceso habiendo sido un participante directo. Pero no en el sentido de que yo también la destruyera, como me acusan... Yo avisé en diciembre de 1990 a todo el pueblo del peligro de una dictadura. Le advertí a Gorbachov de que se preparaba una contrarrevolución, y cuando dije ante el Parlamento que podíamos perder todo lo que habíamos ganado en los últimos años la sala se puso en pie y comenzó a aplaudir. Me pidieron que no abandonara el cargo de ministro de Exteriores. Pero mi decisión estaba tomada.
P. En vísperas del derrumbe final volvió a ser ministro, aunque brevemente...
R. Sí, ¿y sabe por qué acepté? Cuando Gorbachov promovió la democratización los georgianos y otras minorías étnicas empezaron a soñar con la independencia. Como representante de una de esas minorías, yo sabía que cuando se intentase democratizar el país todos querrían ser independientes. Era consciente del problema, pero pensaba que se plantearía en toda su agudeza cinco o seis años más tarde. Si surgió antes fue porque Yeltsin y Gorbachov no pudieron ponerse de acuerdo. Ésa fue la causa principal. De todas maneras, la URSS se hubiera desintegrado, era inevitable. Eran demasiados pueblos forzados a unirse.
P. ¿Conserva relaciones con Gorbachov?
R. Sí, a veces nos telefoneamos. Nos escribimos. Somos gente seria. Lo pasado, pasado está.
P. ¿Cuál fue el principal error de Gorbachov?
R. Le reprocho a él y a Yeltsin que no quisieran darse la mano, que no se unieran en interés del país y que resultara al revés, que Gorbachov constantemente se enfadara con Yeltsin.
P. ¿Es Putin otro tipo de persona?
R. Valoro mucho a Putin. Lo conozco bien, aunque no muy de cerca. Al dejar Exteriores estuve dando conferencias en Leningrado, y su alcalde, Anatoli Sobchak, que me había invitado, ordenó a un joven que me atendiera, y ése era Putin, su ayudante. Le respeto mucho porque hasta ahora es fiel a la memoria de Sobchak.
P. ¿Continúa Putin las tradiciones imperiales rusas? Sus relaciones a menudo han sido tensas.
R. Georgia siempre tuvo relaciones normales con Rusia, porque a través de ella se abrió el camino a Occidente. Muchos importantes científicos georgianos estudiaron en San Petersburgo y Moscú. Putin no es culpable de las tensiones, que surgieron en época de Yeltsin, cuando con la participación de las tropas y voluntarios rusos -miles de hombres y varios miles de chechenos- nos quitaron Abjazia y expulsaron a 300.000 georgianos. Había un 17% de abjazos, y casi un 50% de georgianos, a los que echaron. De ahí nuestra actitud hacia Rusia. No digo que fuera Yeltsin, sino el KGB y otros...
P. ¿Qué quiere Putin?
R. Putin quiere encontrar una solución, pero no puede. Mire el Báltico y cuántos puertos tenía Rusia, y no le ha quedado casi nada. Mire el mar Negro: Odessa, Ilichovsk, Sebastopol ya pertenecen a Ucrania, y a Rusia le queda sólo Novorossisk. Si Rusia se va de Abjazia perderá el mar Negro, por eso se empeña en conservar a cualquier precio el derecho a permanecer en Abjazia. Pero conservar ese derecho tampoco es posible.
P. ¿Ve una salida del conflicto?
R. Los jóvenes que me sustituyeron trabajan bien y tal vez lleguen a un acuerdo. Pero es muy difícil encontrar un compromiso. Los rusos cerraron una base militar, pero no tocan las otras, no las quieren retirar, al igual que no quieren irse de Abjazia y de Osetia del Sur. Esto no acabará bien.
P. ¿Qué consejo le daría a Saakashvili?
R. Saakashvili es inteligente y sabe hacer las cosas. No me preocupan las otras regiones, pero en Abjazia tiene que pensar, tiene que formar un equipo, incluso internacional, para que estudie el problema y decida qué hacer. Los georgianos nunca estarán de acuerdo con que Abjazia deje de ser parte de Georgia. Los abjazos cometieron un enorme delito cuando echaron a 300.000 georgianos.
P. ¿Está vivo el estalinismo en Georgia?
R. No. Es verdad que parte de los georgianos siempre se ha enorgullecido de que Stalin naciera aquí, en Gori. Por cierto, era un buen poeta y un buen cantante, pero luego abrazó la revolución. Los mencheviques, que gobernaban aquí, odiaban al revolucionario Stalin, así que se marchó a Bakú, y siempre llevó mal que sus paisanos no lo quisieran. De niño me enorgullecía de Stalin, pero luego, cuando supe cuánta gente hizo desaparecer, no. Entre sus víctimas estuvo incluso mi suegro.
P. ¿Qué aconseja en la lucha contra el terrorismo?
R. Creo que los norteamericanos comienzan a combatir el terrorismo, y aunque sea con retraso ha sido una decisión correcta. Lo malo es que los países occidentales se han dividido. Por un lado EE UU y por el otro Europa. Juntos son una gran fuerza y ningún terrorista puede vencerlos. Lo principal es que se unan como durante la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra fría contra Rusia. Ahora los terroristas se han envalentonado, porque notan esa división. El terrorismo y el separatismo agresivo son enfermedades descuidadas. El separatismo agresivo siempre genera terrorismo y el terrorismo genera separatismo.
P. ¿Se siente seguro en su país?
R. Esto se decide ahora, pero no es prioritario para mí. Lo que más me importa es escribir mi libro. Cuando lo haya terminado, quedará la huella de la historia.
P. Pero han perseguido a su yerno ¿no?
R. No creo que sea el Gobierno. Creo que se trata de atracadores, ¿comprende? Es un buen hombre de negocios que dirigía una compañía americano-georgiana con buenos resultados. Lo tuvieron un mes y medio en la cárcel. Y los norteamericanos y los nuestros juntaron 15 millones que entregaron, sin un solo documento de por medio. Todo esto es arbitrario.
Acoso a la familia en Georgia
Tras la revolución de las rosas, Shevardnadze no quiso exiliarse y rechazó la oferta de Alemania, siempre dispuesta a ayudarle en recuerdo de la reunificación que el ex ministro de Exteriores de la URSS hizo posible.
Bajo la bandera de la lucha contra la corrupción, los actuales líderes georgianos han destituido y metido en la cárcel a muchos altos funcionarios del régimen de Shevardnadze. Los detenidos, en lugar de comparecer ante un tribunal, son puestos en libertad si pagan cuantiosas sumas, que son utilizadas para cubrir alguna de las partidas presupuestarias de Georgia. En este país de precaria situación económica, los miembros del Gobierno cobran sus sueldos gracias a un fondo internacional, que compensa por las arcas vacías.
Entre los perseguidos por el nuevo régimen está desde el ex ministro de Energía, pasando por el presidente de la Federación de Fútbol y hasta el jefe del centro antiterrorista que organizó la operación para el rescate de los españoles en el valle del Pankisi. Algunos están en la cárcel, otros han pagado y otros han huido. La detención más espectacular fue la del ministro de Transportes, Merab Ateishvili, organizada como una encerrona en la sede del Gobierno en presencia de todas las cámaras de televisión invitadas al evento.
La campaña anticorrupción ha afectado también a Shevardnadze, en la persona de su yerno y también de Nukzar, su sobrino, obligado a desprenderse de un edificio en construcción en Tbilisi antes de que las autoridades se lo confiscaran.
A Shevardnadze le resbalan los comentarios mordaces de Saakashvili sobre su edad y su gestión o el presunto olvido por parte de sus paisanos. Forjado en el clima de hipocresía, adulación y miedo imperante en la Unión Soviética, Shevardnadze, con su piel de elefante, opta por elogiar y apoyar siempre que puede a su sucesor.
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