El hacha y la azada
A la mayoría de los espectadores que pasen por el Artium vitoriano les va a ser difícil entender cuál es el verdadero propósito de la exposición Entornos próximos. Lo evidente es que se trata de obras firmadas por siete artistas jóvenes, cinco alaveses (Iban Arroniz, Aitor Lanjarín, Anabel Quincoces, Carlos Hermosilla y Leire Galagarza), un guipuzcoano (Manu Uranga) y una navarra (Nerea de Diego), los cuales trabajan con técnicas muy variadas, tales como dibujo, pintura, escultura, fotografía, videoinstalaciones y net.art.
Al enjuiciar lo visto se percibe que, en términos generales, es muy modesta y exigua su valoración. Todo aquello no pasa de ser un conjunto de iniciativas harto balbucientes. No es imposible pensar que para esa mayoría de espectadores las obras presentadas carecen de la talla necesaria para entrar en un museo que se precie.
No obstante, hay que abogar por no sacralizar espacio museístico alguno, por lo que, llegados a este punto, conviene dar fijar determinadas explicaciones. La primera y más esencial es que, al parecer, con la exposición Entornos próximos se pretende recuperar el espíritu de la desaparecida Sala Amárica. Pero, ¿no fue el Artium quien se encargó de hachar con ofuscada saña a la citada Amárica? ¿Quizá sería más adecuado y ecuánime decir que, tras la creación de Artium, se borró del mapa artístico alavés el formidable espíritu que cultivó la Sala Amárica durante varios años. ¿O sea que ahora se toma la azada para plantar lo que el hacha se encargó de talar?
Pero hachas y azadas se mueven sobre terrenos distintos. El hacha taló lo que en un terreno fértil vivía en pleno crecimiento. Los artistas jóvenes mostraban sus trabajos en ese terreno. Tenían un espacio para expresarse. Por lo general se les sabía entender. Unos eran mejores que otros. Algunos de aquellos ahora son artistas acreditados. Se puede aventurar que estuvieron todos, incluso los menos afortunados, en el espacio adecuado y en el momento oportuno.
¿Qué sucede ahora con la exposición Entornos próximos? Sucede que el espacio de Artium no es el mismo. Dejemos a un lado hablar de la adecuación o no del momento. Lo cierto es que, pese a que la azada empleada pueda estar repleta de las mejores intenciones, falla el espacio. Lamentablemente, la sombra de la Sala Amárica se proyecta sobre este intento de revitalización marcado por Artium. Suena duro decirlo, empero sería más duro dejar de decirlo: hay heridas que nunca van a dejar de manar sangre. Naturalmente, me refiero a toda esa sangre espiritual que vive en el arte y en los mejores sueños de cada nuevo artista.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.