Una derrota anunciada
La batalla por el futuro soberano de Irak es una batalla por los corazones y las mentes del pueblo iraquí. Tal y como están actualmente las cosas, parece que la victoria estará del lado de los que sintonizan más con la realidad de la sociedad iraquí de hoy: los dirigentes de la resistencia contra EE UU. El Gobierno de Ayad Aaui fue instaurado recientemente por la Autoridad Provisional de la Coalición, encabezada por Estados Unidos, para contrarrestar un nacionalismo baazista que dejó de existir hace casi una década. Después de la primera guerra del Golfo, el régimen de Sadam Husein giró hacia una amalgama de fundamentalismo islámico, sistema tribal y nacionalismo, que reflejaba con mayor exactitud la realidad política de Irak. Gracias a su meticulosa planificación y visión de futuro, los lugartenientes de Sadam están dirigiendo ahora la resistencia iraquí, incluyendo a los grupos islamistas. Estados Unidos no solamente ha fracasado en su intento de instaurar un gobierno viable que reemplace a la Autoridad de la Coalición Provisional tras la denominada "transferencia de soberanía", sino que (y esto es más importante) sigue confundido con respecto a la auténtica naturaleza de la insurgencia iraquí. En consecuencia, la resistencia seguirá floreciendo inevitablemente y crecerá hasta que no haya fuerza capaz de derrotarla, ni iraquí ni estadounidense.
EE UU ha fracasado en su intento de implantar un Gobierno viable que reemplace a la autoridad provisional y sigue confundido sobre la naturaleza de la insurgencia
No hay una solución elegante para la hecatombe, para la guerra que Bush eligió hacer en Irak. Ya no se trata de ganar, sino más bien de suavizar la derrota
El baazismo ha muerto
En agosto de 1995, el yerno de Sadam Husein, Husein Kamal, desertó a Jordania. En la época que precedió a la guerra, buena parte de la atención que se prestó a este acontecimiento estaba centrada en los diversos interrogatorios de Kamal por la CIA, la inteligencia británica y los inspectores de la ONU en relación con las armas de destrucción masiva. Cuando se han cumplido ya 14 meses de la ocupación de Irak por EE UU, el testimonio de Husein Kamal de que las armas de destrucción masiva de Irak habían sido destruidas en el verano de 1991 ha adquirido nueva trascendencia, teniendo en cuenta el hecho de que no se han encontrado armas de destrucción masiva. Pero más importante que la información sobre las armas de destrucción masiva (que se ha aclarado exhaustivamente por medio de otras fuentes) es la razón aducida por Kamal para su deserción: la orden de Sadam Husein de que todos los altos cargos del partido Baaz cursaran obligatoriamente estudios coránicos. Un baazista acérrimo como Husein Kamal, educado en la doctrina del nacionalismo secular árabe, no podía menos que considerar esta orden como una auténtica herejía. Pero para Sadam Husein, este giro radical de su estrategia era necesario para su supervivencia, teniendo en cuenta la nueva realidad del Irak de la posguerra.
Enfrentado a la agitación de posguerra creada por la derrota militar y la ruina económica (prolongada por las sanciones impuestas por la ONU), Sadam tuvo que reorganizar su política interna para mantener el poder. La ideología baazista tradicional, basada en el nacionalismo árabe centrado en Irak, había dejado de ser la fuerza impulsora que había sido una década antes. Para crear una nueva base de poder era necesario admitir en el grupo no solamente a la mayoría chií -que se había levantado contra él en la primavera de 1991-, sino también complacer al creciente fundamentalismo religioso de los aliados tradicionales como las importantes tribus suníes del oeste de Irak. El símbolo más visible de la decisión de Sadam de abrazar el islam fue su orden de añadir las palabras "Dios es Grande" a la bandera iraquí. Simultáneamente abrazó la tradicional cultura tribal iraquí, restando importancia al partido Baaz en 1996 al hacer la observación de que no era más que "una de las tribus de Irak", una maniobra que borró décadas de política antitribal baazista.
Sin embargo, la transformación de la dinámica política en el interior de Irak pasó inadvertida en su mayor parte para Occidente y, ciertamente, parece haber escapado a la atención de la Administración de Bush. Y la reciente "transferencia de soberanía" de la Autoridad Provisional de la Coalición, encabezada por Estados Unidos, al nuevo Gobierno iraquí del primer ministro Ayad Alaui refleja esta falta de comprensión. En la Administración de Bush son muchos los que consideran que el éxito mayor e indiscutible de la invasión de Irak fue librar al mundo de una ideología peligrosa, el baazismo. De hecho, una de las primeras directrices que emitió Paul Bremer, antiguo jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición, fue promulgar una ley para la desbaacización que ponía en la lista negra a todos los antiguos miembros de ese partido para que no pudieran tomar parte de forma significativa en los asuntos cotidianos del Irak pos-Sadam. La ley ponía de relieve el modo de pensar de los que estaban a cargo de Irak: la resistencia baazista leal a Sadam era la principal amenaza para la ocupación encabezada por Estados Unidos.
Los altos cargos de la Administración de Bush reconocieron su error, aunque ya era demasiado tarde. En abril de 2004, Bremer revocó su orden de desbaacización. El artífice de la invasión de Irak, el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, dijo recientemente a los miembros del Congreso que el Pentágono había subestimado a su enemigo en Irak. El Pentágono habla ahora de "matrimonio de conveniencia" entre fundamentalistas islámicos y antiguos miembros del régimen baazista de Sadam, y especula con la posibilidad de que los islamistas se estén apoderando de las células baazistas debilitadas por los esfuerzos estadounidenses contra la insurrección. Una vez más, el Pentágono lo ha entendido mal. La política estadounidense en Irak sigue siendo incapaz de enfrentarse a la realidad del enemigo sobre el terreno, o no está dispuesta a hacerlo. La resistencia iraquí no es un "matrimonio de conveniencia" en ciernes, sino más bien el producto de años de planificación que están dando resultados. En vez de verse absorbidos por un movimiento islamista de mayor envergadura, los antiguos lugartenientes de Sadam son los que toman las decisiones en Irak, tras haberse asociado años atrás a los fundamentalistas islámicos, con o sin su conocimiento. Una simple ojeada a la lista de los 55 miembros "más buscados" del régimen de Sadam que se encuentran en libertad revela la probable cadena de mando de la resistencia iraquí de hoy. También subraya el éxito de la decisión estratégica de Sadam de hace casi una década de desvincularse de la ideología baazista.
Todos los hombres del tirano
Tengan en cuenta que nunca hubo una ceremonia oficial de rendición después de que EE UU se hiciera con el control de Bagdad. Los servicios de seguridad del Irak de Sadam no se eliminaron nunca y simplemente se mezclaron con la población, para ser llamados de nuevo al servicio cuando y donde se les necesitara. La denominada resistencia islámica está acaudillada nada menos que por el antiguo vicepresidente Izat Ibrahim al Duri, un ardiente nacionalista iraquí, un árabe suní y miembro practicante de la hermandad sufí, una sociedad de místicos islámicos. Su segundo es Rafi Tilfá, que presidía la Dirección General de Seguridad (DGS), una organización que durante el régimen de Sadam se había infiltrado concienzudamente en la sociedad iraquí por medio de colaboradores e informantes.
Como ex inspector de armamento de la ONU he inspeccionado personalmente el cuartel general de la DGS en Bagdad, así como la central regional de la DGS en Tikrit. Las salas estaban llenas de archivos acerca de todos aquellos que trabajaban con (o en nombre de) la DGS. No hay una persona, familia, tribu o movimiento islámico en Irak que la DGS no conozca íntimamente: información que es un bien de valor incalculable cuando se trata de coordinar y facilitar un movimiento de resistencia de base popular. También mantuve encuentros con Hani al Tifá, ex director de la Organización de Seguridad Especial, un sinnúmero de veces en los años 1997 y 1998, cuando le ordenaron que hiciera caso omiso de mis inspecciones. También fue el responsable de la transferencia de muchos de sus oficiales al mando de Rafi, al purgar la DGS de viejos baazistas nacionalistas y sustituirlos con oficiales leales a la nueva visión islámico-tribal de Irak de Sadam. Hoy ayuda a coordinar las operaciones de la resistencia iraquí utilizando a estos mismos oficiales.
Tahir Habush dirigía el servicio de inteligencia iraquí que perfeccionó el arte de los mecanismos explosivos improvisados, utilizándolo para llevar a cabo asesinatos. En los meses anteriores a la invasión encabezada por Estados Unidos recibió la orden de volver a mezclar a sus agentes con la población iraquí para evitar su detección por cualquier fuerza ocupante. A los agentes del servicio de inteligencia se les dijo también que se infiltrasen en las organizaciones que se oponían activamente a Sadam Husein, y por consiguiente, tenían más posibilidades de desempeñar un papel importante en cualquier posible gobierno pos-Sadam. Esto incluía tanto el partido de oposición kurdo como el chií. Los recientes atentados contra estadounidenses en Faluya y Ramadi fueron llevados a cabo por hombres bien disciplinados que luchan en unidades de gran cohesión y que lo más probable es que procedan de las filas de la Guardia Republicana de Sadam. El nivel de sutileza no debería sorprender a nadie que estuviera familiarizado con el papel del antiguo jefe de la Guardia Republicana, Sayf al Raui, en la desmovilización secreta, antes de la invasión estadounidense, de unidades selectas de la Guardia para este propósito en concreto. Y, como ex director de Asuntos Tribales para la Organización de Seguridad Especial, el conocimiento de Rokan Razuki de la realidad de las tribus no tiene parangón y sus conexiones no tienen rival. Su continuado acceso a los consejos de las tribus supone una tremenda amenaza para cualquier autoridad encargada de Irak.
No más Líbanos
La transferencia de soberanía al nuevo Gobierno iraquí de Ayad Alaui es una farsa que se irá desarrollando a lo largo de las próximas semanas y meses con trágicas consecuencias. El Gobierno de Alaui, elegido a dedo por Estados Unidos de entre las filas de expatriados contrarios a Sadam, no sólo carece de apoyos dentro de Irak, sino también de legitimidad en opinión de muchos ciudadanos corrientes iraquíes. La verdad es que en Irak nunca hubo un movimiento popular de oposición significativo al que la Administración de Bush pudiera llamar para que formara un gobierno y sustituyera a Sadam. Ésta es la razón de que Estados Unidos se haya visto obligado a depender de los servicios de individuos desacreditados por su asociación con servicios de inteligencia extranjeros, o procedentes de partidos de oposición en los que los antiguos servicios de inteligencia de Sadam se habían infiltrado a conciencia. Independientemente del número de tropas que Estados Unidos destaque en el terreno o de cuánto tiempo permanezcan allí, el Gobierno de Aaui está condenado al fracaso. Cuanto mayor sea el fracaso, más tendrá que depender de Estados Unidos para que lo apuntale. Cuanto más apuntale EE UU a Alaui, más se desacreditará ante los ojos del pueblo iraquí, cosa que creará aún más oportunidades que la resistencia iraquí explotará en su provecho.
El paralelo histórico que mejor pone de relieve el desastre que se está fraguando no es la guerra de Vietnam, sino más bien la invasión de Líbano por Israel en 1982. Llevada a cabo en un principio con la intención de librar a Líbano de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la posterior ocupación por Israel condujo a la creación de Hezbolá como fuerza viable de resistencia política y militar. Hezbolá fue tan eficaz que Israel se vio obligado a retirar unilateralmente sus fuerzas de Líbano en mayo de 2000. Los 18 años de ocupación no sólo fracasaron en su intento de derrotar a la OLP, sino que además crearon un movimiento fundamentalista islámico que hoy supone una grave amenaza para la seguridad de Israel y toda la región de Oriente Próximo. En Irak, la historia podría muy bien producir los mismos resultados, dado que ni la Administración de Bush ni la posible Administración de Kerry muestran la menor inclinación a retirarse de Irak en un futuro previsible. Por tanto, están claras la trayectoria de la intervención estadounidense en Irak y sus inevitables consecuencias. Durante una década padeceremos una pesadilla que llevará a la muerte de miles de estadounidenses más y de decenas de miles de iraquíes. Seremos testigos de la creación en Irak de un movimiento antiestadounidense viable y peligroso que contemplará un día cómo se retiran unilateralmente las tropas estadounidenses de Irak con la misma ignominia con la que se retiró Israel de Líbano. La fuerza de esta resistencia antiestadounidense depende de cuánto tiempo decida Estados Unidos mantener el rumbo en Irak. El cálculo es bastante sencillo: cuanto antes traigamos a casa a nuestras tropas, más débil será el movimiento. Y, naturalmente, también es cierto a la inversa: cuanto más tiempo nos quedemos, más fuerte y resistente será este subproducto de la guerra que Bush eligió hacer en Irak. No hay una solución elegante para nuestra hecatombe iraquí. Ya no se trata de ganar, sino más bien de suavizar la derrota.
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